A propósito de la información poblacional del cuadro 1, precisamos que existen varios trabajos de este tipo, que reflejan serias diferencias en el estudio de la realidad demográfica según “grupos raciales humanos”, debido a interesadas manipulaciones; por nuestra parte privilegiamos la información demográfica contenida en Handbook of Nations: este documento oficial es elaborado por expertos estadounidenses según grupos raciales muy cercana a la compleja realidad demográfica humana de las Américas.
Aclarado este punto, señalamos la siguiente realidad: a) en Estados Unidos de América y Canadá la población resultante de la hibridación (cruce biológico) entre amerindios y europeos, es decir los mestizos son siempre incluidos, en todos los documentos oficiales de estos países, como parte de la raza amerindia; así pues, los hijos de un amerindio, sea este sioux, cheyenne, hopi, apache, wendat, cree, etc., con una mujer anglosajona o franco-canadiense o viceversa, son siempre oficialmente amerindios, así éstos tengan como lengua materna el inglés o francés, o vivan en las sociedades euro-americanas.; b) en los “países hispanohablantes”, cuya población mayoritaria, como puede apreciarse en el cuadro no 1, es racialmente amerindia (según los criterios de expertos estadounidenses[1]), excepto en aquellos donde esta población fue expresamente exterminada o es mañosamente reducida a su mínima expresión demográfica: por ejemplo, los amerindios que moran durante varias generaciones en las ciudades creadas por los invasores europeos o por sus descendientes se han transformado misteriosamente en “mestizos”; asimismo, cuando amerindios que normalmente viven en “resguardos”, “comunidades nativas”, “comunidades indígenas”, etc., huyen de estas por la violencia subversiva o en busca de trabajo hacia las ciudades, en estas se transforman, al igual que sus hijos, en “mestizos”; etc. Esta situación es aceptada por los amerindios debido a que se avergüenzan de sí mismos; esto se debe a la extrema desvalorización (interna y externa) que sufre la raza amerindia desde hace más de cinco siglos. Además de lo dicho, los mal llamados mestizos son en realidad “mestizos de mestizos de mestizos”: no son mestizos en estricto sentido, porque un “mestizo” lo es solo cuando uno de sus padres es europeo, negro-africano o amerindio, cosa que generalmente no es el caso. Los eurodescendientes han creado artificiosamente esta inexistente categoría étnico-racial a fin de justificar que en sus países no hay racismo y que más bien son un crisol de razas donde está a punto de nacer una "raza cósmica", más bien diríamos “cómica”. Esto como es fácil de comprender no son más que manipulaciones que solamente sirven para perpetuar el orden establecido desde el siglo XVI[2].
De la serena lectura del cuadro 2 podemos sacar dos conclusiones: 1) la mayor parte de los “países hispanohablantes” tienen una mayoría poblacional amerindia; y, 2) los países del Mar Caribe tiene una población mayoritaria afro-descendiente negro-africana (el hecho que en estos países se hable mayoritariamente español, inglés y francés o exista una predominancia cultural occidental moderna no hace que los afrodescendientes negro-africanos sean anglosajones ni galo-romanos ni mucho menos latinos. Duela a quien le duela, la verdad es que la población caribeña es afro-descendiente, constituidos por diferentes grupos étnicos de la raza negra procedentes del continente africano (sobre todo de África central y África Occidental).
Precisamos entonces que los únicos “latinoamericanos” que existen en nuestros países son los descendientes directos de los españoles, franceses y portugueses; quienes a pesar de que son una minoría absoluta detentan todo el poder político, económico, militar y hasta la autoridad religiosa. Ellos son los que imponen en los planes de estudios la versión de los invasores y colonos europeos así como el culto a los valores de la civilización occidental moderna. ¿Cómo es que una minoría demográfica se ha transformado en una mayoría política? La respuesta no es simple, tiene mucho que ver con el orden establecido desde el siglo XVI, con la inferiorización de los pueblos amerindios (esto debido fundamentalmente a su cristianización), con las cacareadas independencias nacionales (que en realidad son modalidades neocoloniales), con las políticas educativas y económicas del modelo republicano, etc. Si hablamos de las políticas educativas podemos brevemente apuntar lo siguiente: el proceso educativo en nuestros países son verdaderos sistemas de “lavado cerebral”, en algunos casos se hace en forma sutil en otras brutal, todo al amparo de la “democracia”, de los “derechos humanos” y de la “libertad”. Si piensan que exageramos revisen los planes de estudios de primaria y secundaria de los países mencionados en el cuadro 2, el objetivo es bastante claro: eliminar la milenaria identidad tradicional de su población mayoritaria, castrarla espiritualmente y anular su memoria histórica. Es fácil observar que al final de dicho perverso proceso, en que colaboran activamente las confesiones cristianas (católicas y protestantes), vemos a amerindios acomplejados e idiotizados, listos para integrarse en los mercados de “trabajadores marginales” (sea en sus países o en Europa, EEUU y Canadá). Es lastimoso incluso constatar que muchos amerindios terminan por “tragarse el sapo” y, empiezan a buscar su árbol genealógico en Europa y sostener, en forma por demás “rabiosa”, que su “madre patria” es España y que gracias a los “conquistadores españoles” hablan una lengua rica y culta, es decir el “castellano” (en realidad el “castellano” es un dialecto del latín, muy pobre para expresar cuestiones intelectuales profundas); tienen una verdadera religión (los españoles del siglo XVI fueron incapaces de aportar la integralidad de la tradición cristiana y solo pudieron traer su religiosidad y supersticiones); y otras innumerables necedades. Una cosa es clara, se ha logrado parte del objetivo trazado por los planes educativos modernos: el amerindio se avergüenza de ser lo que en realidad es: descendiente de los grupos étnicos de la raza amerindia, aborígenes del continente Abya Yala, así como también los directos herederos de los diversos pueblos-nación que constituyeron las grandes civilizaciones culturas y sociedades tradicionales.
Es bastante risible ver incluso como los mismos negros terminan afirmando que su “madre patria” es España, Portugal, etc. ¿No creen que esto es verdaderamente monstruoso y un chiste de muy mal gusto? ¿Cómo justificar la denominación de “latinoamericanos” a ex-gobernantes de Ecuador y Perú, cuando realmente ellos no tienen absolutamente nada de “latinos” debido al hecho concreto que dos ex-gobernantes de Ecuador son árabes y un ex-gobernante del Perú es un japonés, en ambos casos se trata de occidentalizado? ¿Es qué el solo hecho de hablar español y ser “cristiano”, en hecho vulgares materislistas con mascaras religiosas, es sinónimo de ser “latino”?
No sólo es curioso sino una verdadera muestra de cómo es que las cosas son en realidad, por ejemplo: los italianos, franceses, portugueses y españoles de los Estados Unidos de América y Canadá, de primera y segunda generación, quienes son mucho más “latinos” que los acomplejados amerindios occidentalizados de México, América Central y América del Sur, rechazan en forma categórica que se los denominen “latinoamericanos”, a pesar de que realmente si lo son, es decir, son étnicamente “latinos” nacidos en América, por lo tanto son “latinoamericanos”. Los italianos de Estados Unidos de América y Canadá prefieren autodenominarse ítalo-americanos e ítalo-canadienses; así mismo, los españoles y portugueses de estos mismos países dicen que son ibero-americanos y los franceses de los Estados Unidos de América y Canadá dicen que son más bien franco-americanos, franco-canadienses (acadianos, franco-ontarianos, quebequenses) y que su madre patria es Francia. Para el colmo del asunto, recientemente nos ha sorprendido leer que en Italia, sus autoridades combaten a “bandas latinas”, en clara referencia a malhechores de origen amerindio procedente de países hispanohablantes del continente Abya Yala.
Preguntas-claves para ayudar a reflexionar: ¿Es que los negro-africanos de Mozambique, que hablan portugués, tienen nombres y apellidos portugueses y son mayoritariamente católicos, son acaso por esto “latino-africanos”? ¿Es que acaso los árabes y beréberes del Norte de África (Marruecos, Argelia, Túnez) son acaso “latino-africanos” debido a que hablan la lengua francesa y quienes tienen una predominante cultura europea francesa? ¿Los chinos de Hong Kong son acaso “anglosajones” porque hablan inglés y tienen una predominancia cultural europea anglosajona (britano-estadounidense)? ¿Los filipinos son acaso “latino-asiáticos” puesto que la mayoría de ellos son "católicos" y tienen nombres y apellidos de los colonialistas españoles?
Por lo brevemente dicho se comprenderá que no existen en continente Abya Yala “indígenas latinoamericanos”, sino veamos algunas razones de ello: a) Como hemos indicado arriba la palabra “Latinoamérica” o “América Latina”, designa más bien un determinado espacio de carácter político-cultural neocolonial moderno más que a una aplastante realidad geo-cultural y meta-histórica del continente Abya Yala. En todo caso, estas denominaciones (“Latinoamérica” o “América Latina”) no son inocentes ni neutras, y designa un amorfo humano de origen europeo de carácter heteróclito, que ocupa en forma prepotente y agresiva nuestros territorios desde fines del siglo XV (a partir del desgraciado arribo de Colon el 12 de Octubre de 1492) y que se prolonga abusivamente hasta la actualidad. Por lo dicho, podríamos concluir que “Latinoamérica” o “América Latina” no es para nada una realidad territorial, sea de carácter sub-continental o regional, sino mas bien ella es la expresión hegemónica de una minoría de origen europeo (etnia latina), quienes gobiernan nuestros países a su antojo, bajo mascarada democrática; y, b) la palabra “indígena”, en éste particular contexto es incorrectamente empleada, ya que la palabra indígena significa -según el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua- “originario del país del que se trata” y como la llamada “Latinoamérica” o “América Latina” no es una realidad geográfica continental o sub-continental, sino más bien un “espacio político-cultural”[3], entonces ella no puede pues tener “indígenas”. Ahora que llega la tendencia modernista del “lenguaje políticamente correcto”, que no es ni más ni menos que un lenguaje lleno de eufemismos con el que se pretende cambiar la forma de pensar de los hablantes; los seguidores de esta nueva moda occidental han pensado que sería bueno dejar de usar la palabra “indio” al hablar del autóctono del continente Abya Yala, pues la encuentran peyorativa y despectiva, y proponen usar en su lugar otras palabras que no contengan -según creen- “cargas históricas negativas”, sin consultarnos han surgido nuevas propuestas: indígena y campesino. Con respecto a la palabra indígena, los promotores de la globalización y de lo “políticamente correcto” no se han parado a pensar o a mirar en el diccionario qué significaba la palabra indígena y han comenzado a usarla como sinónimo de “indio”, cuando su verdadero significado en español es “originario del país del que se trata”, es decir: si estoy hablando de España, puedo afirmar que el actor Antonio Banderas y el escritor Camilo José Cela son indígenas de este país, del mismo modo que el papa Benedicto XVI es indígena de Alemania. Y nosotros los amerindios somos más bien aborígenes[4] del continente Abya Yala, que es un pueblo-continente.
En realidad habría mucho más de que hablar sobre este espinoso asunto, por el momento lo dejamos así. Antes de concluir permítannos afirmar lo siguiente:
* No somos ni inferiores ni superiores a ninguna raza humana, todos somos parte del Gran Misterio;
* Somos parte viviente de la raza amerindia y aborígenes del continente Abya Yala (las Américas), y no hemos llegado, como sostiene la ciencia occidental moderna, del exterior (Asia o Polinesia);
* Estamos orgullosos de ser lo que somos y no necesitamos que nos construyan ninguna identidad nacional ni supranacional;
* Nuestra Madre Patria es el continente Abya Yala (las Américas);
* Hemos conformado pueblos-naciones confederados miles de años antes que los actuales Estados-naciones neo-coloniales modernos;
* Ha llegado el momento de despertar y sacudirnos del desprecio a si-mismo al que nos ha sometido el espíritu occidental moderno durante cinco siglos;
* Tenemos un hogar común para toda la Humanidad: nuestra Madre Tierra, que hay que proteger de la destrucción del occidental moderno y de sus mascotas occidentalizadas (portadores del mismo espíritu maligno que animó traiciones y deslealtades contra sus propios milenarios pueblos-naciones).
Intisunqu Waman
(Articulo aparecido en la revista semestral Serpiente Emplumada, Ano 1, No. 2, 23 de Diciembre 2007, Solsticio de Verano Austral, Lima- Peru, pp. 43-58)
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NOTAS:
[1] A propósito de esto cabe señalar que Jack D. Forbes, profesor de Native American Studies - University of California en Davis, estima a 15 millones el número real de amerindios en los Estados Unidos de América contra 1,4 millones de las cifras oficiales en 1980; la diferencia estaría, según sostiene Forbes, en la categorización de los inmigrantes “hispanohablantes” clasificados bajo la apelación de “hispanos” por los censos oficiales: Forbes considera que gran número de inmigrantes mexicanos, guatemaltecos, bolivianos, hondureños, nicaragüenses, salvadoreños, peruanos, bolivianos, ecuatorianos, colombianos y paraguayos son realmente de origen amerindio y no aparecen en la buena categoría étnico-racial (citado por Ward Churchill, «The Crucible of American Identity: native Tradition versus Colonial Imposition in Postconquest North America » in Duane Champagne, Compenporary Native American, Walnut Creek, Altamira Press, 1999, p. 57).
[2] Después de las llamadas “independencias nacionales”, los eurodescendientes (criollos) suelen practicar censos a fin de favorecer su proyecto de Estado-nación moderno. Después de guerras (civiles o externas) o revoluciones (conservadoras o revolucionarias) han practicado censos según la naturaleza y composición étnica del país con el objeto de conocer la realidad poblacional del “enemigo interno”, que no es otro que el amerindio, pese a sus hipócritas discursos, o con el objeto de elaborar planes para integrarlo a la “realidad nacional”: estos planes de “integración” en realidad no son otra cosa que planes de exterminio físico (esterilizaciones masivas, genocidio) y cultural (adoctrinamiento religioso y político, modernización del saber tradicional, folklorización de usos y costumbres tradicionales, etc.).
[3] Si el criterio para definir una determinada realidad geográfica fuera la predominancia de una particular lengua y cultura europea moderna, entonces la América del Norte más bien debería llamarse “Angloamérica” o “América anglosajona”, ya que los anglosajones constituyen la absoluta mayoría poblacional en Estados Unidos de América y Canadá. ¿Por qué entonces se utiliza siempre el término geográfico “América del Norte” para designar esta realidad geográfica y no el término político-cultural “Angloamérica” o “América anglosajona”?
[4] Tomamos el término “aborigen” en su acepción etimológica: ab origine (“desde el origen”), es decir los pueblos cuyos ancestros se encuentran en el origen mismo del poblamiento inicial del continente Abya Yala.