sábado, 23 de mayo de 2009

¿EXISTE VERDADERAMENTE LA LLAMADA “AMÉRICA LATINA” ASÍ COMO LOS SUSODICHOS “LATINOAMERICANOS”? (Tercera Parte)

A propósito de la información poblacional del cuadro 1, precisamos que existen varios trabajos de este tipo, que reflejan serias diferencias en el estudio de la realidad demográfica según “grupos raciales humanos”, debido a interesadas manipulaciones; por nuestra parte privilegiamos la información demográfica contenida en Handbook of Nations: este documento oficial es elaborado por expertos estadounidenses según grupos raciales muy cercana a la compleja realidad demográfica humana de las Américas.

Aclarado este punto, señalamos la siguiente realidad: a) en Estados Unidos de América y Canadá la población resultante de la hibridación (cruce biológico) entre amerindios y europeos, es decir los mestizos son siempre incluidos, en todos los documentos oficiales de estos países, como parte de la raza amerindia; así pues, los hijos de un amerindio, sea este sioux, cheyenne, hopi, apache, wendat, cree, etc., con una mujer anglosajona o franco-canadiense o viceversa, son siempre oficialmente amerindios, así éstos tengan como lengua materna el inglés o francés, o vivan en las sociedades euro-americanas.; b) en los “países hispanohablantes”, cuya población mayoritaria, como puede apreciarse en el cuadro no 1, es racialmente amerindia (según los criterios de expertos estadounidenses[1]), excepto en aquellos donde esta población fue expresamente exterminada o es mañosamente reducida a su mínima expresión demográfica: por ejemplo, los amerindios que moran durante varias generaciones en las ciudades creadas por los invasores europeos o por sus descendientes se han transformado misteriosamente en “mestizos”; asimismo, cuando amerindios que normalmente viven en “resguardos”, “comunidades nativas”, “comunidades indígenas”, etc., huyen de estas por la violencia subversiva o en busca de trabajo hacia las ciudades, en estas se transforman, al igual que sus hijos, en “mestizos”; etc. Esta situación es aceptada por los amerindios debido a que se avergüenzan de sí mismos; esto se debe a la extrema desvalorización (interna y externa) que sufre la raza amerindia desde hace más de cinco siglos. Además de lo dicho, los mal llamados mestizos son en realidad “mestizos de mestizos de mestizos”: no son mestizos en estricto sentido, porque un “mestizo” lo es solo cuando uno de sus padres es europeo, negro-africano o amerindio, cosa que generalmente no es el caso. Los eurodescendientes han creado artificiosamente esta inexistente categoría étnico-racial a fin de justificar que en sus países no hay racismo y que más bien son un crisol de razas donde está a punto de nacer una "raza cósmica", más bien diríamos “cómica”. Esto como es fácil de comprender no son más que manipulaciones que solamente sirven para perpetuar el orden establecido desde el siglo XVI[2].
De la serena lectura del cuadro 2 podemos sacar dos conclusiones: 1) la mayor parte de los “países hispanohablantes” tienen una mayoría poblacional amerindia; y, 2) los países del Mar Caribe tiene una población mayoritaria afro-descendiente negro-africana (el hecho que en estos países se hable mayoritariamente español, inglés y francés o exista una predominancia cultural occidental moderna no hace que los afrodescendientes negro-africanos sean anglosajones ni galo-romanos ni mucho menos latinos. Duela a quien le duela, la verdad es que la población caribeña es afro-descendiente, constituidos por diferentes grupos étnicos de la raza negra procedentes del continente africano (sobre todo de África central y África Occidental).

Precisamos entonces que los únicos “latinoamericanos” que existen en nuestros países son los descendientes directos de los españoles, franceses y portugueses; quienes a pesar de que son una minoría absoluta detentan todo el poder político, económico, militar y hasta la autoridad religiosa. Ellos son los que imponen en los planes de estudios la versión de los invasores y colonos europeos así como el culto a los valores de la civilización occidental moderna. ¿Cómo es que una minoría demográfica se ha transformado en una mayoría política? La respuesta no es simple, tiene mucho que ver con el orden establecido desde el siglo XVI, con la inferiorización de los pueblos amerindios (esto debido fundamentalmente a su cristianización), con las cacareadas independencias nacionales (que en realidad son modalidades neocoloniales), con las políticas educativas y económicas del modelo republicano, etc. Si hablamos de las políticas educativas podemos brevemente apuntar lo siguiente: el proceso educativo en nuestros países son verdaderos sistemas de “lavado cerebral”, en algunos casos se hace en forma sutil en otras brutal, todo al amparo de la “democracia”, de los “derechos humanos” y de la “libertad”. Si piensan que exageramos revisen los planes de estudios de primaria y secundaria de los países mencionados en el cuadro 2, el objetivo es bastante claro: eliminar la milenaria identidad tradicional de su población mayoritaria, castrarla espiritualmente y anular su memoria histórica. Es fácil observar que al final de dicho perverso proceso, en que colaboran activamente las confesiones cristianas (católicas y protestantes), vemos a amerindios acomplejados e idiotizados, listos para integrarse en los mercados de “trabajadores marginales” (sea en sus países o en Europa, EEUU y Canadá). Es lastimoso incluso constatar que muchos amerindios terminan por “tragarse el sapo” y, empiezan a buscar su árbol genealógico en Europa y sostener, en forma por demás “rabiosa”, que su “madre patria” es España y que gracias a los “conquistadores españoles” hablan una lengua rica y culta, es decir el “castellano” (en realidad el “castellano” es un dialecto del latín, muy pobre para expresar cuestiones intelectuales profundas); tienen una verdadera religión (los españoles del siglo XVI fueron incapaces de aportar la integralidad de la tradición cristiana y solo pudieron traer su religiosidad y supersticiones); y otras innumerables necedades. Una cosa es clara, se ha logrado parte del objetivo trazado por los planes educativos modernos: el amerindio se avergüenza de ser lo que en realidad es: descendiente de los grupos étnicos de la raza amerindia, aborígenes del continente Abya Yala, así como también los directos herederos de los diversos pueblos-nación que constituyeron las grandes civilizaciones culturas y sociedades tradicionales.
Es bastante risible ver incluso como los mismos negros terminan afirmando que su “madre patria” es España, Portugal, etc. ¿No creen que esto es verdaderamente monstruoso y un chiste de muy mal gusto? ¿Cómo justificar la denominación de “latinoamericanos” a ex-gobernantes de Ecuador y Perú, cuando realmente ellos no tienen absolutamente nada de “latinos” debido al hecho concreto que dos ex-gobernantes de Ecuador son árabes y un ex-gobernante del Perú es un japonés, en ambos casos se trata de occidentalizado? ¿Es qué el solo hecho de hablar español y ser “cristiano”, en hecho vulgares materislistas con mascaras religiosas, es sinónimo de ser “latino”?
No sólo es curioso sino una verdadera muestra de cómo es que las cosas son en realidad, por ejemplo: los italianos, franceses, portugueses y españoles de los Estados Unidos de América y Canadá, de primera y segunda generación, quienes son mucho más “latinos” que los acomplejados amerindios occidentalizados de México, América Central y América del Sur, rechazan en forma categórica que se los denominen “latinoamericanos”, a pesar de que realmente si lo son, es decir, son étnicamente “latinos” nacidos en América, por lo tanto son “latinoamericanos”. Los italianos de Estados Unidos de América y Canadá prefieren autodenominarse ítalo-americanos e ítalo-canadienses; así mismo, los españoles y portugueses de estos mismos países dicen que son ibero-americanos y los franceses de los Estados Unidos de América y Canadá dicen que son más bien franco-americanos, franco-canadienses (acadianos, franco-ontarianos, quebequenses) y que su madre patria es Francia. Para el colmo del asunto, recientemente nos ha sorprendido leer que en Italia, sus autoridades combaten a “bandas latinas”, en clara referencia a malhechores de origen amerindio procedente de países hispanohablantes del continente Abya Yala.

Preguntas-claves para ayudar a reflexionar: ¿Es que los negro-africanos de Mozambique, que hablan portugués, tienen nombres y apellidos portugueses y son mayoritariamente católicos, son acaso por esto “latino-africanos”? ¿Es que acaso los árabes y beréberes del Norte de África (Marruecos, Argelia, Túnez) son acaso “latino-africanos” debido a que hablan la lengua francesa y quienes tienen una predominante cultura europea francesa? ¿Los chinos de Hong Kong son acaso “anglosajones” porque hablan inglés y tienen una predominancia cultural europea anglosajona (britano-estadounidense)? ¿Los filipinos son acaso “latino-asiáticos” puesto que la mayoría de ellos son "católicos" y tienen nombres y apellidos de los colonialistas españoles?

Por lo brevemente dicho se comprenderá que no existen en continente Abya Yala “indígenas latinoamericanos”, sino veamos algunas razones de ello: a) Como hemos indicado arriba la palabra “Latinoamérica” o “América Latina”, designa más bien un determinado espacio de carácter político-cultural neocolonial moderno más que a una aplastante realidad geo-cultural y meta-histórica del continente Abya Yala. En todo caso, estas denominaciones (“Latinoamérica” o “América Latina”) no son inocentes ni neutras, y designa un amorfo humano de origen europeo de carácter heteróclito, que ocupa en forma prepotente y agresiva nuestros territorios desde fines del siglo XV (a partir del desgraciado arribo de Colon el 12 de Octubre de 1492) y que se prolonga abusivamente hasta la actualidad. Por lo dicho, podríamos concluir que “Latinoamérica” o “América Latina” no es para nada una realidad territorial, sea de carácter sub-continental o regional, sino mas bien ella es la expresión hegemónica de una minoría de origen europeo (etnia latina), quienes gobiernan nuestros países a su antojo, bajo mascarada democrática; y, b) la palabra “indígena”, en éste particular contexto es incorrectamente empleada, ya que la palabra indígena significa -según el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua- “originario del país del que se trata” y como la llamada “Latinoamérica” o “América Latina” no es una realidad geográfica continental o sub-continental, sino más bien un “espacio político-cultural”[3], entonces ella no puede pues tener “indígenas”. Ahora que llega la tendencia modernista del “lenguaje políticamente correcto”, que no es ni más ni menos que un lenguaje lleno de eufemismos con el que se pretende cambiar la forma de pensar de los hablantes; los seguidores de esta nueva moda occidental han pensado que sería bueno dejar de usar la palabra “indio” al hablar del autóctono del continente Abya Yala, pues la encuentran peyorativa y despectiva, y proponen usar en su lugar otras palabras que no contengan -según creen- “cargas históricas negativas”, sin consultarnos han surgido nuevas propuestas: indígena y campesino. Con respecto a la palabra indígena, los promotores de la globalización y de lo “políticamente correcto” no se han parado a pensar o a mirar en el diccionario qué significaba la palabra indígena y han comenzado a usarla como sinónimo de “indio”, cuando su verdadero significado en español es “originario del país del que se trata”, es decir: si estoy hablando de España, puedo afirmar que el actor Antonio Banderas y el escritor Camilo José Cela son indígenas de este país, del mismo modo que el papa Benedicto XVI es indígena de Alemania. Y nosotros los amerindios somos más bien aborígenes[4] del continente Abya Yala, que es un pueblo-continente.
En realidad habría mucho más de que hablar sobre este espinoso asunto, por el momento lo dejamos así. Antes de concluir permítannos afirmar lo siguiente:

* No somos ni inferiores ni superiores a ninguna raza humana, todos somos parte del Gran Misterio;
* Somos parte viviente de la raza amerindia y aborígenes del continente Abya Yala (las Américas), y no hemos llegado, como sostiene la ciencia occidental moderna, del exterior (Asia o Polinesia);
* Estamos orgullosos de ser lo que somos y no necesitamos que nos construyan ninguna identidad nacional ni supranacional;
* Nuestra Madre Patria es el continente Abya Yala (las Américas);
* Hemos conformado pueblos-naciones confederados miles de años antes que los actuales Estados-naciones neo-coloniales modernos;
* Ha llegado el momento de despertar y sacudirnos del desprecio a si-mismo al que nos ha sometido el espíritu occidental moderno durante cinco siglos;
* Tenemos un hogar común para toda la Humanidad: nuestra Madre Tierra, que hay que proteger de la destrucción del occidental moderno y de sus mascotas occidentalizadas (portadores del mismo espíritu maligno que animó traiciones y deslealtades contra sus propios milenarios pueblos-naciones).
Intisunqu Waman
(Articulo aparecido en la revista semestral Serpiente Emplumada, Ano 1, No. 2, 23 de Diciembre 2007, Solsticio de Verano Austral, Lima- Peru, pp. 43-58)
------------
NOTAS:

[1] A propósito de esto cabe señalar que Jack D. Forbes, profesor de Native American Studies - University of California en Davis, estima a 15 millones el número real de amerindios en los Estados Unidos de América contra 1,4 millones de las cifras oficiales en 1980; la diferencia estaría, según sostiene Forbes, en la categorización de los inmigrantes “hispanohablantes” clasificados bajo la apelación de “hispanos” por los censos oficiales: Forbes considera que gran número de inmigrantes mexicanos, guatemaltecos, bolivianos, hondureños, nicaragüenses, salvadoreños, peruanos, bolivianos, ecuatorianos, colombianos y paraguayos son realmente de origen amerindio y no aparecen en la buena categoría étnico-racial (citado por Ward Churchill, «The Crucible of American Identity: native Tradition versus Colonial Imposition in Postconquest North America » in Duane Champagne, Compenporary Native American, Walnut Creek, Altamira Press, 1999, p. 57).
[2] Después de las llamadas “independencias nacionales”, los eurodescendientes (criollos) suelen practicar censos a fin de favorecer su proyecto de Estado-nación moderno. Después de guerras (civiles o externas) o revoluciones (conservadoras o revolucionarias) han practicado censos según la naturaleza y composición étnica del país con el objeto de conocer la realidad poblacional del “enemigo interno”, que no es otro que el amerindio, pese a sus hipócritas discursos, o con el objeto de elaborar planes para integrarlo a la “realidad nacional”: estos planes de “integración” en realidad no son otra cosa que planes de exterminio físico (esterilizaciones masivas, genocidio) y cultural (adoctrinamiento religioso y político, modernización del saber tradicional, folklorización de usos y costumbres tradicionales, etc.).
[3] Si el criterio para definir una determinada realidad geográfica fuera la predominancia de una particular lengua y cultura europea moderna, entonces la América del Norte más bien debería llamarse “Angloamérica” o “América anglosajona”, ya que los anglosajones constituyen la absoluta mayoría poblacional en Estados Unidos de América y Canadá. ¿Por qué entonces se utiliza siempre el término geográfico “América del Norte” para designar esta realidad geográfica y no el término político-cultural “Angloamérica” o “América anglosajona”?
[4] Tomamos el término “aborigen” en su acepción etimológica: ab origine (“desde el origen”), es decir los pueblos cuyos ancestros se encuentran en el origen mismo del poblamiento inicial del continente Abya Yala.

miércoles, 13 de mayo de 2009

¿EXISTE VERDADERAMENTE LA LLAMADA “AMÉRICA LATINA” ASÍ COMO LOS SUSODICHOS “LATINOAMERICANOS”? (Segunda Parte)

Una vez hecha estas primeras precisiones, es necesario también entender de que el término “América Latina” nació como un concepto colonial francés en el siglo XIX. La idea de los colonialistas franceses era unificar a las supuestas “naciones católicas y latinas del continente americano”[1] para formar un contrapeso a los nórdicos de origen anglosajón y protestante que ponían obstáculos a la influencia al Imperio francés en nuestro continente. Parece que el primero en utilizar dicho calificativo fue Michel Chevalier (1806-1879)[2], quien buscaba legitimar el expansionismo de Napoleón III y detener a su vez el expansionismo anglosajón y protestante en las Américas. Varios autores consignan que en el intento imperial de Maximiliano (1862-1865) de anexar México al imperio francés “surge la invención de América Latina"[3]. Con el triunfo de los mexicanos sobre los colonialistas franceses dicha denominación cae en desgracia durante más o menos medio siglo; en adelante se utilizaron otras expresiones europeizantes para designar los territorios supranacionales neocoloniales bajo mando de eurodescendientes y occidentalizados.
Precisamos que desde fines del siglo XVIII hasta el siglo XX los eurodescendientes (criollos) y occidentalizados, se han dado el gusto de proponer para nuestros territorios calificativos de indiscutible factura neocolonial; así pues tenemos: “Colombia” (Francisco de Miranda y Simón Bolívar); “Gran Confederación Colombiana” (Justo Arosemena y José Maria Samper); “Nuestra América” (José Martí); “América Indohispánica” (Julio César Sandino); “América Indo-española” (José Carlos Mariátegui); “Indoamérica” (Víctor Raúl Haya de la Torre); y “Indo-afro-Iberoamérica” (Carlos Fuentes).[4] Actualmente pese a los serios reparos de los lusitano-americanos (brasileños de origen portugués), los nombres “Iberoamérica”, “Hispanoamérica” y “Latinoamérica” han entrado a poblar el cotidiano de la mayor parte de hispano-hablantes (así estos sean amerindios o negros); quienes los emplean sin tener la menor consciencia de lo que dichos calificativos significan e implican ni para ellos ni para las nuevas generaciones. Siguiendo el hilo de la impronta colonial francesa que comentamos, precisamos que la denominación “América Latina” resurge a partir de la década de los años 1950, esta vez al influjo de los intelectuales franceses “de izquierda y progresistas”, quienes fueron apoyados por los eurodescendientes[5] y occidentalizados[6].
Por lo brevemente expuesto, como parte de los pueblos amerindios que somos sostenemos que las denominaciones “América Latina” y “Latinoamérica”, sirven para expresar e encubrir de una manera descarada la existencia de un espacio político-cultural neocolonial occidental en el continente Abya Yala (las Américas); este espacio, según nos hacen creer, es pretendidamente mayoritario descendiente de los pueblos latinos de Europa. Bueno, si queremos ser estrictos en el empleo de los nombres y nos alejamos de las usuales ambigüedades a las que nos tienen acostumbrados los eurodescendientes y occidentalizados, la denominación “Latinoamérica” o “América Latina” sólo es verdad en países donde precisamente los auténticos latinoamericanos (nos referimos a los eurodescendientes de origen español, portugués, italiano y francés y de ninguna manera a los acomplejados amerindios occidentalizados, sean mestizos o no), son una clara mayoría demográfica en Argentina, Uruguay, Chile, Costa Rica y Brasil, más no en el resto de países del continente Abya Yala, en donde, pese a que también se habla mayoritariamente el idioma español o que impera la cultura occidental moderna impuesta por el invasor, colono e inmigrante europeo de origen latino, los descendientes de las pueblos latinos representan francamente una absoluta minoría (al respecto ver cuadro 1 en la tercera parte de esta serie).
Intisunqu Waman


(Articulo aparecido en la revista semestral Serpiente Emplumada, Ano 1, No. 2, 23 de Diciembre 2007, Solsticio de Verano Austral, Lima- Peru, pp. 43-58)

----------------------------

NOTAS:

[1] No esta demás indicar que en el continente Abya Yala (las Américas) nunca han existido ni existen “naciones católicas y latinas”; esta es una pretensión que se deriva, sobre todo en países donde la población amerindia es mayoritaria (como es el caso de México, Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Panamá, Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú, Bolivia y Paraguay), del hecho de que sus gobernantes, que pertenecen a una minoría poblacional alogena como vamos a ver mas adelante, no solamente son de origen español sino que éstos se reciclan permanentemente bajo diferentes disfraces: liberales, democráticos, revolucionarios, neoliberales, altermundialistas, promotores del desarrollo, defensores de los derechos humanos…
[2] Sergio Marras (ed.), América Latina, Marca Registrada, Barcelona, Editorial Andrés Bello/Zeta/ Universidad de Guadalajara, 1992, pp. 3-9. A mediados del siglo XIX dos eurodescendientes hispánicos de Colombia y Chile propusieron también dicho nombre: José Maria Torres Caicedo y Francisco Bilbao respectivamente (sobre éstos véase Génesis de la idea y el nombre de América Latina, Caracas, CELARG, 1980, pp. 336 y ss.; y Vicente Romero, « Du nominal “latin” pour l’Autre Amérique. Notes sur la naissance et le sens du nom “Amérique latine” autour des années 18550 », in Histoire et Société de l’Amérique latine, # 7, premier semestre 1998, pp. 57-86).
[3] Ibid.
[4] A propósito de la historicidad de estas denominaciones ver Essais amérindiens. L’identité latino-américaine existe-t-elle? Les enjeux néocoloniaux d’une pseudo-identité, Montréal, op.cit., pp. 37-40.
[5] Precisamos que los eurodescendientes son los descendientes de europeos modernos (españoles, portugueses, ingleses, italianos, franceses y alemanes) que llegaron en calidad de colonizadores, a partir del 12 de Octubre de 1492, al continente Abya Yala (las Américas); éstos se han reproducido y mezclado entre si constituyendo una particular amalgama; y no nos repugnan por el hecho de ser eurodescendientes sino más bien en razón a que vehiculan, no de manera exclusiva, el espíritu occidental moderno, que es completamente antitradicional.
[6] Los occidentalizados, sean amerindios, afrodescendientes negro-africanos, asiático-descendientes u otros, por lo general no tienen auténticas raíces étnico-culturales e imitan grotescamente todo lo occidental moderno; el actual orden establecido por los invasores y colonos europeos, sobre todo en los países denominados “latinos”, se sostiene gracias a su complicidad.

martes, 12 de mayo de 2009

Axis Mundi - Tradicion maya - Tradicion del Anahuac


Axis Mundi - Tradicion Nahua - Tradicion del Anahuac


¿EXISTE VERDADERAMENTE LA LLAMADA “AMÉRICA LATINA” ASÍ COMO LOS SUSODICHOS “LATINOAMERICANOS”? (Primera Parte)

Queremos que no nos insulten calificándonos de “latinos” y/o “hispanos”, ni que nos encuadren bajo una pretendida “identidad supranacional”[1] al tildarnos de latinoamericanos, iberoamericanos o hispanoamericanos[2]. Es momento de comprender que dichas calificaciones son escupitajos a nuestra dignidad, ya que no solamente vehiculan cargas histórico-sociales alienantes sino que son esencialmente falsas. Es claro que dichos “motes” no expresan en absoluto lo que somos en nuestra intimidad ontológica y existencial, es decir, pese a cinco siglos de genocidio, de destrucción cultural, de expoliación y de alineación que sufrimos, somos una parte viviente de los pueblos originarios del continente Abya Yala[3] (las Américas), miembros de la raza roja o cobriza[4].
En relación a las palabras “América Latina” y “latinoamericano” podemos decirles sin que se requiera mucho esfuerzo intelectual para comprender que estas aún representan, para desgracia nuestra, el presente del nefasto pasado colonial europeo, en nuestro particular caso el español, el mismo que aún está presente en nuestra realidad geo-cultural
[5], pese a las fatuas declaraciones de independencia nacional, de soberanía nacional y de no alineación.
Retornando al presente estudio, según la misma ciencia occidental moderna (antropología, lingüística y genética) los únicos pueblos latinos que existen actualmente en nuestro planeta son: italianos, españoles, portugueses, franceses y rumanos. Una de las principales características que presentan estos pueblos es que son etnias que forman parte de la raza europea
[6]. Evidentemente, estos pueblos no son las etnias originales que poblaron Europa desde hace milenios, sino más bien son producto de una compleja etnogénesis intrarracial[7] (ocurrida sobre todo a partir del siglo IV de la era cristiana y cuyo origen se encuentra en la impronta invasora germánica[8]). En otras palabras, los italianos, españoles, portugueses, franceses y rumanos, por solo hablar de éstos, se han originado de “etnias protohistóricas”[9], las que ingresaron a poblar Europa Occidental desde hace unos 6,000 años[10]. Este ingreso lo hicieron a través de diversas oleadas migratorias y en forma asincrónica. Ciertamente estas etnias protohistóricas han originados los diferentes “grupos étnicos” que existen actualmente (principalmente eslavo, latino y germánico); estos, pese a su gran inestabilidad genética, son sin embargo tipológicamente compactos. Es preciso indicar que algunos de sus peculiares desagregados étnicos formaron, en el devenir de los siglos, diferentes pueblos-naciones, que se organizaron bajo diversas modalidades societales (clanes, tribus, reinos, repúblicas e imperios). Cabe señalar que a partir del siglo IV de la era cristiana, el cristianismo empezó a unificarlos en una comunidad de pueblos-naciones bajo una autoridad espiritual, conocida como Cristiandad, la que empezó desagregarse a inicios del siglo XIV[11]: a partir de este siglo empiezan a formarse los reinos y estados-naciones europeos modernos y sus prolongaciones de ultramar (colonias y neocolonias).
Intisunqu Waman
(Articulo aparecido en la revista semestral Serpiente Emplumada, Ano 1, No. 2, 23 de Diciembre 2007, Solsticio de Verano Austral, Lima- Peru, pp. 43-58)
--------------------------------------
NOTAS:
[1] La inexistencia de esta pretensiosa “identidad supranacional” lo hemos demostrado en uno de nuestros trabajos: Essais amérindiens. L’identité latino-américaine existe-t-elle? Les enjeux néocoloniaux d’une pseudo-identité, Montréal, CRETA, coll. « Pachacuti », 2006, 142 páginas.
[2] Es curioso que cuando estamos ―sea de residentes o de paso― en Estados Unidos de América, Canadá y Europa, sus autoridades así nos clasifican o en su defecto nos dicen de que somos parte de “comunidades hispánicas”: esto prueba que los europeos, eurodescendientes y occidentalizados son incapaces, pese a tener pretensiones de representar ciertos ideales (igualdad, fraternidad, libertad, justicia, paz, derecho…), de aceptar la alteridad no occidental, y si la aceptan lo hacen según su visión occidental moderna. En este sentido, para los occidentales y eurodescendientes, la alteridad no occidental tiene solamente derecho a existir a condición de tener y sostener la misma visión del mundo y su estilo de vida modernista.
[3] En razón a la monopolización del nombre América por parte de los eurodescendientes de la parodia de imperio llamado Estados Unidos de América, quienes se autodenominan: “americanos”, cuando en realidad deben más bien de autodenominarse estadounidenses, el Consejo Mundial de Pueblos Indígenas en 1975, a solicitud del líder aymara Takir Mamani, acordó que los aborígenes del continente, sus representantes, sus hijos adoptivos (eurodescendientes y afrodescendientes que respetan las milenarias tradiciones amerindias) y sus fraternales amigos de ultramar (europeos, africanos, asiáticos, melanesios y polinesios) utilicen el nombre Abya Yala para designar las Américas (América del Norte, América del Sur, América Central y la América Insular). En otro trabajo estudiaremos las manipulaciones hechas por europeos de principios del siglo XVI para hacer del término de origen maya amerriqua una palabra europea (“América”), basado supuestamente en el nombre de Alberic Vespucci, lo cual, como vamos a demostrarlo, es totalmente falso.
[4] Según la ideología científicamente correcta las razas humanas no existen, y quienes sostienen su existencia son “esencialistas” o “racistas” (racistas al revés). Desde el punto de la doctrina tradicional la especie humana está compuesta de diferentes razas, al interior de las cuales existen diversos grupos étnicos. Cuando hablamos de “raza amerindia” no nos referimos con esto a su sola connotación biológica sino más bien a un particular tipo de mentalidad, similar —en muchos sentidos— a la mentalidad oriental. Debido a la complejidad del tema lo estudiaremos in extenso en otro momento.
[5] No solamente a través de la presencia de los eurodescendientes de origen español sino también por intermedio de mecanismos neocoloniales: misiones de paz (en realidad intervenciones armadas); cooperación internacional (las fuentes cooperantes extranjeras juegan un rol muy nefasto); ayuda humanitaria (que sirve de cobertura para la predicación de la “palabra de Dios”); inversiones extranjeras (privadas y públicas); protección del medio ambiente; defensa del patrimonio cultural (buen pretexto para depredarlo); investigación científica; etc. Pese a la aparente bondad e inofensividad de estos medios, sus efectos para nuestros pueblos originarios son realmente devastadores: dependencia, alineación, genocidio, destrucción y embrutecimiento masivo.
[6] René Guénon, aplica esta denominación común a todos los individuos que han salido de Europa, « en cualquier parte del mundo donde se encuentren: así, los americanos y los australianos, para no citar más que a éstos, son para nosotros europeos, exactamente del mismo modo que los hombres de la misma raza que han continuado habitando en Europa. Es muy evidente, en efecto, que el hecho de haberse trasladado a otra región [del planeta], o incluso de haber nacido en ella, no podría modificar por sí mismo la raza, ni por consecuencia, la mentalidad que es inherente a ésta, e incluso si el cambio de medio es susceptible de determinar más pronto o más tarde algunas modificaciones, no serán sino modificaciones bastante secundarias, que no afectan a los caracteres verdaderamente esenciales de la raza [europea], sino que, al contrario, a veces hacen resaltar más claramente algunos de entre ellos. Es así como se puede constatar sin esfuerzo, en los americanos, el desarrollo llevado al extremo de algunas de las tendencias que son constitutivas de la mentalidad europea moderna.» (Introduction générale à l’étude des doctrines hindoues, Paris, Guy Trédaniel Éditeur, 1997 [1921], pp. 15-16)
[7] Sobre este proceso véase: Andrew Gillett (ed.), On Barbarian Identity: Critical Approaches to Ethnicity in the Early Middle Ages, Turnhout, 2002, pp. 39–68; y, Walter Pohl, « Telling the Difference: Signs of Ethnic Identity » in Walter Pohl and Helmut Reimitz (eds.), Strategies of Distinction: The Construction of Ethnic Communities, 300–800, Leiden/New York, Brill, 1998, pp. 17–69; ver también: John Drinkwater and Hugh Elton (eds.), Fifth-century Gaul: A Crisis of Identity?, Cambridge, Cambridge University Press, 1992, pp. 75–83; y Herwig Wolfram, History of the Goths, Berkeley, University of California Press, 1988, pp. 150–171.
[8] No referimos a las tribus bárbaras germánicas que vivían al exterior del imperio romano: godos, ostrogodos, visigodos, francos, alamanas, anglos, sajones, alanos, vándalos, suevos, etc.; éstas tribus, por numerosas razones que obviamos explicar en este corto estudio, comenzaron a invadir la frontera del imperio romano; el que, digámoslo de pasada, no era desde el punto de vista étnico un espacio demográfico homogéneo, ya que pese a la primacía latina en este también existían otras etnias europeas: el espacio de la actual Francia estaba poblada de galo-romanos; la península ibérica de ibero-romanos; las islas británicas de bretones-romanos; etc. La invasión de las tribus germánicas al imperio romano transformó radicalmente su realidad étnica; es así como surgieron –con el paso de los siglos– los franceses (hibridación de galo-romanos + francos + bretones); los españoles (hibridación de ibero-romanos + vándalos + alanos + suevos + visigodos + semitas [árabes y judíos]); los ingleses (bretones-romanos + anglos + sajones); etc.
[9] Los grupos célticos pueden ser considerados como etnias europeas protohistóricas, evidentemente no son los únicos; asimismo, es preciso remarcar que hubieron grandes migraciones humanas de norte a sur y de sur a norte así como de oriente a occidente y de occidente a oriente en todo el planeta, como fue cíclicamente el caso.
[10] Este repoblamiento, porque no se trata de un poblamiento original, justo coincide con el inicio del actual ciclo cósmico llamado Kali-Yuga por la tradición hindú; Edad de Fierro por la tradición greco-latina; etc.
[11] La Edad Media termina en el siglo XIV, correlativamente se inicia el Renacimiento, que es el periodo inicial de la civilización occidental moderna (sobre el particular véase René Guénon, La crisis del mundo moderno, capítulo I “La edad sombría”).