domingo, 30 de agosto de 2009

SILENCIO Y SOLEDAD - René Guénon

Entre los indios de América del Norte, y en todas las tribus sin excepción, existe, además de los ritos de distinto género que tienen un carácter colectivo, la práctica de una adoración solitaria y silenciosa, que se considera es la más profunda y de orden más elevado[1]. Los ritos colectivos, en efecto, tienen siempre, en un grado u otro, algo de relativamente exterior; decimos en un grado u otro, porque, respecto a esto, es necesario naturalmente, en ella como en cualquier otra tradición, establecer una diferencia entre los ritos que podrían calificarse de exotéricos, es decir aquellos en los que todos participan indistintamente, y los ritos iniciáticos. Bien entendido, por lo demás, que lejos de excluir estos ritos o de oponérseles de alguna manera, la adoración de que se trata solamente se les superpone como siendo en cierto modo de otro orden; e incluso hay enteramente ocasión para pensar que para ser verdaderamente eficaz y producir unos resultados efectivos, debe presuponer la iniciación como una condición necesaria[2].

A propósito de esta adoración, se ha hablado en ocasiones de “plegaria” pero eso es evidentemente inexacto, porque no hay en ella ninguna petición, de cualquier naturaleza que ésta pudiera ser; las plegarias que generalmente se formulan en cantos rituales no pueden dirigirse, por otro lado, más que a las diversas manifestaciones divinas[3], y vamos a ver que es de otra cosa de lo que aquí se trata en realidad. Ciertamente, sería mucho más justo hablar de “encantación”, tomando este término en el sentido que hemos definido en otro lugar[4]; podría igualmente decirse que es una “invocación”, entendiéndola en un sentido exactamente comparable al del dhikr en la tradición islámica, pero precisando que se trata esencialmente de una invocación silenciosa y completamente interior[5]. He aquí lo que con respecto a ella escribe Ch. Eastman[6]: “La adoración del Gran Misterio era silenciosa, solitaria, sin complicación interior; era silenciosa porque todo discurso es necesariamente débil e imperfecto, también las almas de nuestros antepasados alcanzaban a Dios en una oración sin palabras; era solitaria porque pensaban que Dios está más cerca de nosotros en la soledad, y los sacerdotes no estaban allí para servir de intermediarios entre el hombre y el Creador[7].” No puede, en efecto, haber intermediarios en semejante caso, puesto que esta adoración tiende a establecer una comunicación directa con el Principio supremo, que es designado aquí como el “Gran Misterio”.

No solamente no es sino en y por el silencio que esta comunicación puede obtenerse, ya que el “Gran Misterio” está más allá de toda forma y de toda expresión, sino que el silencio mismo “es el Gran Misterio”; ¿cómo hay que entender exactamente esta afirmación? Primero, puede recordarse a este respecto que el verdadero “misterio” es esencial y exclusivamente lo inexpresable, que no puede evidentemente ser representado más que por el silencio[8]; pero, además, siendo el “Gran Misterio” lo no manifestado, el mismo silencio, que es propiamente un estado de no-manifestación, es por ello como una participación o una conformidad con la naturaleza del Principio supremo. Por otra parte, el silencio, referido al Principio, es, podría decirse, el Verbo no proferido; por ello, “el silencio sagrado es la voz del Gran Espíritu”, en tanto que éste es identificado con el Principio mismo[9]; y esta voz, que corresponde a la modalidad principial del sonido que la tradición hindú designa como parâ o no manifestada[10], es la respuesta a la llamada del ser en adoración: llamada y respuesta son igualmente silenciosas, siendo ambas una aspiración y una iluminación puramente interiores.

Para que esto sea así, es necesario además que el silencio sea en realidad algo más que la simple ausencia de toda palabra o de todo discurso, aunque fuesen formulados solamente de manera enteramente mental; en efecto, ese silencio es esencialmente para los Indios “el perfecto equilibrio de las tres partes del ser”, es decir, de lo que, en la terminología occidental, puede designarse como el espíritu, el alma y el cuerpo, pues el ser todo entero, en todos los elementos que lo constituyen, debe participar en la adoración para que pueda obtenerse un resultado plenamente válido. La necesidad de esta condición de equilibrio es fácil de comprender, pues el equilibrio es, en la manifestación misma, como la imagen o el reflejo de la indistinción principial de lo no manifestado, indistinción que está asimismo bien representada por el silencio, de suerte que de ningún modo hay motivo para sorprenderse de la asimilación que así se establece entre éste y el equilibrio[11].

En cuanto a la soledad, conviene ante todo destacar que su asociación con el silencio es en cierta manera normal e incluso necesaria, y que, hasta en presencia de otros seres, aquél que hace en sí el silencio perfecto, forzosamente se aísla de ellos por eso mismo; por lo demás, silencio y soledad también se hallan implicados ambos igualmente en la significación del término sánscrito mauna, que es sin duda, en la tradición hindú, el que se aplica más exactamente a un estado como aquél del que hablamos en este momento[12]. La multiplicidad, siendo inherente a la manifestación, y acentuándose tanto más, si puede decirse, cuanto más se desciende a grados inferiores de ésta, aleja pues necesariamente de lo no manifestado; también el ser que quiere ponerse en comunicación con el Principio debe ante todo hacer la unidad en él mismo, tanto como sea posible, mediante la armonización y el equilibrio de todos sus elementos, y debe también, al mismo tiempo, aislarse de toda multiplicidad exterior a él. La unificación así realizada, incluso si no es todavía más que relativa en la mayor parte de los casos, no deja de ser, según la medida de las posibilidades actuales del ser, cierta conformidad con la “no dualidad” del Principio; y, en el límite superior, el aislamiento toma el sentido del término sánscrito kaivalya, que, expresando al mismo tiempo las ideas de perfección y de totalidad, llega, cuando posee toda la plenitud de su significación, a designar el estado absoluto e incondicionado, aquel del ser que ha arribado a la Liberación final.

En un grado mucho menos elevado que ése, y que incluso no pertenece todavía más que a las fases preliminares de la realización, puede señalarse lo siguiente: allí donde necesariamente hay dispersión, la soledad, en tanto que se opone a la multiplicidad y que coincide con cierta unidad, es esencialmente concentración; y ya se sabe qué importancia se da efectivamente a la concentración en todas las doctrinas tradicionales sin excepción, en tanto que medio y condición indispensable de cualquier realización. Nos parece poco útil el insistir más sobre este último punto, pero hay otra consecuencia sobre la cual todavía tenemos que llamar más particularmente la atención para terminar: y es que el método del cual tratamos, en razón de que se opone a toda dispersión de las potencias del ser, excluye el desarrollo separado y más o menos desordenado de tales o cuales de sus elementos, y en particular el de los elementos psíquicos cultivados en cierto modo por ellos mismos, desarrollo que es contrario siempre a la armonía y al equilibrio del conjunto. Para los Indios, según el Sr. Paul Coze, “parece que, para desarrollar el orenda[13], intermediario entre lo material y lo espiritual, sea necesario ante todo dominar la materia y tender a lo divino”; ello en suma equivale a decir que no consideran legítimo abordar el dominio psíquico más que “por lo alto”, no obteniéndose resultados de este orden sino de una manera muy accesoria y como “por añadidura”, lo que en efecto es el único medio de evitar sus peligros; y, añadiremos, ello está sin duda tan lejos como es posible de la vulgar “magia” que demasiado a menudo se les ha atribuido, y que es incluso todo lo que se ha creído ver entre ellos por parte de observadores profanos y superficiales, sin duda porque ellos mismos no tenían la menor noción de lo que puede ser la verdadera espiritualidad.

(*) Este articulo fue publicado en la revista Etudes Traditionnelles, marzo de 1949.
NOTAS:
[1] Las informaciones que aquí utilizamos están tomadas principalmente de la obra del Sr. Paul Conze, L’Oiseau Tonnerre, de donde igualmente extraemos nuestras citas. Este autor da prueba de una notable simpatía con respecto a los indios y a su tradición; la única reserva que habría que hacerle, es que parece fuertemente influenciado por las concepciones “metapsiquistas”, lo que afecta visiblemente a algunas de sus interpretaciones y en especial entraña a veces cierta confusión entre lo psíquico y lo espiritual; pero esta consideración no tiene por lo demás que intervenir en la cuestión de la que nos ocupamos aquí.
[2] Es evidente que, aquí como siempre, entendemos la iniciación exclusivamente en su verdadero sentido, y no cuando los etnólogos abusivamente emplean esta palabra cuando designan los ritos de agregación a la tribu; habría que tener mucho cuidado en distinguir claramente estas dos cosas, ya que de hecho existen ambas entre los Indios.
[3] Estas manifestaciones divinas parecen estar, en la tradición de los indios, repartidas lo más habitualmente según una división cuaternaria, conforme a un simbolismo cosmológico que se aplica a la vez a los dos puntos de vista macrocósmico y microcósmico.
[4] Véase Apeçus sur l'lnitiation, chap. XXIV.
[5] No carece de interés señalar a ese respecto que ciertas turuq islámicas, en particular la de los Naqshbandiyah, practican asimismo un dhikr silencioso.
[6] Ch. Eastman, citado por Paul Coze, es un Sioux de origen, que parece, a pesar de una educación “blanca”, haber conservado bien la conciencia de su propia tradición; tenemos por otro lado razones para pensar que tal caso está en realidad lejos de ser tan excepcional como se podría creer ateniéndose ciertas apariencias totalmente exteriores.
[7] El último término, cuyo empleo sin duda se debe aquí únicamente a los hábitos del lenguaje europeo, no es ciertamente exacto si se quiere ir al fondo de las cosas, ya que, en realidad, el “Dios creador” no puede hallarse propiamente más que entre los aspectos manifestados de lo Divino.
[8] Véase Aperçus sur l'lnitiation, chap. XVII.
[9] Hacemos esta restricción porque, en algunos casos, la expresión de “Gran Espíritu”, o lo que se traduce así, aparece también como siendo solamente la designación particular de una de las manifestaciones divinas.
[10] Véase Aperçus sur l'lnitiation, chap. XLVII.
[11] Apenas hay necesidad de recordar que la indistinción principial de la que aquí se trata nada tiene en común con lo que también puede designarse con la misma palabra incluso tomada en un sentido inferior, queremos decir, la pura potencialidad indiferenciada de la materia prima.
[12] Véase L'Homme et son devenir selon le Vêdânta, 3ª edición, chap. XXIII.
[13] Esta palabra orenda pertenece propiamente a la lengua de los Iroqueses, pero, en las obras europeas, se tiene el hábito, para mayor simplicidad, de emplearla uniformemente en lugar de todos los demás términos de igual significado que se encuentran entre los diferentes pueblos indios: lo que designa es el conjunto de todas las diferentes modalidades de la fuerza psíquica y vital; es por tanto, casi exactamente el equivalente del prâna de la tradición hindú y del k'i de la tradición extremo oriental.

viernes, 21 de agosto de 2009

LOS CABALLOS DE TROYA DEL OCCIDENTE MODERNO

Primeramente precisamos que el estado por el que atraviesa la humanidad en su conjunto es el resultado, por un lado, de los “efectos terminales” de un determinado ciclo cósmico, el cual es llamado en la tradición hindú Kali-Yuga, y que es conocido en la tradición andina del Tawantinsuyu como Tutacyacpacha[1]. De igual modo, subrayamos que este final cíclico se manifiesta por una incontenible “degradación, degeneración y decadencia”, la que, reiteramos, afecta a la humanidad en su conjunto y no solamente a un grupo en particular: aquí se aplica el antiguo dicho que dice: “Cuando llueve todo el mundo se moja”, es decir nadie queda libre de sus efectos, unos en mayor y otros en menor grado.
Por otro lado, es necesario además precisar que dichos efectos terminales no solamente son el resultado del medio cósmico, como lo ha bien precisado René Guénon[2], sino que sus causas también se relacionan directamente con lo que podríamos llamar “estado de pudrición del ser”[3]. Es más, a medida que llegamos al final del descenso cíclico se aceleran exponencialmente estos efectos, en todos los grados de existencia. La presente humanidad en su conjunto, como lo hemos brevemente indicado, no escapa a tales efectos, sin embargo sus manifestaciones en cada grupo humano es diferente, debido a la función que cumplen cada uno de ellos en la economía universal: así pues, como es fácil darse cuenta, la raza europea[4] está a cargo del proceso disociativo y disolutivo, es decir, de acelerar el caos, la corrupción, la discordia y la anomia en todos los niveles de la vida humana. Entonces, ¿qué función cumplen las otras razas humanas (negro-africanas, sino-mongolas, amerindias, polinesias, melanesias, dravidianas, etc.)? Aparentemente éstas cumplen una función pasiva, la que es percibida por europeos, eurodescendientes y occidentalizados como signo de debilidad; los que sufren esta realidad la perciben más bien como complicidad (especialmente por aquellos que empiezan a sacudirse de cinco siglos de letargo espiritual). Ahora bien, desde el punto de vista tradicional, sin ser falsos ambos puntos de vista, no son del todo ciertos, ya que las funciones que tienen las diferentes razas humanas se relacionan con el agotamiento de las posibilidades más inferiores del ser.
Respecto a la raza europea, pensamos que es preciso comprenderla en su génesis, estructura y función con el objeto de fijar, más allá de las justas o exageradas animadversiones y condenaciones, la parte de responsabilidad que realmente le corresponde. Respecto al origen de esta raza, permítasenos brevemente decir lo siguiente: hace aproximadamente 6,000 años un particular grupo humano, el “proto-indoeuropeo”[5], comienza a agitarse por razones cíclicas, luego se divide por razones no bien precisadas en varias ramas: una de estas ramas, la “indo-aria”[6], desciende hacia el sur, al Valle del Indus, donde encontraron bellas ciudades (Mohenjo Daro, Harapa) de la civilización dravidiana, las que fueron devastadas, sus poblaciones se transformaron en esclavos y siervos o fueron arrinconados al centro y sur de la India. Una parte de esta rama[7], conocida como “indoeuropea”, en un determinado momento viró hacia el Occidente (Europa y cuenca del mar Mediterráneo); y se encontraba constituida por un complejo de etnias protohistóricas indoeuropeas (sobre todo celtas, helenos, germanos, latinos y eslavos). Desde entonces comienza la génesis de la raza europea, la que es el resultado de “fusiones etno-genéticas entre indo-europeos” durante el Kali Yuga; es preciso señalar que los últimos eslabones étnicos que conforma lo que René Guénon llama raza europea[8], se ha producido como resultado, de fusiones intra-étnicas hace solamente unos 1,500 años[9]. La raza europea está constituida por los individuos que actualmente habitan Europa así como también por los que han emigrado fuera de ella (así esta emigración haya ocurrido hace siglos, como es el caso de los anglo-americanos, los lusitano-americanos, los verdaderos hispanoamericanos, los franco-americanos, etc.); y si estos últimos siguen perteneciendo a la raza europea se debe esencialmente a que poseen la misma mentalidad que aquella que tienen sus congéneres europeos: la mentalidad europea moderna[10].
Señalamos asimismo que la mayor parte de los que conforman actualmente la raza europea, tienen la intima convicción de que son superiores a las otras razas humanas; por supuesto que niegan esta situación, por ejemplo mediante sus cacareadas ideologías igualitaristas y humanistas (socialismo, marxismo, desarrollismo, altermundialismo, etc.). Esta “convicción”, digámoslo de pasada, no es más que un proceso de autosugestión colectiva que dura ya varios siglos, comienza a fortalecerse con el desbordamiento occidental al exterior del cuadro geográfico europeo, sobre todo a partir del siglo XV[11]. No está demás también precisar que esta “convicción” tiene sus raíces en la adaptación de la tradición hebraica a la realidad geo-cultural indo-europea[12]. Es notorio que esta “convicción” se acrecienta exponencialmente entre los occidentales y occidentalizados a medida que las otras razas humanas permanecen pasivas, como ha sido y es en efecto el caso. Esta “convicción” es el motor que se encuentra tras la ideología y praxis colonial y neocolonial; y saca provecho cuando las otras razas humanas pierden su brújula tradicional debido a que sus representantes se “occidentalizan” (este proceso se lleva a cabo gracias a la perniciosa acción del cristianismo moderno[13]). La cristianización ha sido y es el arma colonial y neocolonial por excelencia de los occidentales y occidentalizados: los especialistas saben que cuando se ha querido y se quiere incorporar a un pueblo no-occidental a los circuitos de la modernidad (económicos, políticos, culturales y religiosos), la mejor forma de hacerlo es no reconocer su identidad tradicional, eliminar su lengua y su milenaria cultura y transfórmalo en dependiente a todo lo occidental moderno: esto se logra gracias a que los representantes de este pueblo se convierten al cristianismo.
Es fácil constatar esto que decimos cuando observamos objetivamente los principales hechos históricos ocurridos desde hace cinco siglos en el continente Abya Yala, las Américas: desde la llegada del europeo moderno (12-10-1492) siempre ha sido bien acogidos y además han contado con la ayuda desinteresada de los poblaciones amerindias, y si en alguna oportunidad estos han sido masacrados se debe a los execrables abusos que ellos mismos cometían contra sus anfitriones amerindios. Como los europeos modernos (principalmente españoles, portugueses, franceses, holandeses e ingleses) venían con el fin de enriquecerse, de apoderarse de territorios y de tener esclavos, esto bajo la cubierta de “ir a enseñar el Evangelio a todas las naciones”[14], se encargaron de sembrar la discordia y dividieron astutamente a los pueblos amerindios; la mejor arma para lograr este objetivo fue la cristianización de los representantes de dichos pueblos, otras de sus armas fue el “mestizaje” (una astuta manera, como dicen los españoles “de sentar sus reales”). Algo que alimentó y consolidó la “convicción” de los europeos modernos fue la valiosa ayuda que les proporcionaron muchos amerindios, convertidos o no al cristianismo (entre los más conocidos tenemos a Malinche, Felipillo, Pocahontas, etc.), quienes preferían traicionar a los suyos que deshonrar su palabra dada; sin ella hubiera realmente sido imposible que se asentaran en el continente Abya Yala. Esta perversa tendencia autodestructiva, como veremos a continuación persiste, veamos bien esto:
En nuestro anterior estudio[15] hemos indicado que son varios los países del continente Abya Yala que tienen una población mayoritaria cuyo genotipo, fenotipo y cultura pertenecen en propio a la raza amerindia[16]; pese a esta innegable realidad, se observa paradójicamente —sobre todo en la mayor parte de sus pretendidos representantes— un conjunto de valores, aspiraciones y actitudes que se caracterizan por una malsana similud comportamental: así pues, en el plano intelectual, por solo hablar de este, éstos siempre buscan un “encuadramiento teórico” de factura occidental moderna, para, según creen, hacer más “aceptable” sus ideas, concepciones, planteamientos y reivindicaciones. Las que son expuestas, en primer lugar y antes que nadie, a aquellos que encarnan « lo correcto y aceptable », es decir a los europeos y a sus descendientes[17], y solo enseguida y con un cierto desden a los pueblos que pretenden representar.
Encontramos también que ciertos representantes de esta poblaciones quienes trabajan, creemos de manera honesta por un nuevo orden (político, social, cultural y hasta espiritual), el cual no debe ser, según creen, un simple arreglo cosmético ni mucho menos la prolongación del “orden establecido” por la devastadora irrupción contratradicional española del siglo XVI. Este orden se perpetúa a través de un sibilino neocolonialismo, el mismo que se encuentra tenazmente implantado incluso en lo más profundo de la visión de la realidad, del modo de vida y del sistema de valores de los neocolonizados, sobre todo amerindios y afrodescendientes, quienes generalmente no tienen la menor consciencia de esto. Ante tal anómala situación nos preguntamos: ¿Cómo es posible ir más allá de un “arreglo cosmético” de la aplastante realidad que tiraniza desde hace más de cinco siglos a las poblaciones mayoritarias de México, Guatemala, Belice, Honduras, Nicaragua, El Salvador, Panamá, Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú, Bolivia y Paraguay, si las ideas y concepciones que animan y direccionan a sus “esclarecidos” representantes, por “indígenas” que estos que sean, están relegadas y subordinadas a las representaciones de la realidad, al modo de vida y al sistema de valores propias del mundo semítico-indoeuropeo moderno?
Es bastante notorio que los aludidos representantes para poder hablar y actuar con “autoridad”, se invisten y revisten de un lenguaje altisonante cargado de “expresiones referenciales”[18], las que en resumidas cuentas no son más que una suerte de “malabarismos huecos” con cierta apariencia de intelectualidad, fabricados en base a concepciones indiscutiblemente de factura occidental moderna: 1) los argumentos teológicos de la religiosidad cristiana[19] (católica, protestante, anglicana y sus miles de sectas, que son calificadas abusivamente de “religiones” y/o “iglesias”); 2) la ideología del “progreso”, a través de sus variantes evolucionistas (biológica, económica y cultural); 3) las modas culturales y políticas (romanticismo, socialismo, marxismo, psicoanálisis, ideología del desarrollismo, ideología de los derechos humanos, ecologismo, altermundialismo, etc.); y 4) las ridículas contraformas y parodias de la “nueva era”[20] (teosofismo, espiritismo, rosacrucismo, naturismo, neohinduismo, neosufismo, neochamanismo, neobudismo, fenómeno ovni, raëlismo, chanelismo, etc.)
Una de las más extrañas e inquietantes actitudes que caracteriza a estos individuos, quienes por simple oportunismo se presentan, casi siempre, como “herederos de las culturas indígenas”, es que se resisten, por ejemplo, a admitir la existencia de un saber que no sea directa o indirectamente occidental moderno; excepcionalmente, si algunos admiten que efectivamente existe “algo diferente a dicho saber”, sin embargo por un proceso que refleja más la deformación intelectual que los caracteriza, efectúan, sobre la base de dicho saber profano y cuantitativo, una validación de ese “algo”, de cual alardean ante sus ingenuos auditores occidentales y occidentalizados pero que evidentemente ignoran por completo. Todo esto debido, como lo hemos brevemente indicado líneas arriba, a la deformación intelectual que han sufrido y sufren desde su más tierna infancia mediante ese brutal “lavado cerebral” al que llaman “educación moderna”[21], y del cual se sienten orgullosos. Esta línea de pensamiento y acción es reforzada continuamente por una obsesiva búsqueda —que muchas veces raya en la locura— por todo lo que es occidental moderno, a tal punto de que estos individuos se vuelven funcionalmente incapaces de comprender que existe una sabiduría de origen no-humana[22] vehiculada por las tradiciones amerindias, que no tiene absolutamente nada que ver con el saber moderno. Algunos de estos individuos, en su fatua presunción modernista, llegan incluso a sostener que ese “algo”, que como lo hemos dicho, no comprenden realmente, es una suerte de pensamiento precursor del saber moderno, al que califican, sin realmente comprender ni su naturaleza ni su funcionalidad de “saber folklórico” o de “sabiduría de nuestros ancestros”[23]; la que, digámoslo solo de pasada, no es mas que una degeneración de la verdadera sabiduría tradicional. Otros, muchos más osados que éstos últimos, pretenden también de que ese “algo” se asimila a las concepciones de la filosofía occidental antigua y moderna, a la que toman como “modelo de sabiduría”: para nosotros esta pretensión es una prueba declarada de supina ignorancia de estos individuos que están lejos de comprender el pensamiento tradicional que subyace en los menores detalles de la vida cotidiana de nuestros pueblos[24].
Otra actitud de este mismo tipo de gente, por cierto no menos asombrosa que la anterior, se encuentra relacionada con lo que podríamos llamar su “pretensión étnico-racial”: generalmente estos individuos, pese a su evidente carga genético-cultural amerindia, a la que son incapaces de reconocer ante un espejo, se autodefinen mediante una indefinitud étnico-racial que llaman, en forma totalmente irresponsable, “mestizo”. En realidad no se trata para nada, incluso según los mismos criterios de la ciencia occidental moderna, sobre todo de la genética de poblaciones, ni de “mestizo” ni menos de “mestizaje”[25], sino más bien de un entramado psicopatológico que los hace avergonzarse no solamente de si mismos sino de comportarse como si fueran unos simples alienados. Nos explicamos mejor sobre este delicado asunto: en primer lugar, quede claro que en ningún momento negamos de que ha existido un cierto “mestizaje”, que en estricto sentido no fue mas que un “hibridismo biológico”, el mismo que fue de carácter excepcional y no una práctica generalizada como comúnmente se suele creer[26]. Además de esto, esta “hibridación” ocurrió en un pasado remoto, es decir no se trata, como se dice en jerga genética de un cruce en “primera generación”. Y si nos atenemos a las leyes de la herencia genética habría mucho que reflexionar sobre lo que ocurre con los genotipos y fenotipos amerindios y europeos que se entrecruzan durante varias generaciones, como es el caso de las poblaciones de los países que hemos mencionados. Conviene también señalar que, según la genética, la “raza europea” es mucho menos estable, por lo tanto genéticamente más asimilable que la “raza amerindia”; es por esta razón que ésta, es decir la raza amerindia, es la que “absorbe” a la raza europea y no lo contrario como creen los eurodescendientes y los acomplejados “mesticillos”[27]: esto que afirmamos será, dentro de dos próximas generaciones, mucho más evidente; por el momento ya se observan evidentes expresiones fenotípicas mayoritariamente amerindias en países como México, Guatemala, Belice, Honduras, Nicaragua, El Salvador, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Paraguay !
Ahora bien, es preciso comprender que la mayor parte de “mestizos”, quienes son llamados en países centroamericanos bajo el certero mote de “ladinos”, son vectores, conscientes o inconscientes, de una agresiva ideología racista contra sus profundas raíces genético-culturales[28]; esta ideología sostiene que las identidades española, amerindia y en menor grado la afro-descendiente negro-africana[29] se han “fundido” y “confundido” en una nueva identidad homogénea y cualitativamente superior[30], la que, según creen, no puede ni debe ser identificada con las identidades étnico-raciales que le dieron origen. Esta pretendida nueva identidad mestiza no es mas que una arma letal para lograr la exterminación de la raza amerindia; como lo venimos de mencionar: no negamos que existió un mestizaje como actualmente existe en otras partes del mundo[31], pero estuvo principalmente centrado, —entre los siglos XVI y XIX— en las aglomeraciones urbanas coloniales; es por esta razón que actualmente la población rural de los países mencionados es casi en su totalidad amerindia[32]. Antes de concluir esta parte, precisamos que el susodicho “mestizo”, quien, digámoslo claramente y sin tapujos, es un amerindio occidentalizado sin raíces, que “idolatra” no solamente todo lo que es de origen semítico-indoeuropeo sino que por su evidente estado psicopatológico de alineación identitaria, individual y colectivamente, es un relicto viviente del colonialismo español[33]; en nuestros territorios, éste es el más peligroso defensor del “orden establecido”[34] por los invasores y colonos españoles desde el siglo XVI; es más cristiano que los mismos europeos y eurodescendientes (quienes por lo general son materialistas con mascaras religiosa); y es el mejor aliado y cómplice[35] de los eurodescendientes y de las potencias occidentales. En resumen, podemos decir que el “mestizo”, sobre todo hablamos del occidentalizado, es quien hace posible que los gobiernos surgidos tras las “independencias nacionales” o tras insurrecciones nacionalistas del siglo XX, sean no solamente los conductores de un permanente proceso de occidentalización sino que además legitima —con su sola presencia—: la destrucción de nuestras civilizaciones, el genocidio de nuestros ancestros, la diabolización de nuestras tradiciones, el régimen del terror imperante, el saqueo y expoliación de recursos de nuestros territorios y riquezas, y también contribuye a consolidar las estructuras de una organización socio-económica injusta a la que los eurodescendientes somete a nuestros pueblos.
Si observamos con cierta objetividad los principales hechos históricos acontecidos en el continente Abya Yala (las Américas) durante los últimos cinco siglos, constataremos que desde 1492 el europeo (invasor, colono o inmigrante) se ha dedicado, directa o indirectamente, a exterminar a su población aborigen[36]. Así pues, hasta ahora, los europeos y sus descendientes nos ha negado todo: se nos ha dicho que no somos aborígenes de este continente sino más bien de que también somos “colonos”, y que hemos llegados al igual que ellos del exterior del mismo —a través del Estrecho de Bering— solamente unos cuantos siglos antes que los europeos y sus descendientes[37]; que no somos una raza sino mas bien que somos una mezcla heteróclita de protomongoles, melanesios, australianos y europeos; que no hemos conocido ni la rueda ni el fierro, cuando su utilización fue uno de nuestros tabúes tradicionales, en otras palabras estaba prohibida utilizar la rueda y el fierro para “fines prácticos”[38]; que la milenaria espiritualidad tradicional amerindia era y es una mezcla de panteísmo, animismo y practicas bárbaras (idolatría, sacrificios humanos, antropofagia); etc.
Algo curioso, en nuestro peregrinaje por territorios del continente Abya Yala, nos hemos encontrado con individuos que no solamente se identifican orgullosamente como “mestizos” sino que creen que por el solo hecho de portar nombres y apellidos europeos (en nuestro caso españoles)[39]; de tener un pasado colonial hispánico[40]; de hablar el español al que idiotamente llaman “castellano”; de caminar disfrazados de occidentales modernos; de sentirse inferiorizados por su carga genético-cultural amerindia; de practicar la religiosidad cristiana en cualquiera de sus variantes sectarias (a las que llaman sin ningún fundamento, como lo hemos mencionado, “religión”); de haber sido “educados” en función al imaginario y valores eurocéntricos; etc., les otorga el derecho e incluso el deber de afirmar —entre otras tonterías— que su “madre patria” es España; que gracias al cristianismo hemos salidos del “salvajismo y la barbarie”; etc. Para el colmo, muchos de estos infelices —por lo general citadinos— se presentan como protectores de “la cultura de nuestros ancestros indios”, asumiendo poses “indianistas” o “indigenistas”; otras veces se camuflan de luchadores sociales trabajando por los “derechos de los trabajadores”, por los “derechos humanos”, por la “democracia” e incluso venden la idea que trabajan por el “desarrollo integral de sus pueblos”: estos saben perfectamente que dichas palabras son simples estratagemas para seguir embobando a las mayorías nacionales de sus países; simples temas de café que forman parte de una inmensa veta a explotar para exclusivo beneficio suyo y de sus amos, los eurodescendientes.
Quede claro que lo que hemos dicho a propósito de los llamados “mestizos”, es cierto también, sin diferencias substanciales, para amerindios y afrodescendientes negro-africanos occidentalizados; ambos grupos son víctimas, sean pasivas o activas, de un continuo proceso de occidentalización, al que muchos de ellos consideran como algo “natural”. En el caso amerindio, el proceso ha corrido en paralelo a la destrucción o profanación de los centros sagrados amerindios, que no eran —digámoslo solo de pasada— propiamente dichos “ciudades” en su acepción moderna. Las que son, ni más ni menos, que perniciosos focos de degradación y degeneración humana, y permanecerán como tales hasta que no se comprenda que ellas —por su condición profana y cuantitativa— marchan en sentido opuesto a la razón por la que existe el ser humano sobre nuestro planeta. Así pues, el medio rural, es, de alguna manera, una coraza gracias a la cual muchos grupos amerindios han mantenido su raíces identitarias y preservan, incluso contra el proselitismo modernista[41], sus lenguas amerindias; sus mitos, ritos, símbolos y prácticas espirituales tradicionales; sus modelos societales; etc. Pese a lo afirmado, somos conscientes que muchos amerindios, incluso quienes viven en medio rural, buscan la oportunidad o el menor pretexto para, como ellos mismos dicen, “desindianizarse”: para nosotros todo esto no es más que algunos de los efectos terminales de la caída cíclica que afecta a la humanidad en su conjunto[42].
Entonces, antes de poner nuestras “manos en acción”, como dicen los que siempre están dispuestos a agitarse por no importa que nueva locura, lo primero que debemos hacer es tomar consciencia de lo que realmente somos: particularmente desde el punto de vista genético-cultural, y no en razón de la cáscara que ha sido deformada desde nuestra infancia, que se odia así mismo y que es incapaz de reconocerse frente a un espejo. Si no hacemos esto, nuestra intimidad ontológica seguirá poblada por “espíritus maléficos”, es decir seguirá colonizada por el espíritu occidental moderno... y toda la agitación social y política que hagamos siempre será un banal maquillaje de nuestra miseria individual y social... seguiremos siendo vulgares caballos de Troya del Occidente moderno dispuestos a seguir viéndonos a través de los ojos del invasor, colono y descendiente europeo...a seguir besando manos y comiendo las sobras que ellos dejen. Es por ello que lo primero que tenemos que recuperar es nuestra dignidad, sin ella no somos absolutamente nada, y para recuperar nuestra dignidad tenemos que revivificar nuestros milenarios mitos, ritos, símbolos y practica espirituales tradicionales...
Por la Paz sobre la base de la Justicia... sin Justicia no es posible la Paz...

Intisunqu Waman

(Articulo aparecido en la revista semestral Serpiente Emplumada, Ano 2, No. 1, 21 Junio 2006, Solsticio de Invierno Austral, pp. 51-67).
NOTAS:

[1] Al respecto véase Juan de Santa Cruz Pachacuti Yamqi Salcamaygua, Relación de las Antigüedades deste reyno del Perú, Lima, Colección “Libros y Documentos Referentes a la Historia del Perú”, 2e serie, IX, 1927 [reproducción de la versión de 1613], p. 131.
[2] En su obra La Gran Triada, 1946, capitulo XIII: “El ser y el medio”.
[3] Nos referimos al ser en tanto ser y al particular estado en el que se encuentra como consecuencia de su alejamiento respecto a su centro atemporal y no-espacial; este hace que vague caóticamente por la periferia de la Existencia universal, siendo atraído por los estados inferiores del ser: este particular estado es conocido en las formas religiosas de la Tradición primordial (judaísmo, cristianismo o islamismo), como “infierno”.
[4] Como a menudo hablamos en nuestros trabajos de “raza”, en próxima ocasión haremos una exposición sobre la doctrina tradicional de las razas humanas.
[5] Precisamos que decimos “grupo” porque no se trata realmente de la raza llamada blanca como creen muchos racistas occidentales, sino más bien de unos de sus ramas existentes como vestigios de manvantaras anteriores (un manvantara es un grado de la Existencia universal, es decir un ciclo cósmico mayor que tiene una duración de 64,800 años). Según los datos tradicionales, el “hogar central” de este grupo, que por razones de comodidad llamamos “proto-indoeuropeo”, se encontraba en las regiones hiperboreales y que a inicios del Kali Yuga (otro grado de la Existencia universal, un ciclo menor respecto al manvantara) emigró hacia el sur, focalizándose transitoriamente en el Asia central (de este foco partieron, según los ciclos cósmicos, diversas olas migratorias a distintos puntos geográficos). Contrariamente al dato tradicional, la versión evolucionista moderna afirma que el origen de este grupo se encuentra en el África: que un prehomínido en proceso de hominización, ha emigrado ―a través del Oriente medio―, dividiéndose en varias ramas: uno de los cuales se dirigió a Europa, la que a su vez se dividió en otras ramas; otra rama se dirigió al Asia central, dividiéndose igualmente en otras (según esta versión evolucionista, han existido también otras ramas que han desaparecido). Esta parte de la “teoría evolucionista”, como veremos detalladamente en otra ocasión, no puede explicar realmente la biodiversidad humana, y creen de que esta, por ejemplo, se debe a cierta adaptación humana a un particular medio geográfico, el cual, según creen, generó una mutación en las células de epidérmicas para que estas concentren mayor o menor cantidad de melanina (esto a fin de explicar el color de la piel), etc.
[6] Nos vemos obligados a precisar que no tomamos el término “indo-ario” en el sentido de “raza aria”, tal como fue concebida por el inventor de dicho término, el orientalista suizo, Adolphe Pictet (1799-1875); al respecto consultar su libro, Les origines indo-européens ou les Aryas primitifs, Paris, J. Cherbuliez Editeur, 1859, tomo 1, libro primero: “Ethnographie et géographie”.
[7] Otra rama de este grupo, conocido como “indo-iraniana” (hititas, hickos, persas, partos, etc.), se enrumbó hacia Sud-oeste, desbastando a su paso diversas civilizaciones (mesopotámica y siro-palestiniana), cuyos habitantes pertenecían probablemente al grupo proto-semita, ligado a su vez a la raza roja proveniente de la Atlántida septentrional (a la que no hay que confundir con la Atlantida meridional).
[8] Véase, Introducción general al estudio de las doctrinas hindúes, primera parte, capitulo 1.
[9] A propósito de esta afirmación, véase nuestro articulo “¿Existen verdaderamente la llamada América Latina y los susodichos latinoamericanos?”, Serpiente Emplumada, Año 1, No 2, Solsticio de Verano Austral - 2007, pp. 44-45, nota 7 y 8. Respecto a la datación indicada, los europeos modernos no aceptan esta realidad, y más bien hacen remontar su presencia en Europa a un fantasioso pasado que se remonta por lo menos al Homo neandertanlensis, es decir, casi al inicio del presente manvantara (hace unos 60,000 anos). Anotamos solo de pasada un hecho de antropología física: el llamado “Hombre de Neandertal” es a menudo representado como teniendo ojos azules, cabello rubio o castaño, piel clara, etc., sin embargo, la realidad es que este físicamente se parecería mucho más por ejemplo a un aborigen de Australia que a un europeo moderno.
[10] René Guénon, op.cit., ibid.
[11] Es cierto que las cruzadas fueron los primeras esbozos de desbordamiento fuera del cuadro geográfico europeo, pero la diferencia fundamental con lo que empezó a partir de las primeras expediciones portuguesas y españolas a partir del siglo XV, es que estas no se sustentaban, pese a que los occidentales y occidentalizados afirmen lo contrario, en la guerra vista como un medio tradicional para aproximarse a los centros sagrados de las tradiciones cristiana e islámica. Los invasores y colonizadores portugueses y españoles fueron, ni más ni menos que simples profanos ávidos de tierras, esclavos y riquezas.
[12] Esta adaptación providencial se operó esencialmente en tres lugares o mundos tradicionales, los que contenían los elementos fundamentales a partir de los cuales se formó la religión cristiana: Jerusalén (centro sagrado del mundo judío, sede del colegio apostólico), Antioquia (centro intermediario, donde los contenidos tradicionales venidos del mundo judío se armonizaron con otros pertenecientes al mundo griego) y Roma (sede del poder romano, donde se operó la transformación decisiva). Por lo delicado del tema y sus directas implicancias con el mundo amerindio, lo abordaremos detalladamente en otro momento.
[13] Quede bien claro que nosotros no hablamos de tradición cristiana sino más bien de “cristianismo moderno” (que surgió entre los siglos XIV y XVI): entre el primero y el segundo existe tanta diferencia, como la que hay entre un chimpancé y un ser humano!
[14] Esta “consigna evangélica”, como lo demostraremos en otro momento, no se refería al hecho de ir a “predicar” sino más bien de “ir a enseñar el Evangelio”; además, no era una orden para ir a “todas las naciones” sino mas bien a las "naciones" que se encontraban en el mundo romano; es decir, no era una orden crística para ir a convertir a las naciones china, japonesa, nahua, maya, quechua, wendat, etc., al cristianismo; esto ha sido comprendido de esta manera por los europeos modernos porque justificaba en toda legalidad el naciente expansionismo colonial europeo.
[15] Cf. « ¿Existe verdaderamente la llamada “América Latina” así como los susodichos “Latinoamericanos”? », in Serpiente Emplumada, Año1, No 2, Solsticio de Verano Austral 2007, pp. 29-58.
[16] Ibid., p. 44, nota 4.
[17] Ibid., pp. 44-45, nota 6 y p. 48, nota 16. En estas notas precisamos lo que entendemos por eurodescendiente, además puntualizamos que su carácter nefasto radica en su particular tipo de mentalidad, que es, lo reiteramos, absolutamente antitradicional.
[18] Las “expresiones referenciales” que aludimos están compuestas por instituciones, usos y costumbres, lenguajes, etc. En esta oportunidad nos referimos solamente al “lenguaje” que utilizan los occidentalizados: se trata de un aderezo de expresiones y términos europeos; los que, según creen, hace mucho más convincente su modalidad discursiva. Aprovechamos de la ocasión para remarcar la profusión de raíces greco-latinos en eso que llaman “lenguaje científico”, que usan para impresionar y dar un aire de seriedad a sus mediocres concepciones.
[19] Nótese bien que hablamos de religiosidad y no de religión; ciertos especialistas confunden la primera con la segunda; no se trata de lo mismo, la religiosidad no es más que una expresión sentimental, individual y colectiva, que se manifiesta —por ejemplo— en un moralismo sin base doctrinal ni cultual. Una religión, para que sea calificada como tal, necesariamente comporta tres elementos: doctrina, culto y moral. Generalmente se suele creer que la población de los países en mención es cristiana, porque esta simplemente así lo declara, sin embargo basta observar el modo, estilo y concepción de vida que anima y dirige su vida cotidiana para comprender que estamos ante individuos que no se diferencian absolutamente en nada de quienes profesan un materialismo filosófico (ateos o agnósticos): ¿Cómo es posible entonces autocalificarse de cristianos cuando su modo, estilo y concepción de la vida es indiscutiblemente materialista? La llamada “religiosidad popular”, denominación inventada por quienes rechazan a priori la realidad de lo sagrado en su manifestación “religiosa”, representa una ridícula parodia del aspecto moral de las formas tradicionales particulares nacidas del tronco abrahámico.
[20] Las devastaciones que originan los representantes occidentalizados de este movimiento en las sociedades amerindias son verdaderamente alarmantes; en otro trabajo nos explicaremos mejor sobre estas devastaciones.
[21] Habría mucho que decir a propósito de la alardeada “educación moderna” y sus perversos frutos, como son: la cretinización de la población por acrecentamiento de la alineación identitaria; la destrucción del saber tradicional; el reforzamiento del individualismo; etc.; de igual modo, debido a su gran importancia lo dejamos para otro estudio.
[22] Cuando escribimos “sabiduría de origen no-humana”, muchos, en el mejor de los casos, lo asocian con “lo religioso”, otros con ideas francamente aberrantes como la de “extraterrestres”, no se trata de nada de esto, sino más bien de la irrupción y manifestación de lo sagrado en la vida individual y social: el llamado “fenómeno religioso” es una de sus manifestaciones, y aclaramos que no es la única.
[23] Esta enfermiza tendencia la observamos en los ideólogos indianistas (amerindios occidentalizados que luchan contra el Occidente moderno pero sin salir un milímetro del marco intelectual occidental); un buen ejemplo de esto lo podemos percibir en los trabajos del Arq. Carlos Milla Villena (ver su libro Génesis de la Cultura Andina, el cual es interesante en muchos aspectos pero cuya finalidad es demostrar que los pueblos andinos prehispánicos tuvieron un saber empírico naturalista, es decir precursores de algunas ciencias y artes modernos: para quienes conocen los prolegómenos del milenario saber tradicional esto es simplemente una aberración!)
[24] Tal es el caso de Miguel León Portilla (véase su tesis de doctorado: La Filosofía Náhuatl. Estudiada en sus Fuentes, México, Instituto Indigenista Interamericano, 1956, 344p.), quien es un eurodescendiente, por lo tanto esta disculpado de sostener que la Sabiduría náhuatl no es otra cosa que un tipo de “filosofía”. Pero este no es el caso de otros individuos que siendo amerindios hablan realmente sin ningún fundamento de “filosofía inka”, “filosofía maya”, “filosofía náhuatl”, etc. (ver nuestro articulo « Algunas necesarias precisiones sobre una supuesta “sabiduría indígena” », in Abya Yala, año 1, no 2, Solsticio de Invierno 2003, pp. 45-57; en donde criticamos el trabajo del ideólogo indianista Javier Lajo Lazo).
[25] Muchos amerindios cuando migran a vivir en las ciudades dejan de ser amerindios y se transforman mágicamente en “mestizos”; otros, por el hecho de habitar en ciudades, creadas por españoles y eurodescendientes, desde hace algunas generaciones se autodenominan “mestizos” y se creen superiores al amerindio que vive en medio rural.
[26] Contrariamente a nuestra afirmación, Javier Lajo Lazo sostiene que hubo una « violación masiva de mujeres indígenas », esto nos parece exagerado (Ver su artículo « Historia y Doctrina del Colonialismo interno », in Abya Yala, Año 1, no 1, Solsticio de Verano 2003, p. 77). No hay que olvidar que los españoles, desde fines del siglo XV, han oficialmente practicado la política racista llamada “pureza de sangre”. En la etapa comprendida entre la invasión de los territorios amerindios los españoles violaron a muchas mujeres amerindias, quienes asumían tres alternativas: se suicidaban, abortaban o parían los “frutos” de la violación. Asimismo, conviene señalar que hubo mujeres amerindias cómplices del invasor y del colono hispano, con quienes tuvieron hijos. Durante la época colonial las autoridades y colonos españoles trajeron mujeres ibéricas con las que tenían sus hijos (los “criollos”): en esta época, las mujeres amerindias eran, en forma esporádica, violadas por la soldadesca, encomenderos, corregidores, curas y colonos españoles pariendo “mestizos”, quienes por lo general continuaban en el mundo amerindio gracias a sus madres indígenas; pocos de ellos se incorporaban al mundo colonial hispano, y cuando esto sucedía era en calidad de sirvientes, jamás formaron parte de los clanes endogámicos españoles.
[27] Para profundizar este tema ver segunda parte, capitulo 1 de nuestro: Essais amérindiens. L’Amérique latine existe-t-elle? Les enjeux néocoloniaux d’une pseudo-identité, Montreal, CRETA, colección « Pachacuti », 2005, 141p.
[28] Esta violencia es una respuesta contra los gobiernos y las élites económicas, sociales y políticas que se niegan a asumir su responsabilidad en la producción y reproducción de las enormes fracturas económicas, sociales y culturales que alimentan, potencian y prolongan la violencia colonial y neocolonial por más de cinco siglos!
[29] Precisamos “afro-descendientes negro-africanos” ya que no todos los afro-descendientes son negro-africanos; porque hay árabes y beréberes originarios del África del Norte, o incluso la mayor parte de etíopes (quienes no pertenecen a la raza negra sino mas bien son descendientes de dravidianos emigrados en el África oriental). La mayor parte de negro-africanos que llegaron en calidad de esclavos a nuestros países, llegaron principalmente del África Central (Congo, Nigeria, Costa de Marfil, etc.)
[30] Esta nueva identidad es llamada “raza cósmica” (más bien diríamos “cómica”), “identidad latina”, “identidad hispánica”, etc. Nótese que en estas expresiones siempre se toma como patrón de referencia lo europeo moderno. En nuestra obra Essais amérindiens. L’Amérique latine existe-t-elle? Les enjeux néocoloniaux d’une pseudo-identité, op.cit., especialmente en la segunda parte (« Las Realidades de la Otra América »), capítulo I, II y III, hemos hecho una severa crítica a todas estas absurdidades.
[31] En el mundo musulmán es corriente observar hibridaciones entre grupos etno-raciales diferentes: negro-africanos + árabes; beréberes + árabes; indoeuropeos + árabes; negro-africanos + indoeuropeos; etc.; esto no implica que se promueva ex profesamente dicho “mestizaje” para “mejorar” a otro grupo étnico-racial bajo el modelo de otro, sino que este mestizaje surge espontáneamente, al influjo y soporte espiritual de la tradición islámica.
[32] De igual modo, los eurodescendientes, sean descendientes de los invasores y colonos españoles o retoños de inmigrantes europeos de la “gran oleada migratoria del siglo XIX”, no son “mestizos” sino eurodescendientes, así sean pobres. Esto no significa que estamos ante grupos alógenos cerrados absolutamente en si mismos, sino que existe “trasvases genético-culturales estratégicos”, los que no son una realidad cotidiana, sino más bien una excepcionalidad (esto mismo ocurre en Europa, América del Norte). Así pues, si nos centramos en los países de nuestro estudio vemos que ni eurodescendientes ni afro-descendientes negro-africanos pueden ser calificados de “mestizos”: afirmar esto es una grosera aberración!
[33] Es bueno precisar que las llamadas independencias de los países en mención fueron movimientos de elites de eurodescendientes (criollos), quienes no representaban los intereses de la población mayoritaria de ese entonces, es decir de las poblaciones amerindias. Los eurodescendientes, con sus nuevas repúblicas proclamaron como idioma oficial el castellano, que era hablado —en aquel entonces— por solamente el 10% de la población; ratificaron como única religión oficial, la católica romana, condenando como idolatría y brujería la espiritualidad amerindia; asimismo, disolvieron los territorios indígenas que gozaban de autonomía política (tal fue el caso de la nación mapuche, de que pese a que fue reconocida por la corona española como tal, sin embargo los criollos chilenos lo eliminaron en vista de su modelo de “estado-nación”), y expropiaron las tierras comunales mapuches, sometiéndolos a un régimen semi-feudal. No hay que olvidar tampoco que el control efectivo del territorio estaba en sus manos o en la de sus marionetas “occidentalizadas”.
[34] Si este “orden”, que es, desde el punto de vista tradicional, por decir lo menos, un “desorden”, se mantiene como tal, se debe a los “occidentalizados”, y subsistirá como tal mientras que estos amerindios, porque en realidad lo son, continúen avergonzándose de sus verdaderas raíces genético-culturales.
[35] En relación a la complicidad que mencionamos, nos referimos con ello por ejemplo a la responsabilidad penal en la que incurren, según el derecho internacional vigente, aquellos que conmemoran actos genocidas, sean estos pasados o presentes. Entre los muchos ejemplos que podemos evocar basta por el momento uno solo: los festejos que realizan eurodescendientes y occidentalizados por motivo del pretendido “descubrimiento de América”.
[36] Tomamos el término « aborigen » en su sentido etimológico: ab origine, (literalmente: « desde el origen»), es decir, los pueblos cuyos ancestros se encuentran en el origen del poblamiento original de las Américas (Abya Yala).
[37] Esta hipótesis es actualmente no solamente una teoría sino para gran mayoría una realidad incontestable, pese a ello existen, incluso desde el punto de vista de la ciencia moderna, pruebas antropológicas que demuestran otras posibilidades: Niède Guidon, antropóloga y arqueóloga franco-brasilera, y su equipo científico, después de trabajar más de 20 años en el Parque Nacional Sierra de Capivara, Estado de Piauí (Brasil), afirma haber encontrado restos humanos de hace 50,000 años. Este hallazgo contradice totalmente la teoría más aceptada actualmente, y que es venerada casi como un dogma indiscutible, grosso modo esta teoría sostiene que el paleoindio ha pasado del Asia hacia el continente americano a través de un corredor emergido en el Estrecho de Bering hace unos 12.000 años, final de la glaciación Wisconsin. Sin embargo, los descubrimientos arqueológicos de Monte Verde (Chile), de Pedra Furada (Brasil) así como de la Sierra de Capivara (Brasil) muestran que en América del Sur existen sitios más antiguos que en la América del Norte. Esto está obligando a repensar una teoría que admita la existencia de varias entradas al continente americano por grupos procedentes de lugares diferentes y en épocas diferentes. Véase la información especializada en Archeologia, Nº 295, París, noviembre-1993; así como los trabajos de: Marie-Bernadette Arnaud, Laure Emperaire, Niède Guidon, Joël Pellerin, L'Aire archéologique du sud-est du Piaui (Bresil), vol. 1. Mission Archéologique Franco-Brésilienne, nº 16, París, Éditions Recherche sur les Civilasations, 1984; N. Guidon, M.F. Luz, C. Guerin, M. Faure, « La Toca de Janela da Barra do Antonião et les autres sites paléolithiques karstiques de l’aire archéologique de São Raimundo Nonato (Piauí, Bresil): état des recherches.» Actes XII Congrès international Sciences préhistoriques et protohistoriques (Bratislava, septembre 1991), Bratislava, vol. 3, 1993, pp. 483-491). Según lo que afirman las milenarias tradiciones amerindias el proceso migratorio ha sido más bien al revés, desde nuestro continente hacia el Asia (respecto a esto véase Archie Fire Lame Deer, Le Cercle Sacré, Paris, Albin Michel, coll. « Terre indienne », p. 197; y Leonard Crow Dog, Four Generations of Sioux Medicine Men, Kansas, en la introducción).
[38] Por ejemplo es poco conocido por los especialistas que ciertos pueblos amerindios utilizaron —en forma restringida— el fierro de origen celeste (meteoritos).
[39] El nombre y apellido que porta una persona representa la referencia para identificarse a sí mismo, y de ser identificado por los demás. El 98% de los apellidos que portan actualmente amerindios (en los países que hemos mencionado), no se originan ni proceden de parentescos étnicos, es decir no se originan de patronímicos genealógicos europeos. En cambio, los apellidos que portan los eurodescendientes sí tienen una filiación genealógica, la que se remonta a un ancestro común europeo; esto significa que en los eurodescendientes no existe una ruptura patronímica sino más bien hay una continuidad genealógica. Contrariamente a esta realidad, estos mismos apellidos en el nombre que orgullosamente portan amerindios, este no tiene ninguna filiación patronímica con ancestros europeos, lo que es obvio, pese a que absurdamente se pretenda lo contrario. Así pues, los apellidos que portan en su nombre en la actualidad amerindios se originaron en el proceso de la invasión y coloniaje español; en esa época los apellidos que se otorgaban a los indígenas eran ni más ni menos que nominativos que funcionaban como “marcas distintivas que acreditaban propiedad sobre los indígenas”, esta propiedad era de los invasores y colonos, de miembros de la iglesia católica, etc., quienes imponían sus apellidos a los amerindios, con el objeto de mejor identificar su propiedad privada. La iglesia católica “bautizando en masa a los indios” imponía nombres y apellidos españoles; lo cual facilitaba la creación de “pueblos de indios” así como el mantenimiento de misiones y parroquias. Entonces el nombre y apellido español que se otorgaba al amerindio era un burdo mecanismo para el control ideológico y militar, el cual facilitaba el cobro de diezmos e impuestos. Por lo brevemente indicado nos resulta un chiste de mal gusto cuando vemos que los acomplejados “mesticillos” buscar su árbol genealógico en España. Pregunta: ¿Por qué estar orgulloso de un apellido que no tiene nada que ver con su pertenencia genético-racial? (Sobre el particular aconsejamos la lectura del trabajo de Priska Degras « Le patronyme comme métaphore de l’histoire. Comment dénommer les anciens esclaves? » en el libro de Guy Brunet (dir.), Le Patronyme, histoire, anthropologie, société, París, CNRS Editions, 2001, capítulo 4, 1era parte, pp. 81-93).
[40] Este se ha estratégicamente mutado en un neocolonialismo, tanto interno como externo; el cual es peor que el colonialismo abierto y descarado. A propósito del colonialismo interno véase Henri Favre, L’indigénisme, Paris, PUF, 1996, p. 28; y Javier Lajo Lazo, art.cit., pp. 76-81.
[41] Este genocidio físico y cultural de los pueblos amerindios se enmascara bajo argumentos “altruistas” y “civilizatorios” como: a) la evangelización y re-evangelización (católica, protestante, mormona, etc.); b) el fomento de la educación “bilingüe e intercultural”; c) la promoción del desarrollo integral; d) el control de la natalidad; e) los estudios científicos de la realidad rural; f) la promoción de los “valores nacionales”; y otras sandeces.
[42] El proceso de occidentalización de nuestro planeta, que se inicia a fines del siglo XV, no ha concluido como sostienen los promotores y sostenedores de las ideologías neocolonialistas (como las de los derechos humanos, del altermundialismo, del ecologismo); ahora el proceso de occidentalización es mucho mas sutil pero no menos destructor y violento. Si observamos a las “clases gobernantes” de los países no occidentales (árabes, negro-africanos, etc.), constatamos un hecho que debe llamar a una seria reflexión: estas se han “formado” o mejor dicho se han deformado intelectualmente en Europa, EEUU y Canadá, y constituyen los más crueles flagelos para sus propios pueblos y países!

viernes, 14 de agosto de 2009

INTISUNQU WAMAN ENTREVISTA AL DR. PETER HASSLER

“LOS SACRIFICIOS HUMANOS ENTRE LOS AZTECAS: UN MITO MODERNO”


Hace una década viajamos a México para estudiar, como parte de nuestra tesis universitaria, las fuentes históricas (escritas y figuradas) existentes en dicho país sobre los sacrificios humanos entre los aztecas. Los estudios preliminares que hicimos sobre dichas supuestas practicas aztecas nos habían permitido proponer varias hipótesis, las que según nuestro director eran no solamente audaces sino estaban científicamente fundamentadas: estas sostenían grosso modo que los sacrificios humanos entre los aztecas nunca existieron y que fueron una invención de los invasores y autoridades coloniales españolas a fin de justificar y legitimar lo actuado manu militari. Desgraciadamente este punto de vista es fielmente continuado y defendido por sus descendientes, los criollos, y claro esta también por los amerindios occidentalizados.
Una primera aproximación académica a dichas fuentes históricas nos acercó al ambiente académico mexicano, donde pudimos encontrar comentarios historiográficos así como interpretaciones de códices y de restos arqueológicos: algo que salta a la vista es que para que estas interpretaciones sean admitidos como “científicamente correctas” deben necesariamente tener como punto de partida el hecho de admitir a priori la existencia de sacrificios humanos entre los aztecas. Estas interpretaciones constituyen la versión histórica oficial que historiadores, arqueólogos, antropólogos, teólogos, sociólogos, guías de turistas y hasta simples profesores de primaria y secundaria deben acatar como si se trata de un dogma inmutable. Como nos dijo un mexicano orgulloso de ser un occidentalizado: “todo puede ponerse en duda menos esto”. Esta creencia, pues se trata de una creencia, constituye el núcleo duro de la ideología que sostiene la presencia del Occidente moderno en el Anahuac (México, Guatemala, Belice, Honduras, El Salvador y Nicaragua).

Ante tal situación, decidimos, gracias a la sugerencia y contactos de hermanos amerindios de EEUU y Canadá, acercarnos a diferentes instituciones representativas de los pueblos amerindios de México, sobre todo las localizadas en el ámbito citadino, para conocer su versión de los hechos. Por asombroso que parezca, una de las primeras constataciones que hicimos in situ, luego de conversaciones extensas con sus más esclarecidos representantes, es que todos unánimemente sostienen que los sacrificios humanos entre los aztecas no fueron más que una invención de los españoles del siglo XVI. Ellos fundamentan sus aserciones en base a la transmisión oral, la misma que en forma ininterrumpida y con “agregados de coyuntura” para que pase desapercibida por la censura ideológica y la praxis modernista siempre en alerta, nos ha llegado hasta el presente. Bueno, como la tradición oral, que según el punto de vista modernista imperante, que se basa en culto supersticioso, como lo ha bien anotado René Guénon, del documento escrito así este diga falsedades, no tiene el mismo valor científico que este ultimo. Frente a esto decidimos ahondar el estudio de los documentos escritos, dibujados o pintados por europeos, eurodescendientes y amerindios occidentalizados (en esta categoría incluimos también a los mestizos de primera generación, porque son genética y culturalmente amerindios, así nieguen esta realidad, como es corrientemente su caso), entre 1450 a 1550, es decir durante un siglo.
Por exagerado que pueda parecer cuatro años de estudio ininterrumpido de estos documentos no nos fueron suficientes. Estando en Veracruz, y encontrándonos listos para partir a Chiapas y enseguida ganar Guatemala para estudiar in situ los documentos inquisitoriales, un profesor universitario amigo nos informó de que un europeo, de quien no recordaba ni su nombre ni su nacionalidad, había hecho, hace solamente algunos años, indagaciones parecidas a las que entonces hacía: abandonamos Veracruz a fin de cumplir con el objetivo trazado. De retorno a la ciudad de México y lejos de los ambientes universitarios, nos pusimos a buscar algo sobre el mencionado europeo, un joven amigo historiador náhuatl (Baruc Martínez Díaz) nos puso en la pista correcta y después de varias tentativas finalmente pudimos hacer contacto personal con el mencionado europeo, se trataba de Peter Hassler. Desde entonces hemos cultivado una gran amistad y hermandad.
Peter Hassler, nació el 19 de Diciembre de 1954, en St.Gallen - Place of Origin: Arbon, Suiza; es casado y padre de dos niños. En 1983, concluyó sus estudios de maestría en la Universidad de Bonn (Alemania), adquiriendo el grado académico Magister Artium en “Antropología Amerindia, Indología y Tibetanología”; en 1991, adquiere en la Universidad de Zurich el grado académico de Philosopher Doctor (PhD) en la especialidad de Etnología. No esta demás agregar que Peter Hassler es también poligloto: a parte de su lengua materna, el alemán, tiene una excelente maestría del inglés, español y conoce bastante bien el francés y el italiano. El ha trabajado en diferentes universidades de su país: St. Gallen, Basle y Zurich; actualmente trabaja en el rectorado de la Universidad Pedagógica Terapéutica de Zurich (Hochschule fuer Heilpaedagogik).
Peter Hassler durante tres años, ha escrupulosamente estudiado las fuentes históricas del siglo XVI donde mencionan los sacrificios humanos entre los aztecas; de igual modo, ha analizado los mitos y símbolos sacrificiales que se encuentran en códices prehispánicos y posthispánicos mesoamericanos, y finalmente ha analizado las pretendidas evidencias arqueológicas. Su tesis de doctorado es resultado de este enorme trabajo, se titula en alemán: Menschenopfer bei den Azteken? Eine Quellenkritische Studie [traducido en español: ¿Sacrificios humanos entre los aztecas? Un estudio de las fuentes y de la ideología], Universidad de Zurich, 1992, 478p.

Por lo brevemente dicho, es fácil comprender que nuestro entrevistado no es un alucinado que sataniza a los “cristianísimos” españoles del siglo XVI a fin de santificar a los pueblos amerindios, ni tampoco es un sospechoso indianista que pretende una relectura subjetiva de la historia sobre la base de un desbocado sentimentalismo. Lejos de esto, Peter Hassler afirma sin ambages que los sacrificios humanos entre los aztecas y otros pueblos amerindios nunca han existido y que son solo una invención de los españoles de los siglos XVI para justificar el genocidio contra las poblaciones amerindias, la destrucción de sus civilizaciones tradicionales y legitimar el actual orden establecido.

Cabe señalar antes de entrar a nuestra entrevista, que la tesis de doctorado de Peter Hassler no ha pasado desapercibida, particularmente, en el mundo universitario germánico[1] (alemán, suizo y austriaco), a tal punto que ciertos han llegado a afirmar que “los estudios ulteriores no podrán ignorar el trabajo de Hassler si se quieren tomar por serios”[2]. Asimismo, han aparecido en inglés algunos sorprendentes comentarios sobre su tesis[3]; en el mundo académico francés que desafortunadamente se solidariza en esto con la versión colonial española no han aparecido comentarios académicos[4] ni recensiones (es la vieja táctica, que aplicaron a la obra magistral de René Guénon: “complot de silencio”). Frente a esto, el Centre de recherches et d’études des traditions amérindiennes – CRETA (Canadá) ha publicado, en español, e incluso distribuido, muchas veces gratuitamente, un resumen de la tesis de doctorado de Peter Hassler: los académicos de habla hispana se han quedado mudos: obstinadamente se niegan a participar en debates académicos sobre el tema, pero pese a ello continúan repitiendo sin sonrojarse el dogma histórico oficial. Esperamos sinceramente que los pocos académicos y ciertos estudiantes universitarios logren romper este cerco intelectual erigido por los modernistas; lo importante es tomar conciencia que las ilusas bases sobre las que reposa el orden establecido por la invasión y colonización española comienza a resquebrajarse…

Intisunqu Waman

Tu tesis de doctorado cuestiona en profundidad la “creencia”, y remarcamos que se trata de una creencia moderna, elevada a rango de verdad indiscutible sobre los sacrificios humanos entre los aztecas; evidentemente que esto a molestado a muchos pontífices de la verdad histórica: por ejemplo, Michel Graulich, director de estudios de l’École pratique des Hautes Études de la Universidad Libre de Bruselas (sección sciences religieuses), te presenta, en su reciente voluminosa obra Le sacrifice humain chez les Aztèques, como un “negacionista”[5]. ¿Qué piensas sobre este calificativo?

Peter Hassler

La base de mi tesis de doctorado es el método de la crítica de las fuentes, que fue fundado por los historiadores hace más que 150 años. Este método se ha establecido en las ciencias históricas como conditio sine qua non y es el fundamento de todas las investigaciones históricas. Sin embargo, muchos especialistas, sobre todo historiadores, antropólogos y otros, lo ignoran y todavía siguen ignorándolo o simplemente no les interesaban ni están interesados. Así por ejemplo, Radcliff Brown constata esto cuando escribe “Las consideración históricas son relativas, sino son absolutamente sin importancia”. En referencia de los supuestos sacrificios humanos entre los Aztecas y otros pueblos amerindios los historiadores y antropólogos, particularmente los mexicanistas, preguntaron solamente cómo y porqué los amerindios han hecho los sacrificios humanos, pero jamás se han preguntado si estos sacrificios humanos han sido realmente practicados. Es por eso, que constatamos que casi todas las publicaciones sobre los sacrificios humanos entre los aztecas faltan la crítica de las fuentes históricas, es por ello que no se pueden tomar estos trabajos como científicamente serios, sino más bien como aficionadas o diletantes. En este sentido, la publicación de Michel Graulich tampoco es una excepción, aunque su obra sea voluminosa.

Intisunqu Waman

Hernán Cortés y sus secuaces son habitualmente presentados, por la mayor parte de historiadores, antropólogos y arqueólogos occidentales y occidentalizados, como testigos directos de sacrificios humanos entre los pueblos amerindios del Anahuac. ¿Estas afirmaciones tienen algún fundamento histórico?

Peter Hassler

Si se lee atentamente las fuentes históricas del siglo XVI, se puede constatar que los relatos sobre los sacrificios humanos entre los aztecas se basan fundamentalmente en “oír-decir”. Según el Liber Chronicorum de Hartmann Schedel, publicado en Nuremberg (Alemania) en 1493: los confines del mundo esta poblado de razas monstruosas: una tiene un solo pie muy grande, que le sirve como paraguas (los sciapodos); otra tiene cabeza de perro (los cinocéfalos), y otra tiene enormes orejas (los panotis); etc. Todas estas descripciones que durante más de tres siglos pasaron como ciertas se fundamentaban en el “oír-decir”.

Así Hernán Cortés escribió en su Tercera Carta de Relación (15 de Mayo de 1522): «... los sacrificaron y abrieron por los pechos, y les sacaron los corazones para ofrecer a los ídolos; lo cual los españoles del real de Pedro de Alvarado pudieron ver bien de donde peleaban...»[6] Es bastante claro que Cortés dice no haber visto dichos sacrificios humanos, sino más bien se basa en el “testimonio” de Pedro de Alvarado. Es Bernal Díaz de Castillo quien afirma, después de cincuenta años al tratar de rectificar las aserciones de Francisco López de Gomara, haber sido testigo de los mencionados sacrificios humanos cuando había estado cerca del real de Alvarado (muy cerca de Tlacopan): desde este lugar éste afirma haber observado que en ese momento se estaban sacrificando a los españoles en la cima del Templo Mayor (“…vimos que llevaban por fuerza las gradas arriba a nuestros compañeros que habían tomado [presos] en la derrota que [los aztecas] dieron a Cortés, que los llevaban a sacrificar; y desde que ya los tuvieron arriba en una placeta que se hacia en el adoratorio donde estaban sus malditos ídolos, vimos que a muchos de ellos les ponían plumajes en la cabeza y con unos aventadores les hacían bailar delante del Uichilobos, y después que habían bailado, luego les ponían de espalda encima de unas piedras, algo delgadas, que tenían hechas para sacrificar, y con unos navajones de pedernal les aserraban por los pechos y les sacaban los corazones aun palpitando y se los ofrecían a los ídolos que allí presentes habían, y los cuerpos dábanles con los pies por las gradas abajo; y estaban aguardando abajo otros indios carniceros, que les cortaban brazos y pies, y las caras desollaban, y las adobaron después como cuero de guantes, y con sus barbas las guardaban para hacer fiestas con ellas cuando hacían borracheras, y se comían las carnes con chilmote, y de esta manera sacrificaron a todos los demás[…]”[7]). Estas afirmaciones sirven en las publicaciones científicas y populares como “testimonio clásico”.
Además hay muchas frases estereotípicas sin detalles como “y sacrificaban hombres y niños” o “y les cortaron el corazón”. Los únicos “testigos” sobre cuando, cual y quién ha sacrificado se encuentra en las Actas de Quijada[8]. Pero estos son documentos de procesos inquisitoriales obtenidos bajo tormento y tortura por el tristemente célebre Diego de Landa[9]; desde el punto de vista jurídico, estas “confesiones” no tienen ningún valor jurídico mucho menos histórico, ya se han producido bajo de tortura y tormentos, y más bien son fantasiosos productos de los victimas inquisitoriales a fin de liberarse del dolor y el sufrimiento.

Intisunqu Waman

Para complementar nuestra ultima pregunta: ¿Es posible que Bernal Díaz del Castillo y otros españoles, quienes en ese momento se encontraban en las afueras de Tlacopan, vieran que los sacerdotes aztecas sacrificaban en la cima del Templo Mayor, que se encuentra en Tenochtitlán, a algunos de sus compañeros de armas prisioneros?

Peter Hassler

La distancia del Real de Alvarado (Tlacopan) hasta el Templo Mayor de Tenochtitlán era de 7 Km. (ver ilustración); es por esto que Bernal Díaz del Castillo ni ningún otro español, jamás pudieron haber visto absolutamente nada de lo que se estaba realizando en la cima del Templo Mayor (ver ilustración 2). Este “testigo clásico de los sacrificios humanos entre los aztecas es una ficción”, evocado por la mayor parte de historiadores y antropólogos, ha dicho simplemente una mentira. Se trata simplemente de propaganda para justificar la invasión del Anahuac y su ulterior colonización española.


La distancia que existe entre el Templo Mayor en pleno centro de Tenochtitlán y el Real de Alvarado en Tlacopan es de casi 8 Km.; esto invalida el pretendido testimonio ocular español mencionado por Bernal Díaz del Castillo, ya que no es posible que lo haya visto con sus propios ojos (el telescopio fue inventado por Galileo un siglo después de estos acontecimientos).

Intisunqu Waman

¿Podemos tomar como ciertos los “códices” hechos por amerindios y mestizos, en los que describen en lenguas indígenas (para lo cual utilizan el alfabeto latino), dibujan y pintan escenas sacrifícales humanas realizadas por los “malditos idolatras” (es así como llamaban a sus antepasados aztecas). Es de remarcar que estos amerindios y mestizos no eran simples convertidos al cristianismo renacentista español y excelentes estudiantes de las escuelas de catequesis de los curas dominicos y franciscanos sino que además fabricaron estos “códices” 70 años después de la total destrucción de la civilización azteca?

Peter Hassler

Los autores amerindios y mestizos de códices post-hispánicos no estaban más en la tradición indígena del Anahuac (ver Códice). Ellos conocieron la cultura antigua de sus antepasados por “oír-decir”, sin la transmisión regular de los sabios nahuas (tlamatinini) en las escuelas de sabiduría (Calmecac). Además fueron cristianizados y hablaban de la religión indígena prehispánica como “obra de diablo”. Así pues, sus afirmaciones están “coloreadas” no solamente por su ignorancia de las milenarias tradiciones del Anahuac sino por sus prejuicios, producto de la catequización de los misioneros cristianos. Hay que tener también presente que los códices post-hispánicos no fueron hechos en libertad sino más bien a pedido de sus mentores (misioneros y autoridades españolas); además, los documentos producidos tuvieron que pasar por el celoso cernidor de la Inquisición antes de su publicación (todo aquello que no era “correcto” era simplemente eliminado).
Intisunqu Waman

¿Porqué los antropólogos y arqueólogos que trabajan en el espacio azteca, afirman haber encontrado las pruebas arqueológicas que corrobora la versión de Hernán Cortés y sus secuaces?

Peter Halsser

Sus interpretaciones están confundidas por las fantasías propagandistas de los invasores y colonialistas españoles. Además de ello, no solamente les falta la crítica de las fuentes sino que toman literalmente a los símbolos; por ejemplo, los mitos en los relieves del juego de pelota en El Tajín y en Chichén Itzá y también en los Códices prehispánicos.

Intisunqu Waman

¿A qué crees que se deba la obstinada creencia sobre los sacrificios humanos entre los aztecas? ¿Existe otras razones para explicar esta obstinación?

Peter Hassler

No es fácil luchar con argumentos racionales contra prejuicios: romper mitos es trabajo de todo el día en las ciencias, pero si se va a romper un mito, que fue producido o traducido por una ciencia, no se gana muchos amigos entre sus seguidores... Max Planck constató hace tiempo que: “Un nuevo avance de la ciencia no suele imponerse de manera que sus adherentes estén convencidos y se manifiesten instruidos, sino mas bien que sus adherentes empiecen a desaparecer mientras que la nueva generación se familiariza con la verdad desde el principio.”

Intisunqu Waman

Unas ultimas palabras para nuestros lectores.

Peter Hassler

En referencia de la cultura Maya unos antropólogos e historiadores se están poniendo al día: Así, Pierre R. Colas y Alexander W. Voss llaman a los supuestos sacrificios humano al fin del juego de pelota como “productos de un exotismo estrafalario” (en 2000). La reacción de Nikolai Grube sobre la película Apocalypto de Mel Gibson es aleccionador: “Todo eso es mentira e imposible” (en Die Weltwoche, Zurich, marzo 2007).

Pienso que los mexicanistas (antropólogos e historiadores) necesiten un poco más de tiempo, esto debido a tantísimos prejuicios así como al etnocentrismo que existen en los estudios sobre los pueblos amerindios en general y Aztecas en particular. Pero en el sentido de la frase de Max Planck, solamente se tiene que esperar la desaparición de los incorregibles, quienes se agarran a sus conceptos pasados pese a todas las contradicciones de estas con las fuentes históricas.
(Entrevista aparecida en la revista semestral Serpiente Emplumada, Ano 1, No. 2, Lima-Peru, Solsticio de Verano Austral, 23 de Diciembre 2007, pp.29-42)
NOTAS:
[1] Cf. Die Zeit, Hamburg, No. 38, 11 september 1992, p. 92
[2] Cf. Zeitung Neue Zürcher, No. 5, 1993.
[3] Cf. « The Lies of the Conquistadors. Cutting through the Myth of Human Sacrifice », in World Press Review, December 1992, pp. 28-29.
[4] El especialista en ciencia de las religiones Michel Graulich en su libro, Le sacrifice humain chez les Aztèques, Paris, Fayard, 2005, p. 11, menciona a Peter Hassler sin hacer ninguna referencia a su tesis de doctorado.
[5] Ibid.
[6] Hernán Cortés, Cartas y Documentos, introducción de Mario Hernández Sánchez-Barba, México, Editorial Porrúa, Colección « Biblioteca Porrúa No. 2 », 1963, p. 171.
[7] Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la Conquista de la Nueva España, introducción y notas de Joaquín Ramírez Cabañas, México, Editorial Porrúa, Colección « Sepan cuantos...» No. 5, 1999, capitulo CLII, pp. 352-353. Ciertos pasajes de esta citación están en itálica a fin de resaltar la manifiesta mentira escritas por el cronista: como lo señala Peter Hassler, es imposible que desde una distancia de 8 km. Que este haya podido observar que sacaban los corazones de los pechos de los españoles y que estos aun palpitaban! La mentira se hace más evidente cuando el supuesto testigo ocular afirma que la piel de la cara desollada de los españoles era adobada y convertida en guantes, para ser utilizados en fiestas: solamente un mes después de ocurrida la captura y ajusticiamiento de los españoles la ciudad de Tenochtitlán cayó en poder de los españoles, lo que significa que los aztecas nunca tuvieron tiempo, debido al estado de sitio que se encontraba la ciudad de Tenochtitlán, para celebrar fiesta alguna ni menos emborracharse! Finalmente ¿cómo Bernal Díaz del Castillo supo que los aztecas comían las carnes de sus compañeros con chilmote (salsa de tomate con picante y hortalizas) si los historiadores de la época afirman que durante el sitio de la ciudad de Tenochtitlán no funcionaron más los mercados ni habían víveres para los mismos guerreros aztecas? Hay que tener presente que Bernal Díaz del Castillo fue también uno de los asesores de Juan Ginés de Sepúlveda durante parte de su debate con Fray Bartolomé de Las Casas.
[8] Al respecto véase France V. Scholes y Eleanor B. Adams, Don Diego Quijada. Alcalde Mayor de Yucatán (1561-1565), México, 1938 (Biblioteca Histórica Mexicana de Obras Inéditas, volúmenes 14 y 15).
[9] Quien es conocido de los especialistas debido a su nefasto rol inquisidor; ya que hizo quemar vivos a cientos de mayas, quienes habían cometido el “pecado” de querer continuar viviendo de acuerdo a sus antiguas tradiciones espirituales; este cura católico fue también quien hizo quemar miles de códices mayas prehispánicos.