viernes, 25 de octubre de 2013

T A W A N T I N S U Y U

El Tawantinsuyu fue la forma de organización política del estado Inka y es, todavía, un modelo orientador universal en Abya Yala, con una existencia de milenios. Donde se presente, con su estructura “dual-cuatripartita” organiza el espacio en unos, la sociedad, el pensamiento o los conceptos filosófico-espirituales en otros, identificando a las culturas humanas con las leyes de la naturaleza y proyectándolas a las formas colectivas y comunitarias.

A lo largo de la historia oficial peruana, y en la exposición de científicos sociales americanistas (con respetables excepciones), cuando se enfoca la historia pre-hispana del Área Andina, se generalizan, entre otros, los conceptos de “Imperio Inca” y de “Cultura Inca” como totales o únicos en el área. Y, como si el asunto fuese sólo maneras de elaborar o construir frases, se difunden también conceptos como “sociedad inca comunista”, “imperio inca esclavista”, “el socialismo imperial incaico”, o “Los Incas, Cultura en la Fase Superior de la Barbarie”, este último según los que todavía confían en el esquema trasnochado de Lewis Morgan.

A estas elucubraciones se vinieron a sumar, en las últimas décadas, “las verdades científicas” de los marxistas criollos, quienes con una aplicación ciega del esquema unilinealista, etapista, desarrollista, y hasta inmutable de los “Cinco Modos de Producción” (esquema que sólo sirve para exponer el desarrollo histórico de la sociedad occidental euroasiática), han encasillado a los pueblos, naciones y culturas pre-hispanas de los Andes en la etapa del “Esclavismo” y nos hablan, entonces, de la “sociedad despótica esclavista del Imperio de los Incas”, infeliz concepto (porque contribuye a trastocar y tergiversar la historia indígena por décadas más) que para algunos otros un tanto más benignos, es más bien referencia a un estado con un “Modo de Producción Asiático”, pero siempre esclavista y por tanto clasista, hegemónico é imperialista .

Estas, pues, son evidencias de cómo el colonialismo político-cultural impuesto por el sistema occidental a todo el continente Abya Yala, desde hace ya 516 años, tiene también fuerte gravitación en la mente de los cientistas sociales, condicionándolos a un colonialismo mental que, por ende, los hace discernir y accionar sólo al ritmo de los modelos, las concepciones, las teorías y el desarrollo histórico del occidente euroasiático, y que aplican al mundo andino sin ambages.

La historia pre-hispana, a lo largo del Abya Yala, necesita hoy una urgente revisión en honor a la propia y real gesta del continente y a la autenticidad histórica de sus pueblos originarios. Al respecto, científicos sociales aymaras y quechuas contemporáneos nos dicen: « Muchos antropólogos y arqueólogos nacionales y extranjeros que han escrito sobre la cultura aymara-qhishwa enfocan su análisis desde la óptica occidental y cada quien la interpreta a su criterio de acuerdo a su concepción ideológica y religiosa. Como consecuencia nuestra historia fue alterada y tergiversada, la verdadera historia de la cultura andina no está escrita, y para muchos investigadores la civilización de los aymara-qhishwa es una incógnita » . Y, «...los estudios sobre la civilización andina, han estado influenciados durante décadas por un enfoque eurocéntrico que abordó la tarea de construir la “historia americana” desde los supuestos paradigmáticos de la historia occidental; [...] la urgencia histórica reclama, el rescate de la memoria histórico cultural andina, y la recuperación del legado de conocimientos y sabiduría indígena, que están a punto de desaparecer, por obra y gracia de la mentalidad neocolonial...» . Sin embargo, adscritas a estas palabras indias, hay ya autores no-indígenas que inician una justa rectificación histórica, uno de ellos es la doctora María Rostworowski, ella dice: « El deseo indígena hacia la unidad se expresa a través de la voz TAHUANTINSUYU, que significa las “cuatro regiones unidas entre sí” y que manifiesta un intento o un impulso hacia la integración, ...nos inclinamos a emplear la palabra Tahuantinsuyu en lugar de “Imperio”, pues el significado cultural de esta última no interpreta, ni corresponde a la realidad andina, sino a situaciones relativas a otros continentes » .

El Tawantinsuyu en el tiempo y en el espacio:

Todo pueblo, de acuerdo al espíritu que caracterice su cultura y sociedad, elabora y presenta sus propios y particulares modelos de organización.

La experiencia nos indica que en el mundo existen, a través de los siglos, dos tipos de pueblos totalmente diferentes entre sí, aquellos que se organizan integrados y siguiendo las leyes del universo y de la naturaleza y, los otros, los antinaturales, que se organizan bajo modelos que el hombre mismo inventa y los estructura, para ellos la naturaleza es sólo “un objeto de uso”, ajena y manipulable. Un párrafo sobre pensamiento Indio nos explica la razón de los pueblos primeros: « La humanidad es parte integrante de la naturaleza, una prolongación semejante del universo que, participando de sus mismas leyes debe organizarse, igualmente, en forma colectiva y comunitaria como es el universo mismo » .

Los pueblos indígenas del Abya Yala han sido y siguen siendo, por esencia y por espíritu, colectivos y comunitarios, espiritualmente integrados al cosmos y sus leyes y, como tales, con propios modelos de organización, entre ellos el Tawantinsuyu .

El origen del Tawantinsuyu, como modelo, forma, sistema o concepto, se pierde en la noche de los tiempos del Ande y del Abya Yala. Inka Waskar Chukiwanka nos relata un mito de origen donde la forma cuatripartita ya se hace presente en nuestras existencias desde los momentos mismos del origen del universo y de los seres: « QHON Tiki Pachayachachi, la primigenia luz blanca del rayo cósmico, en forma de una gran serpiente con alas coloridas del arco iris, volaba por los cuatro puntos del espacio cósmico, y sacándose una en una sus plumas, convertidos en rayos serpenteantes con ellas hizo a las estrellas, al sol, a la tierra y a la luna » . Y, Carlos Milla Villena nos habla del Pusisuyu, de su antigüedad, y de su relación (para su génesis) con la Cruz del Sur: « Las características formales visibles de la constelación de la Cruz del Sur son sus 4 estrellas principales: Alfa Cruz, Beta Cruz, Delta Cruz y Gama Cruz, que están dispuestas en forma de una cruz y cuyos cuatro extremos están casi orientados hacia los 4 puntos cardinales en su culminación superior, es decir, cuando el eje mayor de la constelación está vertical en el cenit. Este hecho es muy interesante, porque tiene que ver con el antiguo origen, ya en la época Precerámica, del estado Comunitario Andino conocido como Pusisuyu, en Aymara, o Tawantinsuyu en idioma Q´ichwa o Runasimi » . Adicional a estas palabras, Milla nos presenta una cita de Kara Chukiwanka, quien nos aclara el término: « “El Pusisuyu” fue el Wiñaymarka, o sea las mancomunidades de los cuatro puntos cardinales, eran continuas, eternas en sentido referido al total contenido del SISTEMA JAKAÑA COMUNITARIO » .

El Pusisuyu, pues, como nación-estado es más antiguo que el Tawantinsuyu (aunque como forma o modelo son lo mismo) y tuvo como su centro, o Taypi Kala, al Tiwanaku.

La presencia de este modelo dual-cuatripartito no es privativo del área Andina, está presente en toda Abya Yala y en culturas originarias de otras partes del mundo. Algunas referencias: El pueblo Mapuche, en el sur de Chile (y Argentina), tiene una organización territorial cuatripartita que lo llaman Meli-Witrán-Mapu “Tierra de los cuatro lugares”, “Tierra de las cuatro esquinas”, “Tierra de los cuatro dioses”, con el Ngillatúe como su efigie ritual y centro de la tierra mapuche . Para otros confines, Claude Levi-Strauss, en su artículo “Existen las Organizaciones Duales?” 11, nos da ejemplos en Abya Yala norte y en otras partes del mundo y,

Alf Hornborg , antropólogo sueco, nos presenta ejemplos de organización dual-cuatripartita en toda Abya Yala sur, en el pasado y en el presente, en las alturas y en los valles. También en Europa, en Dinamarca, los Vikingos organizaban sus poblaciones dentro de un gran círculo dividido en cuatro partes por caminos en forma de una gran cruz, una foto área del sitio arqueológico Trelleborg se vé impresionante, y nos recuerda los círculos con arenas de colores, también divididos en cuatro por líneas en cruz, que utilizan los hermanos pueblos Navajo de Abya Yala Norte, en la realización de sus ceremonias espirituales.

El Tawantinsuyu Inka:

La dinastía con gobierno Inka , aunque estructuró magníficamente el Tawantinsuyu y le dio funcionalidad en un sin número de dimensiones, sólo tiene una duración de 372 años, desde su aparición en 1200 d. De C. hasta el asesinato de Tupak Amaru I por los españoles en 1572 y, por ende, la desestructuración y la desaparición del estado. Jesús Lara nos presenta a los Inkas como la última de tres dinastías, citando al cronista Fernando de Montesinos dice: « ...respecto al Imperio del Cuzco reseña el gobierno de 104 monarcas distribuidos en tres dinastías, siendo la de los Inkas la última » . Las dinastías a las que se refiere son: La dinastía Pirwa con 18 gobernantes, la dinastía Amawta con 75 gobernantes y la dinastía Inka con 11 gobernantes. Las dos dinastías anteriores ya habrían organizado, los pueblos y naciones-estado bajo sus gobiernos, dentro del sistema dual-cuatripartito desde los años 2000 a. de C., o mucho antes.

Durante la vigencia del estado Inka, Tawantinsuyu es la conformación del territorio nacional con cuatro provincias o regiones (llamados Suyus) orientadas y ubicadas, cada una, en cada punto cardinal. La unión/separación de estas regiones estaba hecha (abstractamente) por dos líneas que, al entrecruzarse perpendicularmente, conformaban una gran cruz cuadrada; y, realmente, por cuatro grandes caminos que partían del Cusco a los 4 Suyus. La región del este se llamaba Antisuyu, la del norte Chinchaysuyu la del oeste Kuntisuyu y la del sur Qullasuyu. Las cuatro provincias confluían hacia un centro (Chawpi), el Cuzco (Qusqu), la ciudad sagrada, la misma que también se dividía en cuatro barrios.

La importancia de la dualidad y de la cuatripartición no sólo está en las formas de organización social o territorial en sí, sino, también, en el concepto de la “Complementariedad de los opuestos” que generan, concepto al que están ligados y representan los principios filosóficos del Tinku (encuentro, armonía, confluencia) y del Yanantin (en pareja complementaria), que son el alma del pensamiento y acción de las culturas originarias andinas. La filosofía indígena andina no es, pues, producto individual de pensadores solitarios como en occidente, está viva en todo el acontecer de nuestras culturas mismas. Como materialización del concepto, ritual, simbólica y realmente, la región este hacía alianza con la región norte y, entre ambos, conformaban la mitad Hanan (“arriba”); así mismo, la región sur hacía alianza con la región oeste y así conformaban la mitad Urin (“abajo”) del territorio. El Hanan tenía simbologías de: “Lugar del Inka”, “lugar del Sol”, “derecha”, “masculino”, etc., al mismo tiempo que, en contraposición y oposición complementaria, el Urin tenía simbologías de: “Lugar de la Quya” (esposa del Inka), “lugar de la Luna”, “izquierda”, “femenino”, etc. Estas formas de división y relación caracterizan al Tawantinsuyu como una Sociedad Dual que se proyecta hacia la Cuatripartición o, en sentido contrario, una Cuatripartición que converge hacia una Dualidad.

Abdón Yaranga dice al respecto: « [...] nuestro mundo terrestre tiene un centro, simbolizado y materializado por la ciudad del Cusco (Qosqo: ombligo del universo), [...] y va estar dividido en: -dos partes: Hanan y Urin (La dualidad complementaria de “arriba”/”abajo”), -tres partes: Hanan, Urin y Chawpi (La dualidad con un “centro”), -cuatro partes: Chincha, Kolla, Anti y Kunti (Los Suyu, “Las cuatro partes del mundo”), cinco partes: Chincha, Kolla, Anti, Kunti y Chawpi (Las cuatro partes del mundo y el “centro”) .

Adicional a lo ya dicho, queremos resaltar aquí algunas de las características fundamentales del Tawantinsuyu, como sociedad y como estado:

La auténtica autoridad indígena no es ejercida por individuos (ni en el pasado ni en el presente), sino, por parejas del mismo rango (como sexos opuestos o como entes sociales) y en calidad de complementarios. Huamán Poma de Ayala , cuando nos presenta un dibujo sobre el Mapa Mundi de las Indias para la época del Tawantinsuyu, traza una X sobre el subcontinente Abya Yala sur, ubica los cuatro Suyus en sus respectivas orientaciones y dibuja en los espacios de cada uno de ellos un hombre y una mujer, nominándolos Capac Apo. De esto deducimos que cada Suyu tenía una autoridad propia conformada por un hombre y una mujer que, siendo esposos, estaban en una situación de Yanantin. Las cuatro parejas Capac Apo (junto con otras autoridades) constituían el Consejo Supremo de Gobierno, caso que Virgilio Roel nos explica mejor: « Según Guamán Poma, el órgano supremo del gobierno incásico fue el Consejo de Apucunas, que tenía su sede en la ciudad del Qosqo. Este gran Consejo tuvo la denominación de Tawantinsuyu Camachicoc Capac Apucuna, cuya traducción literal sería Consejo de los Cápac Apucuna del Tawantinsuyu, en el entendido de que los capac apucuna eran tanto los representantes como los gobernadores de los cuatro suyos, o grandes regiones en que se dividía el mundo de la civilización incásica » . Así podemos entender que la máxima autoridad del Tawantinsuyu no era el Inka, sino, un Consejo Supremo. Entonces, aquí, la obligación de los Inkas era “mandar, gobernar obedeciendo”, papel que sigue vigente entre las autoridades de nuestros pueblos indios comunitarios.

Una falacia que los intelectos colonizados nos repiten: Que los Inkas eran reyes y que dejaban sus cargos en herencia a los príncipes, sus hijos. Los Inkas y todas las otras autoridades del Tawantinsuyu eran elegidas, nos lo explica Virgilio Roel Pineda: « Los kurakas y los incas, pues, constituían una extensa capa de autoridades, elegidas ritualmente por su calidad, formación y experiencia (no por herencia) que podían ser destituidos y que estaban rodeados de gran respeto, del mismo modo que estaban en la obligación de guardar un respeto ritual a todos los integrantes de su entorno. Como tales cargos no se trasmitían por herencia, sino por complicados procedimiento rituales de selección, el resultado fue que a la élite gobernante llegaban únicamente los excelentes » (op.cit.).

También nos tienen acostumbrados a presentar la sucesión de los gobernantes del Tawantinsuyu en forma lineal/individual, nos dicen que la dinastía Urin es anterior a la dinastía Hanan, con Manco Capac como fundador (y primer rey de Urin) y con Huáscar y Atahualpa como los últimos, guerreándose por una sucesión individual. Las palabras de Tom Zuidema anula estas afirmaciones, él nos presenta un sistema más acorde con las características del modelo Tawantinsuyu y nos explica, de paso, las razones por el que nuestros pueblos comunitarios actuales, en todos los Andes, se dividen en dos mitades: Hanan Saya/Hurin Saya, Hanay Ayllu/Uray Ayllu, Barrio Arriba/Barrio Abajo, en los que cada mitad tiene su propio grupo de autoridades, con los mismos números y rangos, y donde se dicen “hermanos”, “partidos”, entre autoridades del mismo rango de ambas mitades. Zuidema nos dice: « [...] según Polo de Ondegardo y Acosta (dos de los mejores cronistas antiguos), la dinastía de Hurin Cuzco no fue anterior a la de Hanan Cuzco, sino que ambas fueron contemporáneas, y cada una gobernaba la parte del pueblo que le correspondía. Gutiérrez de Santa Clara, otro cronista, explica que los reyes de Hurin Cuzco eran considerados hermanos secundarios de los de Hanan Cuzco, que eran sus hermanos primarios contemporáneos » .
Zuidema, en un otro artículo , nos presenta un cuadro donde los Inkas del Hanan están en parejas duales, contemporáneas, con los Inkas del Hurin:

Manco Capac

Hanan Cuzco Hurin Cuzco
Inca Roca Sinchi Roca
Yahuar Huacac (Tarco Huaman)
Inca Viracocha Lloque Yupanqui
Inca Pachacuti Mayta Capac
Tupac Yupanqui Capac Yupanqui

Huayna Capac

Atahuallpa Huascar

De este esquema deducimos que:

Manco Cápac, como fundador, no pertenece a Hanan ni a Hurin. Es, por tanto, simbólicamente “Padre/Madre” de ambas dinastías (como es la esencia simbólica de Wiraqucha, el ente sagrado ordenador andino). La dinastía Hanan es simbólicamente “derecha” y “masculino” y la dinastía Hurin “izquierda” y “femenino” en relación a Manco Capac, que por lógica tiene simbología neutral o de unificador, por ser totalizador.

En el desarrollo de la historia real o mítica indígena cada quinta generación hay un Pachakuti, un cambio sustancial, una reestructuración, un terminar y un empezar del todo, por siempre. En la organización dual de los Inkas del Tawantinsuyu, Huayna Cápac cumple este rol dialéctico, y su papel es similar al de Manco Cápac en el nuevo devenir histórico de la autoridad dual que estaba empezando con Atahuallpa y Huáscar, “hermanos”, gobernantes contemporáneos del estado confederado, cuando se produjo la invasión europea.

A la llegada de los españoles el Tawantinsuyu estaba en su máximo apogeo, habían logrado confluir leyes del cosmos y de la naturaleza a las formas de la existencia humana y, desarrollada, en consecuencia, la organización territorial “dual-cuatripartita” cuyo modelo era vigente en cualquier aspecto de la vida. En forma que impresiona, la objetividad y funcionalidad de esta estructura está muy bien presentada por Ramiro Reynaga, cuando nos relata un pasaje de las acciones de Manco Inka y los pueblos Quechua y Aymara, durante la resistencia frente al invasor español: « La capital del Tawantinsuyu está cercada por decenas de miles de kheswaymaras. Son los primeros días de febrero de 1535. El primer ejército incaico está dividido de acuerdo a la posición de las cuatro regiones del Tawantinsuyu. Los kheswas llegados de Chinchaysuyu dirigidos por Taipe, Cullash, Coriatán, ocupan el norte del Cusco. Los venidos del Antisuyu, subidos desde las junglas amazónicas, comandados por Antallca y Rupaj Yupanqui se sitúan al este. Los aymaras bajados del altiplano encerrado entre los brazos oriental y occidental de la cordillera andina, del Kollasuyu, cierran el sur al mando de Lliclli. Los kheswas subidos desde las laderas occidentales del Cuntisuyu se despliegan al oeste de la ciudad, dirigidos por Suru Huarman, Quicani y Curi Huallpa. Todos ellos portan la bandera del Tawantinsuyu, los siete colores del arco iris y sus distintivos regionales » .

El Pusisuyu y el Tawantinsuyu, en los Andes y Abya Yala sur, fueron Estados Confederados de pueblos y naciones, cuyas características principales eran: Ser Plurinacionales, Pluriculturales y Multilingües, Colectivistas y Comunitarios.


(Salvador Palomino Flores, modificado el domingo, 30 de noviembre de 2008 )

A PROPÓSITO DEL FESTIVAL DE LA PRIMAVERA DE TRUJILLO (PERÚ): LA PERSISTENCIA CULTURAL DE UNA MILENARIA FESTIVIDAD PANANDINA


Desde 1950, el 23 de septiembre de cada año se celebra el “Día de la Primavera y la Juventud” en Trujillo, el cual jolgoriosamente se expresa en un Festival Internacional de la Primavera. Este nació por iniciativa del Club de Leones de Trujillo y es —sin duda— uno de los acontecimientos más importantes del norte del Perú.

Dicho Festival, pese a que comporta inconfundibles pautas de “reafirmación cultural occidental” de sus organizadores, mayormente eurodescendientes de clases alta y media, todo indica sin embargo —como veremos más adelante— que no se trata de una expresión ligada únicamente a los orígenes genético-culturales del neolítico europeo. ¿Tal celebración es acaso, como diría Mircea Eliade, una manifestación de “nostalgia por los orígenes” de este colectivo humano? ¿Es la prueba de un sincretismo cultural actualmente direccionado por los descendientes de los invasores y colonos europeos? ¿Es que este festival representa además la persistencia cultural de una milenaria fiesta andina? ¿Se trata quizás de una recreación alienígena sin un soporte socio-cultural indígena? En relación a estas preguntas, en este breve ensayo presentamos hipótesis que abran posibilidades de investigación más que respuestas definitivas.

Este festival primaveral sería, según una generalizada creencia, la expresión social de una evocativa nostalgia de los eurodescendientes y occidentalizados de las clases alta y media de Trujillo: estaríamos ante la remembranza de elementos simbólicos propios de los pueblos europeos, quienes celebraban durante varios días la llegada de la primavera. Estos elementos simbólicos provienen de miles de años atrás, de fiestas que celebraban los pueblos celtas e indoeuropeos desde tiempos prehistóricos; estos oficiaban sacrificios de acción de gracias mediante ritos sociales para señalar el renacimiento de la naturaleza y el inicio de un nuevo ciclo agrario (Sir James G. Frazer, The Golden Bough: A Study in Magic and Religion, 1922, II, chapter V). En la sociedad medieval y del Renacimiento existieron fiestas religiosas cristianas, relacionadas con el inicio del ciclo agrario, las cuales ritmaban y marcaban la vida de sus habitantes. Es indudable de que estas festividades primaverales provienen de tradiciones mediterráneas y nórdicas de origen pre-cristiano (“paganas”), existentes seguramente desde el fin del período glacial europeo (Würm III y IV). Podemos colegir que el origen de la festividad primaveral en Europa hunde sus raíces no sólo en específicos imperativos cósmicos sino también en las manifestaciones geoculturales de sus respectivos paleolítico y neolítico. Es más, la aceptación del cristianismo por parte de sus habitantes no significó ni implicó la supresión de sus festejos, por paganos que estos hayan sido, sino más bien la cristianización de los mismos.

 ¿Cuáles fueron los elementos simbólicos y sociales de los festejos primaverales del área geocultural que trajeron, especialmente a la América del Sur, los invasores y colonos españoles de los siglos XVI y XVII, endosándolos vía endoculturación a sus descendientes (criollos) y occidentalizados? ¿Cómo ocurrió el proceso de relocalización, traspaso y adaptación de usos y costumbres, creencias y festejos primaverales europeos de los colonos hispanos a sus descendientes y occidentalizados, es decir de su singular “paquete cultural”, en el área geocultural influenciada por imperativos cósmicos y telúricos-sociales propios del hemisferio austral?

Antes de ir más lejos en cuestiones hipotéticas, veamos la situación humana en esta parte del planeta: se han hallado restos humanos óseos en la Pampa de los Fósiles (Pacas-mayo), que prueban la existencia de una cultura lítica costeña de ± 12.000 años (Claude Chauchat, El Paijanense de Cupisnique, Lima, IFEA, 2006). Esto prueba que los valles de la costa norperuana se encontraban habitados desde, al menos, el paleolítico superior. Estas colectividades, al igual que las del hemisferio norte (boreal), observaron detenidamente y durante generaciones, los fenómenos naturales, entre ellos los astronómicos. Es probable entonces que registraran los movimientos del sol y luna, identificaran planetas y constelaciones, fijaran puntos cardinales, efectuaran ritos astrales, etc. Los estudios antropológicos, arqueológicos e históricos señalan la existencia de la presencia de un saber astronómico así como su continuidad cultural; esta, a menudo, velada, en sus mitos y leyendas, en sus complejos arquitectónicos, en sus representaciones murales y bajos-altos relieves, en su cerámica y esculturas, etc.

En los valles de Chao, Virú, Moche, Chicama y Jequetepeque (por únicamente citar a estos), encontramos un mosaico cultural de grupos amerindios, indiscutibles herederos de la cultura lítica derivada del Hombre de Paiján. Entre ellos destacan, la sociedad regional moche (mochica), que se desarrolló entre el 100 a. C. y el 700 d.C. en el valle Moche, las evidencias arqueológicas revelan que estos tenían amplios conocimientos de astronomía, arquitectura, hidráulica y agricultura. Todo apunta a confirmar que los mochicas no sólo eran continuadores de la tradición lítica paijanense sino de igual forma celebraban diversos ritos y festejos ligados a los ciclos y ritos agrarios y pesqueros, los que eran expresiones de sus saberes astrales. No sabemos las razones por las que se desarticuló esta pujante sociedad regional, pero desapareció. Entre los siglos VIII al XII se observa la presencia serrana de la sociedad huari (Ayacucho); hacia el año 1100 d.C. las etnias regionales nor-peruanas se remozan suscitándose un nuevo ciclo cultural (representado por la leyenda de Naylamp): destaca la emergencia de la sociedad chimú (entre los siglos XI al XV). A partir del siglo XIV se inicia el Tawantinsuyu como una confederación de naciones lideradas por la etnia quechua (Cusco): su onda expansiva asimila ―de grado o fuerza― a los estados regionales del actual Perú; esta ondulación civilizacional no significó ni implicó la eliminación de cultos locales ni las festividades tradicionales, dura hasta la irrupción hispana (siglo XVI).

Sobre el saber astral y las festividades ligados a sucesos astronómicos existentes en el Tawantinsuyu, el Inca Garcilaso de la Vega, refiere que los reyes incas “alcanzaron los equinoccios, y los solemnizaron mucho [...] Para verificar el equinoccio tenían columnas de piedra riquísimamente labradas, puestas en los patios y plazas que había ante los templos del sol” (Comentarios Reales de los Incas, Libro segundo, cap. XXII). Detalla también que los reyes incas festejaban una cuarta festividad anual, a la que llamaron Situwa Raymi, y que esta se llevaba en el Equinoccio de Primavera, es decir en el mes de Septiembre: “A la cuarta fiesta que los reyes Incas celebraban solemnemente en su corte la llamaban Situwa; era de mucho regocijo para todos [...] Preparábanse para esta fiesta con ayuno y abstinencia de sus mujeres [...] Todos en general eran preparados: hombres, mujeres y niños [...]” (Comentarios Reales de los Incas, Libro séptimo, cap. VI). En uno de los calendarios prehispánicos se menciona el mes lunar llamado Coya Raymi Quilla, Lunación de la fiesta de la Luna, en el mes de Septiembre, “mes del inicio del plantar”.  En este mes también se realizaba la purificación ritual, conocida como Citua o Situwa, con el cual se expulsaban las fuerzas errantes y las malas influencias que se acumulaban durante el año en los centros sagrados del Tawantinsuyu. Este mes era igualmente llamado Satuaiquis o Puzcuaiquiz por otros cronistas del siglo XVI.

Las citaciones arriba señaladas no hacen sino corroborar que en la inmensa área geocultural del Tawantinsuyu existían ritos y festejos cíclicos encadenados al mundo astral. Es más, los festejos primaverales celebrados siglos más tarde por colonos europeos, sus descendientes y occidentalizados no eran absolutamente extraños ni a la mentalidad ni a los usos y costumbres amerindias locales y regionales. Todo indica, como estamos brevemente distinguiendo, que en la celebración de estas festividades primaverales existe un oculto e inadvertido trasfondo genético-cultural amerindio: estamos ante la persistencia cultural de una milenaria festividad probablemente panandina y sobre todo costera. Queda claro que los aludidos eurodescendientes no empezaron a promover la festividad primaveral a partir de nada. Y si hubo un entusiasmo popular como respuesta social, es porque esta celebración expresaba —en el imaginario colectivo, sobretodo de la mayoría demográfica de origen mochica-chimú— la reactivación y readaptación de una milenaria tradición festiva; la que desde tiempos inmemoriales se mueve al ritmo de influencias cósmicas y telúrico-sociales.

Sobre las circunstancias cósmicas que se relacionan con la festividad primaveral que se celebra en el hemisferio sur (austral) es preciso señalar lo siguiente: astronómicamente los equinoccios ocurren cuando el Sol “entra” al primer punto de Aries o al primer punto de Libra (véase figura). El Sol entra al primer punto de Aries (llamado también punto gamma) cuando en su movimiento anual aparente por la eclíptica pasa de Sur a Norte respecto al plano ecuatorial, y su declinación pasa de negativa a positiva. El Sol entra en el primer punto de Libra, cuando aparenta pasar de Norte a Sur del ecuador celeste, y su declinación pasa de positiva a negativa. En el hemisferio norte (boreal), el paso del verano al otoño, se llama el equinoccio autumnal. En el hemisferio sur (austral), el paso del invierno a la primavera, se llama el equinoccio vernal. En el hemisferio sur, el equinoccio de Septiembre (entre el 21 y el 23) marca el inicio de la primavera que finaliza con el solsticio de verano, el 21 de diciembre. La llegada a estos dos momentos cósmicos es celebrada festivamente, desde hace milenios, por todos los pueblos y culturas del mundo. Estas festividades nos permiten tomar consciencia de las transformaciones que ocurren en la tierra en armonía con las leyes del cielo; nos recuerdan a su vez los grandes ciclos históricos de la humanidad, determinados por los movimientos cósmicos.

Frente a la realidad cósmica y telúrico-social del hemisferio sur (austral) los colonos europeos, sus descendientes y occidentalizados, tuvieron inevitablemente que, a partir del siglo XVI, por así decirlo, “reprogramarse” pues estaban “programados”, por sus singulares condiciones cósmicas y geoculturales de sus tierras originarias (Europa), para celebrar la festividad primaveral el 21 de Marzo de cada año. En su imaginario y vivencia social se opera un cambio cultural radical, de 180°, la fiesta primaveral deben de celebrarla no el 21 de Marzo sino el 23 de Septiembre de cada año. Al encontrarse con equivalentes simbólico-culturales locales y regionales indígenas (el culto agrario de San Isidro “El Labrador”, la procesión del “Señor de Caña”, etc.) de su nostálgica festividad primaveral tuvieron que verse obligados a adaptarse, para lo cual, en su calidad de vencedores, impusieron sus propios elementos simbólicos y sociales de celebración, y los vencidos, es decir la enorme masa indígena de origen mochica-chimú, se asimilaron gustosamente pues esta celebración correspondía a su milenaria tradición festiva primaveral. Estamos ante la persistencia de una fiesta tradicional que hunde sus raíces en el singular neolítico de la América del Sur, el cual pervive gracias a esta estratégica confluencia cultural.
Intisunqu Waman
(Notas Marginales, Año 1, No. 2, 2013, pp. 7-8)