En esta época parecería no sólo ocioso sino de mal gusto disertar sobre la especie humana y sus razas. Esto se debe sobre todo a causa de que se ha convenido que discutir sobre las razas humanas es no solamente estar comprometido con el racismo
[1] sino incluso anticientífico. Desde fines del siglo XIX hasta el presente, los racistas, que son principalmente europeos y eurodescendientes digámoslo sin tapujo, asi como los antirracistas, que son especialmente acomplejados occidentalizados que siguen viendo y representándose la realidad con las antiparras occidentales (en menor grado los hay europeos y eurodescendientes, redimidos de su “pasado racista vergonzante”), han conseguido, pese a estar macerados hasta el tuétano del punto de vista moderno, acaparar las ideas y concepciones existentes sobre la cuestión racial humana. Por nuestra parte exponemos un punto de vista tradicional, el cual se encuentra en franca contradicción con el moderno (cualquiera sea su modalidad y tendencia).
Antes de entrar al tema de fondo, es menester precisar el origen, la naturaleza y el contenido de las principales ideas, concepciones y prejuicios modernos que prevalecen sobre lo que son y no son las razas humanas:
En primer lugar, es harto evidente que la mayor parte de nuestros coetáneos están atiborrados de ideas, concepciones y prejuicios “raciales” y “antirraciales” que se han especialmente desarrollado en los dos últimos siglos. Esta situación hace que éstos se agrupen, consciente o inconscientemente, en dos principales líneas teóricas y de acción: la antirracista y la racista
[2].
Para la particularidad antirracista, las razas humanas sencillamente no existen: según ésta, las diferencias somatopsíquicas que exteriorizan los seres humanos son meras casualidades de origen exógeno (sobre todo geoclimáticas). Esta generalizada creencia moderna va al encuentro incluso de la opinión de muchos especialistas modernos, quienes afirman lo siguiente : « sabemos poquísimo acerca de la naturaleza biológica de las diferencias raciales: la significación de los colores de la piel, las formas del cabello, etc. No basta creer que el sol de África ennegrece la piel, aunque probablemente interviene en el fenómeno »
[3].
¿Quién es el autor y en dónde se ha originado la creencia moderna de que las razas humanas no existen? Podríamos decir que ella surgió como una consecuencia de la hipótesis de la transformación progresiva de las especies (más conocida como “teoría de la evolución”) de Charles Darwin
[4] (éste en 1859 publicó su libro:
El Origen de las Especies), de las ideas y concepciones igualitaristas del siglo XIX, particularmente de inspiración socialista
[5] y del emergente neoespiritualismo (sobre todo el teosofista
[6]).
Ahora bien, es notorio que como la hipótesis darwiniana fue elevada al rango de “verdad axiomática” por el racionalismo materialista a mediados del siglo XIX, desde entonces hasta la primera mitad del siglo XX, los antirracistas, pese a que la mayor parte de éstos no cuentan con formación científica, siempre guisan sus insustanciales discursos con un aire de cientificidad. Ellos se escudan en la ciencia moderna, porque parten del supuesto de que esta es competente para conocer la naturaleza de la cosas
[7].
En realidad, tras esta ostentosa ideología cientista y humanista es fácil constatar que numerosos antirracistas, sobre todo académicos y líderes políticos (europeos y eurodescendientes), mantienen ideas y actitudes indiscutiblemente racistas: por ejemplo, cuando orondos afirman de que « la revolución más importante y significativa de nuestra época es la que impulsa a los pueblos de color hacia la órbita de nuestra civilización »
[8]. Esta es una confesión de quienes creen que su “civilización”, es decir la civilización occidental moderna, es no sólo la civilización sin epíteto, sino a la par el patrón humano al cual el resto de “pueblos de color del mundo” debe obligatoriamente imitar y ceñirse a fin de salir de su “atraso” económico, cultural y tecnológico
[9]. Preguntamos ¿Quiénes son los que realmente están saturados de prejuicios? ¿Acaso el hecho de promover la supuesta valía de la civilización occidental moderna no sólo confirma una limitación intelectual sino al mismo tiempo muestra una discriminación contra de las expresiones civilizacionales de los “pueblos de color”?
Hemos citado ex profeso este ejemplo (formulado hace más de cinco décadas) para mostrar de que esta misma actitud se perpetua, bajo igual creencia (“la supremacía del hombre blanco”); la cual, se ha transformado en nuestros días en una serie de ideas, concepciones y actitudes comportamentales humanitarias, igualitaristas, culturales e inclusive revolucionarias (socialistas, altermundialistas, ecologistas), que predican incansablemente europeos, eurodescendientes y sus productos putativos occidentalizados. Henchidos por estas nuevas “manías salvíficas” muchos de éstos parten cual desprendidos misioneros a los llamados “países subdesarrollados o en “vías de desarrollo” (habitados generalmente por los “pueblos o gentes de color”), ya no para predicar la “verdadera religión” como pretextaron sus antepasados para acaparar territorios y subyugar a las poblaciones humanas no-europeas, sino ahora vienen con el cuento de “luchar contra la pobreza”, de “combatir el terrorismo y promover la democracia” y de “inculcar el modo y el estilo de vida occidental”. Sabemos que todos estos subterfugios no son más que bufonadas para persistir en su actual expansión neocolonial mundial, la cual no es más que una modalidad para continuar imponiendo al resto de la humanidad el inmundo señorío del espíritu moderno.
Para los racistas[10], las razas humanas no sólo existen en un estado más o menos inmutable sino además hay razas que son superiores e inferiores. Estos mantienen una actitud teórica y una praxis que en efecto puede ser considerada como “esencialista”. Los teóricos racistas, nos referimos sobre todo a los europeos y eurodescendientes (principalmente evolianos y neonazis) que pretenden entroncarse al punto de vista tradicional, sostienen que la “raza blanca”, a la cual erróneamente llaman “aria”, es superior y que las otras razas humanas sea que le están subordinadas o en su defecto están continuamente guerreando contra ella (“la Luz del Norte [raza aria o hiperbórea] vs. “la Luz del Sur” [las razas de color]; los cultos hiperbóreos y solares vs. los cultos ctónicos y lunares; etc.).
El problema es que estos teóricos parten de patentes errores, los que van al encuentro de la enseñanza tradicional; la cual a grosso modo afirma:
1) las razas humanas más que consecuencias de una “selección natural” (azar y necesidad) son plasmaciones de los arquetipos celestes (determinaciones esenciales y substanciales del Ser) que rigen de modo cíclico al mundo corporal (en particular al humano);
2) las razas humanas, como todo lo que existe en este bajo mundo, sufren las secuelas del descenso cíclico, por lo tanto decaen y se degeneran, es decir ellas no son inmutables puesto que estas sujetas a las condiciones de la Existencia universal (espacio, tiempo, materia, vida y forma
[11]);
3) las primeras razas humanas se han “plasmado” en este bajo mundo en un pasado que se remonta mínimamente ―como dirían los sabios hindúes― al primer Manvantara de nuestro Kalpa
[12];
4) las razas humanas actuales se relacionan poco con las razas humanas primordiales de la presente humanidad, pese a que de alguna manera se han originado de estas últimas;
5) respecto a la superioridad o inferioridad la razas humanas, estas « son simplemente diferentes y tienen sus propias posibilidades; y cada una tiene o ha tenido su periodo de supremacía o predominancia, conforme a las leyes cíclicas
[13]»; y,
6) las razas humanas actuales al final del presente ciclo cósmico (Kali-Yuga) se encuentran en un activo proceso de mezcla genético-cultural para formar una suerte de “quinta raza” (todo indica que la dominancia sobre la cual se “recreará” esta “raza”, es el substrato genético de la raza amarilla)
[14].
Como estamos viendo tanto teóricos como activistas antirracistas y racistas manejan ideas y conceptos sólo en parte pertinentes, pero desgraciadamente se originan de un común punto de vista, el profano
[15]. Es de notar que ciertos teóricos racistas realizan construcciones sincréticas en base a elementos fragmentarios tomados de lo que han podido comprender de ciertos vestigios del mundo tradicional greco-romano y medieval, a los que adornan con datos etnológicos, lingüísticos, geológicos y arqueológicos. Por interesantes que sean muchos de estos trabajos no dejan por eso de expresar el aludido punto de vista, el cual es desde el punto de vista tradicional, lo repetimos, ilegitimo en sí mismo.
Después de este obligatorio paréntesis permítasenos plantear las siguientes preguntas: ¿Existen objetivamente las razas humanas? ¿Existe realmente una doctrina tradicional sobre las razas humanas? La existencia de las razas humanas y su concomitante la doctrina tradicional es innegablemente confirmada por el Corán, XXX, 22: «
Entre Sus Signos: la creación de los Cielos y de la Tierra; la diversidad de vuestras lenguas y de vuestros colores. En esto hay verdaderamente Signos para aquellos que saben »
[16]. Esta alusión coránica a las razas humanas (“vuestros colores”), la encontramos también consignada en otros textos sagrados del Oriente
[17] e incluso en textos del Extremo-Occidente (
Popol Vuh de los mayas
[18] y en el
Rito de los Cinco Soles, poema azteca prehispánico
[19]).
Pese a esta constatación, en la actualidad es muy difícil exponer en forma completa dicha doctrina, la razón principal de esto es la siguiente: si entrevemos la lógica del descenso cíclico y las secuelas que afectan a la humanidad en su conjunto, percibiremos que las razas humanas actuales no corresponden a las “razas humanas primordiales”
[20]. Esta indicación nos permite precisar que cuando los textos sagrados, orientales y occidentales, aluden a las diferentes razas humanas en realidad no se refieren a las razas actuales, las que son “productos” de los últimos mil años del actual ciclo cósmico (Kali-Yuga), sino más bien a las razas primordiales, que han existido sea a comienzos del actual Manvantara o que proceden de Manvantaras anteriores al nuestro.
Según los datos tradicionales, las razas humanas primordiales no proceden de ningún origen casual del medio ambiente, es decir las diferencias somáticas que presentan las razas humanas no son producto ni casualidades ni tampoco resultados de adaptaciones geoclimáticas. Los seres humanos tienen un mismo origen, que es celeste-terrestre: en los mitos y textos sagrados tradicionales esto es representado simbólicamente como una “creación del hombre” (hecha sea por Dios, en el contexto de la tradiciones derivadas del tronco abrahámico, o por los “dioses”, en el contexto de las tradiciones de tipo primordial como las tradiciones hindú, negro-africanas, amerindias o polinésicas).
Por lo dicho, concluimos que la humanidad es una sola y misma especie, consecuentemente no hay una “raza humana” sino más bien existen razas humanas, las que han surgido al influjo y ritmo de la economía universal; primordialmente fueron cuatro: negra, amarilla, roja y blanca. Esto es confirmado por un hadîth del Profeta Muhammad, quien en cierta oportunidad, al referirse a la universalidad de su misión profética (risâla), dijo: « Yo he sido enviado para blancos, negros y rojos »
[21]. Es de advertir dos cosas: por un lado, en este hadith el Profeta no menciona a la raza amarilla, esto no significa de que esta no existe sino más bien revela que pese a la universalidad de su misión, esta se concentra particularmente en las razas actuales derivadas de las razas primordiales blanca, negra y roja; por otro lado, el Profeta indica con toda claridad la existencia de la raza roja (“rojos”), esto implica un reconocimiento tácito a su existencia y además de que los “rojos” están incluidos específicamente en el marco universal de su misión profética
[22].
El poema azteca que hemos reseñado, evoca también la existencia de cuatro razas (los llama “tipos de hombres”), los cuales habrían tenido cada uno de éstos una supremacía en un determinado ciclo cósmico (“cada una de ellas habría existido en un sol”):
Se refería, se decía,que así hubo ya antes cuatro vidas,y que esta era la quinta edad.
Como lo sabían los viejos, en el año 1-Conejo se cimentó la tierra y el cielo.
Y así lo sabían, que cuando se cimentó la tierra y el cielo, habían existido ya cuatro tipos de hombres, cuatro clases de vidas.
Sabrán igualmente que cada una de ellas habría existido en un sol.
[23] Como no es posible en este corto espacio ir más lejos de estas generalidades, vamos sobre todo a centrarnos, sin caer en el juego del reduccionismo biológico, en la actual “situación racial” en la que se encuentra la presente humanidad al final cíclico (Kali-Yuga). Es de notar que esta “situación racial” es explícitamente señalada como “anómala” en los antiguos textos sagrados de la India: asi, el
Linga Purâna indica que: « durante el Kali Yuga se mezclaran las castas y las sangres »
[24]: es decir, se trata no sólo de un hibrismo interracial (“mezclas de sangre”) sino además de las funciones naturales que le corresponde a cada ser humano en el contexto de las sociedades tradicionales. Del mismo modo, el
Vishnu Purâna señala que « las personas del Kali-Yuga pretenderán ignorar las razas humanas
[25]»: una clara alusion a la tendencia moderna de negar la existencia de las razas humanas. Todo esto no hace más que confirmar que las actuales razas humanas no corresponden a las razas primordiales de la presente humanidad, pese a que el origen genético-cultural de las razas actuales se encuentra estrechamente ligado a las segundas (las razas primordiales).
Como vemos, el empleo de la palabra raza es problemático porque como bien lo precisa René Guénon« la noción misma de raza es difícil de precisar, a tal punto que nos vemos obligados a reconocer que actualmente no existe en ninguna parte una raza pura »
[26]. Del mismo modo, éste ha también señalado el riesgo de confundir lo que es casta con lo que es raza
[27]: al comentar un libro de Julius Evola, escribe: « la misma palabra raza nos parece estar empleada de una manera bastante impropia y desviada porque en el fondo, es mas bien de la casta que se trata en realidad... ¿entonces porque hablar aun de “raza”, si esto no es por una concesión enojosa a ciertas ideas corrientes, que están seguramente bastante alejadas de toda espiritualidad? »
[28].
Teniendo en mente lo indicado líneas arriba, citamos y comentamos en primer lugar este pasaje escrito por René Guénon: « Cuando hablamos, por ejemplo, de la mentalidad occidental o europea, empleando indiferentemente una u otra de estas dos palabras, con ello entendemos la mentalidad propia de la raza europea tomada en su conjunto. Así pues, llamaremos europeo a todo lo que se refiere a esta raza, y aplicaremos esta denominación común a todos los individuos que han salido de ella, en cualquier parte del mundo donde se encuentren: así, los americanos y los australianos, para no citar más que a éstos, son para nosotros europeos, exactamente del mismo modo que los hombres de la misma raza que continúan habitando en Europa. Es muy evidente, en efecto, que el hecho de haberse trasladado a otra región, o incluso de haber nacido en ella, no podría modificar por sí mismo la raza, ni por consecuencia, la mentalidad que es inherente a ésta, e incluso si el cambio de medio es susceptible de determinar más pronto o más tarde algunas modificaciones, no serán sino modificaciones bastante secundarias, que no afectan a los caracteres verdaderamente esenciales de la raza, sino que, al contrario, a veces hacen resaltar más claramente algunos de entre ellos. Es así como se puede constatar sin esfuerzo, en los americanos, el desarrollo llevado al extremo de algunas de las tendencias que son constitutivas de la mentalidad europea moderna ».
[29]Ahora bien, cuando René Guénon habla de americanos y de australianos se refiere a los descendientes de origen anglosajón que invadieron y colonizaron América del Norte y Australia. Esto, que es una indiscutible realidad para los eurodescendientes de origen anglosajón lo es igualmente para los eurodescendientes de origen latino, es decir para los descendientes de españoles, portugueses y franceses, que llegaron al continente Abya Yala (las Américas) un siglo antes que sus congéneres de origen anglosajón. Otra indiscutible verdad: los eurodescendientes hispánicos, lusitanos y franceses son en realidad, como lo hemos examinado prestamente en otro estudio, los auténticos latinoamericanos
[30]. Es preciso insistir que los eurodescendientes (sean latinos, anglosajones, eslavos u otros), como lo ha excelentemente precisado René Guénon, así se hayan implantado hace ya varios siglos en las Américas y como consecuencia de ello vivan desde hace varias generaciones en estos territorios, continúan ciertamente perteneciendo a la raza europea
[31]. Esta pertenencia racial, como bien explica René Guénon, se debe a que éstos vehiculan el mismo tipo de mentalidad que portan sus congéneres que siguen viviendo en Europa: la mentalidad occidental moderna. Además de esta esclarecedora precisión, es innegable también que los eurodescendientes han adquirido y desarrollado al extremo ciertas tendencias generalmente perniciosas propias de la mentalidad europea moderna que los distinguen de sus semejantes europeos. Al respecto veamos solo dos ejemplos:
1) la notoria deficiencia intelectual de los Españoles se ha transformado en sus descendientes de ultramar (eurodescendientes hispanicos), no hablamos de las pocas excepciones que existen para confirmar la regla, en una patente incapacidad intelectual que los tipifica como mediocres imitadores de todo lo occidental moderno
[32]; y,
2) la ideología puritana anglosajona del siglo XVII ha sido llevado al extremo por los anglo-americanos de EEUU y Canada, quienes han creado todo tipo de fantasías pseudoreligiosas cristianas (grupos, sectas, movimientos) asi como perversiones neoespiritualistas de toda indole.
En concordancia con lo que hemos señalado sobre la situación actual de las razas humanas, y más precisamente de la raza europea, cabe una acotación que es magistralmente absuelta por René Guénon: « No obstante, aquí se plantea una cuestión que no podemos dispensarnos de indicar brevemente: hemos hablado de la raza europea y de su mentalidad propia; ¿pero hay verdaderamente una raza europea? Si se quiere entender con eso una raza primitiva, con una unidad original y una perfecta homogeneidad, es menester responder negativamente, ya que nadie puede contestar que la población actual de Europa se ha formado por una mezcla de elementos pertenecientes a razas muy diversas, y que hay diferencias étnicas bastante acentuadas, no solo de un país a otro, sino incluso en el interior de cada agrupamiento nacional. No obstante, por eso no es menos cierto que los pueblos europeos presentan bastantes caracteres comunes para que se les pueda distinguir claramente de todos los demás; su unidad, incluso si es más bien adquirida que primitiva, es suficiente para que se pueda hablar, como lo hacemos, de raza europea. Únicamente, que esta raza es naturalmente menos fija y menos estable que una raza pura; los elementos europeos, al mezclarse a otras razas, serán absorbidos más fácilmente, y sus caracteres étnicos desaparecerán rápidamente; pero esto no se aplica más que al caso donde hay mezcla, y, cuando hay solo yuxtaposición, ocurre al contrario que los caracteres mentales, que son los que más nos interesan, aparecen en cierto modo con más relieve. Por lo demás, estos caracteres mentales son aquellos para los que la unidad europea es más clara: cualesquiera que hayan podido ser las diferencias originales en este aspecto como en otros, se ha formado poco a poco, en el curso de la historia, una mentalidad común a todos los pueblos de Europa. Eso no quiere decir que no haya una mentalidad especial de cada uno de estos pueblos; pero las particularidades que los distinguen no son más que secundarias en relación a un fondo común al que parecen superponerse: son en suma como especies de un mismo género. Nadie, incluso entre aquellos que dudan que se pueda hablar de una raza europea, vacilará en admitir la existencia de una civilización europea; y una civilización no es otra cosa que el producto y la expresión de una cierta mentalidad.»
[33] Mas claro que esto, ni el agua.
Es evidente que actualmente existen diversas razas humanas: raza china, raza europea, raza negro-africana, raza amerindia, raza polinésica, etc., todas derivadas, en menor o en mayor grado, de las cuatro razas humanas primordiales. Todas estas razas humanas cumplen actualmente una función particular dentro de la economía universal y son admirables expresiones de la gran diversidad humana. Negar esta realidad es tener no sólo una concepción y una actitud racista, encubierta o declarada, sino además es un tener un grave compromiso con las tendencias inferiorizantes del ser, es decir satánicas, que reinan en nuestros días
[34].
En lo que respecta la cuestión de la mentalidad constitutiva de una raza, esta debe ser puesta en relación con la “herencia psíquica”, al respecto de la cual René Guénon manifiesta de que « se podrá decir que no solo hay una herencia fisiológica, sino también una herencia psíquica, y que la una y la otra se explican exactamente de la misma manera, es decir, por la presencia, en la constitución del individuo, de elementos tomados al medio especial donde su nacimiento ha tenido lugar. Ahora bien, en Occidente, algunos se niegan a admitir la herencia psíquica, porque, al no conocer nada más allá del dominio al que ella se refiere, creen que este dominio debe ser el que pertenece en propiedad al ser mismo, el que representa lo que él es independientemente de toda influencia del medio. Otros, que admiten al contrario esta herencia, creen poder concluir de ello que el ser, en todo lo que él es, está enteramente determinado por el medio, que no es ni más ni menos que lo que el medio le hace ser, porque ya no conciben tampoco nada fuera del conjunto de los dominios corporal y psíquico. Así pues, en eso se trata de dos errores opuestos en cierto modo, pero que tienen una sola y misma fuente: los unos y los otros reducen el ser entero únicamente a su manifestación individual, e ignoran igualmente todo principio transcendente en relación a ésta »
[35]. Los datos tradicionales sobre la herencia psíquica son ricos y profundos pero desafortunadamente desconocidas por la ciencia moderna (salvo en sus versiones corrompidas, como son los casos de las ciencias tradicionales que han existido en las civilizaciones tradicionales orientales y occidentales y que estudian este particular tipo de herencia psíquica: quilología, astrología y fisiognomía
[36]). Asi pues, estas ciencias tradicionales incluyen aspectos que son totalmente ignorados por el gran publico, como es el caso por ejemplo de la herencia de las bendiciones y maldiciones y de la herencia ligada a las buenas y malas acciones. Una raza, una comunidad, un grupo de individuos, una familia o incluso un individuo pueden portar y transmitir este tipo de herencia: esto le otorga una particular función, la que puede afectar positivamente o negativamente al resto de razas. Habría mucho que decir sobre el particular, lo dejamos para otra oportunidad a fin de desarrollarla in extenso en un estudio independiente.
No es nuestro propósito estudiar al conjunto de razas humanas actuales, tarea dificultosa y que además necesitaría un estudio completo para evitar las caricaturas de mal gusto, por tal motivo vamos a concentrarnos en las razas humanas que en nuestros días pueblan mayoritariamente el continente Abya Yala (las Américas), nos referimos a las razas europea y amerindia. Advertimos que de la raza europea sólo tomamos como principal punto de referencia a su variante étnica hispánica, que es la más diseminada ―demográfica hablando― en nuestro continente. Y finalizaremos con esbozar brevemente algunas de las principales características de la raza amerindia.
En primer lugar, señalamos que las etnias actuales que forman parte de la raza europea, no son las etnias originales que ocuparon desde hace cerca de seis milenios la parte occidental del continente euro-asiático (Europa). Las etnias actuales son producto de una compleja etnogénesis intrarracial
[37], acontecida sobre todo a partir del siglo IV de la era cristiana y cuyo origen se encuentra en la impronta invasora germánica
[38]. Está demostrado que las tribus bárbaras germánicas vivían al exterior del área del imperio romano
[39], las principales fueron: godos, ostrogodos, visigodos, francos, alamanas, anglos, sajones, alanos, vándalos, suevos, etc. Estas tribus, por razones no bien precisadas comenzaron, casi diríamos de manera sincrónica, a traspasar por oleadas migratorias la frontera romana: esta invasión transformó radicalmente la realidad étnica del imperio romano, alterándose para siempre los rasgos genético-culturales de las etnias europeas más antigua (sobre todo las célticas y latinas). Algunas de ellas incluso desaparecieron (o mejor dicho fueron asimiladas ―de grado o fuerza― por las tribus germánicas invasoras). Producto de estos trasvases genético-culturales surgieron en un lapso aproximado de 10 siglos las actuales etnias que forman parte de la raza europea: franceses (hibridación de galo-romanos + francos + bretones); españoles (hibridación de celtíbero-romanos + vándalos + alanos + suevos + visigodos + semitas [árabes y judíos]); ingleses (hibridación de bretones-romanos + anglos + sajones); etc. Al respecto de estas hibridaciones intrarraciales, cabe señalar que la mayor parte de especialistas en genética de poblaciones sostienen que la raza europea es genotípicamente inestable y por lo tanto fácil de ser asimilada por las otras razas humanas con genotipo más estable, como es el caso de las razas china, negro-africana y amerindia.
Es de distinguir que la raza europea esta principalmente formada por los grupos eslavo, latino y germánico; estos, pese a su inestabilidad genética, son sin embargo tipológicamente compactos. Estos peculiares grupos étnicos europeos formaron con el devenir de los siglos diferentes pueblos-naciones, los que se organizaron bajo diversas modalidades societales de carácter tradicional (clanes, tribus, reinos e imperios). Cabe del mismo modo señalar que a partir del siglo IV de la era cristiana, la tradición cristiana ―como adaptación providencial de la tradición judía para el mundo europeo―, empezó a unificarlos en una comunidad de pueblos-naciones bajo una autoridad espiritual y temporal; la cual es conocida como Cristiandad, que tuvo una duración efectiva de mil años, en este tiempo de relativa calma tradicional, se originó y desarrollo una civilización tradicional: la civilización occidental medieval y sus frutos de santidad y sabiduría. Esta comunidad tradicional empezó a desmantelarse debido al agresivo empuje de las fuerzas contratradicionales personificadas por el rey de Francia Felipe el Hermoso y sus consejeros, formándose los actuales estados-modernos europeos y sus prolongaciones de ultramar. Desde este punto de vista, la Edad Media, que es considerada por las tendencias antitradicionales como “edad de las tinieblas”, nace en el siglo VIII y termina en el siglo XIV según precisa René Guénon
[40]. Correlativamente se inicia el Renacimiento (tiempo comprendido entre los siglos XIV y XVII): se trata del periodo germinal de la naciente civilización occidental moderna, en el cual se establecen las principales características de la mentalidad europea moderna y se desarrollan las principales corrientes ideológicas de la modernidad (el naturalismo: del que nace como consecuencia la ciencia moderna; el cristianismo moderno y sus iglesias católica, protestante y anglicana; etc.). Es de notar que en este infausto periodo se inicia el desbordamiento geográfico de la raza europea y su agresiva mentalidad antitradicional hacia los mundos tradicionales: la meta no era sólo sojuzgarlos sino impregnarlos del repugnante espíritu moderno. Pese a esta indiscutible realidad histórica, los europeos y sus productos putativos de ultramar (eurodescendientes y occidentalizados) llaman a este periodo histórico: “descubrimiento y conquista”; cuando en realidad no se trata para nada ni de “descubrimiento” (pues las Américas eran ya conocidas por europeos tradicionales como los templarios, por los musulmanes negro-africanos, por los navegantes chinos, etc.)
[41] Ni mucho menos de “conquista” (pues se trata de una invasión y ocupación colonial).
Respecto a la raza amerindia, cuando hablamos de ella, con esto no nos referimos a su sola connotación biológica (genotipo y fenotipo) sino más bien a su particular tipo de mentalidad, que es similar —en muchos aspectos— a la mentalidad oriental. Antes de abordar consideraciones relativas al particular tipo de mentalidad que vehiculan los pueblos amerindios es importante que hagamos ciertas precisiones referentes a su genotipo. No está demás aclarar que hacemos esto debido a que la mayor parte de eurodescendientes buscan obstinadamente desde hace siglos, por inconfesables razones relativas a su anormal presencia en el continente Abya Yala (las Américas), borrar toda traza de la raza amerindia o en su defecto menoscabar su especificidad biológica y espiritual
[42]. Aclaramos asimismo que pese a los reparos de orden intelectual que tenemos frente a la ciencia moderna, nos vemos obligados a presentar algunos de sus resultados sobre la especificidad genotípica de la raza amerindia:
a) Los análisis genéticos a través del estudio de los grupos sanguíneos inmunológicos y de los haplogrupos del ADN de mitocondrias y cromosomas de células provenientes de diferentes muestras humanas, revelan que lo que denominamos razas dependen de varios genes.
b) El sistema ABO y el sistema Factor Rh muestran diversas relaciones poblacionales: dentro del sistema ABO, el grupo O predomina en poblaciones amerindias, el grupo A prevalece en europeos y eurodescendientes y el grupo B sobresale en sino-mongoles (ver porcentajes en Tabla No. 1). Si se emplea el sistema Rh, se observa que los grupos del haplotipo positivo tienen una alta frecuencia, especialmente el grupo R0, entre los negro-africanos (además de esto es de señalar que la mayor parte de éstos poseen un tipo de hemoglobina, la hemoglobina S que es determinada por un gen especifico negro-africano llamado HbS). Es importante indicar que el grupo de haplotipo r (Rh negativo) tiene una alta frecuencia en europeos y eurodescendientes y es casi inexistente en las poblaciones amerindias.
Tabla No. 1: Proporción de los grupos sanguíneos en poblaciones nativas Poblaciones nativas
FUENTE: La información señalada se basa en datos promedio tomadas de Luigi Luca Cavalli-Sforza and al., The History and Geography of Human Genes, Princenton, Princeton University Press, 1995, chap. 1; y de M. Lahr and R.A. Foley, « Towards a theory of modern human origins: geography, demography, and diversity in recent human evolution », American Journal Physical Anthropolgy, supppl. no 27, 1998, pp. 137–176.
COMENTARIO: En las poblaciones amerindias predomina el grupo O, en cambio es de observar que en las poblaciones asiáticas (sobre todo mongólica) sus grupos sanguíneos se asemejan mucho más a las poblaciones europea y semítica. ¡La diferencia entre ambos grupos poblacionales es realmente abismal!
c) El análisis del ADN (acido desoxirribonucleico), que contiene la información genética y es responsable de la transmisión hereditaria en los seres vivos, ha mostrado que este forma parte de los cromosomas y que existe en pequeñas cantidades en las mitocondrias (llamado genoma mitocondrial); asimismo se ha encontrado que el ser humano hereda sus mitocondrias solo de sus madres (herencia matrilineal) y también que el cromosoma Y (que procede del padre y que determina el sexo masculino) corresponde a una herencia patrilineal.
Tabla No. 2: Relaciones filogenéticas entre las poblaciones según región geográfica
FUENTE: S Anderson and al., « Sequence and organization of the human mitochondrial genome », Nature, April 9 - 1981, no 290, pp. 457-465; y F. Calafell, « Classifying humans », Nature Genetic, no 33, 2003, pp. 435–436.
COMENTARIO: Las letras en negrita corresponden a los haplogrupos más frecuentes y diseminados en cada subcontinente o región geográfica. Es notorio que las poblaciones amerindias presentan características genéticas comunes, en cambio las poblaciones sino-mongolas presentan relaciones filogenéticas muy diferentes de éstas. Si las poblaciones amerindias fueran de origen protomogol, como sostiene la hipótesis modernista, ¿cómo es posible entonces que el genoma mitocondrial y el cromosoma Y de las poblaciones amerindias y mongolas del siglo XVI presenten diferencias filogenéticas, si se calcula que cada 10.000 años surge una mutación en una de las bases del ADN mitocondrial?[43]
En realidad, habría aun mucho que decir sobre las particularidades genotípicas y fenotípicas de la raza amerindia (las características protomorfas y mesomorfas de la población amerindia diferentes del patrón mongoloide; la presencia del “hueso epactal” en el cráneo amerindio; la apariencia de la llamada mancha “mongólica” en las nalgas de los niños amerindios [llamados “culos verdes” por los invasores y colonos españoles y sus descendientes]: esta mancha es totalmente diferente de la mancha mongólica; etc.). Estas consideraciones las dejamos para otra oportunidad, asi como también disertar in extenso sobre la mentalidad tradicional amerindia.
Intisunqu Waman
(Artículo publicado en la revista semestral de estudios tradicionales, Serpiente Emplumada, Año 3, No.1, 21 de Junio 2009, Solsticio de Invierno Austral, Lima-Perú, pp.).
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NOTAS:
[1] A propósito del racismo, ciertos modernistas sostienen por ejemplo de que alguien es “racista” porque éste cree que los seres humanos se dividen en razas; otros no menos osados afirman de que “el racismo encontró su caldo de cultivo ideológico en los países donde había crecido el protestantismo y el liberalismo”… Sobre esta última alegación, utilizada sobre todo por católicos españoles y eurodescendientes hispánicos, diremos de pasada que la verdad es que el racismo occidental fue puesto en práctica antes de transformarse en una ideología por los invasores y colonos ibéricos desde mediados del siglo XV (por los portugueses en África) y desde fines del siglo XV (por los españoles en las Américas).
[2] Estas tendencias están estrechamente relacionadas con otras del mismo género, las que tienen en realidad como principal objetivo promover y reforzar la visión modernista de la realidad. Entre éstas se confrontan: “evolucionistas” vs. “creacionistas”, “materialistas” vs. “espiritualistas”, “conservadores” vs. “liberales”, etc. Para nosotros se trata de lo mismo, es decir del punto de vista profano de los modernos, razón por la cual nos alejamos de este ejercicio dialéctico, el que en realidad no conduce a ninguna parte, salvo a incrementar el estado de confusión intelectual reinante.
[3] W.-W. Howells, « Los orígenes de las razas envueltos en misterio », El Correo-UNESCO, vol. VI, Nros 8-9, Agosto-Septiembre 1953, p. 5.
[4] Antes que Charles Darwin también existieron otros estudiosos como François Bernier, quien publicó en 1684 la primera clasificación humana en razas (éste argumenta que era posible dividir el planeta en regiones según las características físicas humanas, dividió los seres humanos en cuatro razas: europeos, negro-africanos, asiáticos amarillos y lapones). George Buffon, en 1749, escribió que las diferencias raciales estaban inducidas por proceso geoclimáticas. Carl Linneo sostiene, en 1758, que el ser humano es una especie que cambia con la educación y el clima. Fredrich Blumenbach, en 1790, basándose en el análisis craneométrico clasifica a los seres humanos en cinco razas (mongólico o amarillo, americano o rojo, caucásico o blanco, malayo o pardo y etiópico o negro). Joseph Arthur de Gobineau, en 1853, formula en su célebre Ensayo sobre la Desigualdad de las Razas Humanas, la primera teoría antropológica de carácter racista, la cual sostiene: 1) existen razas superiores, que no son sino ramas de una misma familia, la raza blanca o aria; 2) La decadencia de las naciones más poderosas se ha producido por degeneración biológica de las razas (mestizaje); 3) La historia no es otra cosa que el campo de batalla donde se libran luchas entre razas; y 4) existen sólo tres razas humanas (blanca, amarilla y negra).
[5] Particularmente las ideas y concepciones de Robert Owen, Saint-Simon, Charles Fourier, Étienne Cabet, Karl Marx, Frederic Engels, etc.
[6] En lo que concierne a las especulaciones neoespiritualistas, sobre todo teosofistas, es necesario recordar que éstos tomaron datos de numerosas doctrinas tradicionales con la ayuda del naciente orientalismo, deformándolas hasta volverlas casi irreconocibles y mezclándolas con las concepciones de la ideología cientista del siglo XIX y las fantasias de H.P. Blavatsky. Es asi como han elaborado su teoría de las siete razas-raíces: cada raza-raíz comportaría siete sub-razas, cada una subdividida a su vez en siete ramas; según los teosofistas, la “raza blanca” seria actualmente la quinta raza (la primera habría sido la “raza de los gigantes y hermafroditas”; la segunda raza habría sido la “raza adámica” con separación de los sexos; la tercera raza habría sido la “raza lemuriana” en el continente Mu; la cuarta raza la “raza atlante” y la quinta raza seria la “raza blanca”). Esta teoría teosofista no es más que una caricatura de la doctrina hindú de los siete Dwîpas, que están en relación con las “siete tierras” del esoterismo islámico y las “siete tierras” de la Kabbala, ellas mismas en relación con los “siete reyes” de Edom: estos están relacionados con los ciclos cósmicos anteriores al presente Manvantara. Es de notar de igual modo que los datos tradicionales nos hablan de 4 razas en nuestro Manvantara, las cuales habrían predominado en diferentes subdivisiones de dicho ciclo cósmico: la raza blanca, la raza amarilla, la raza negra y la raza roja; asimismo, al final del Kali-Yuga, que coincide con el final cíclico de nuestro Manvantara, la raza amarilla (sobre todo china) debe servir de base para mezclarse ―como será precisado más adelante― con el resto de razas, formándose una “quinta raza”.
[7] La ciencia moderna, a la que pretensiosamente llaman “la ciencia”, no se basa en principios trascendentes como las ciencias tradicionales sino más bien se funda en la opinión de sus individualidades paradigmáticas asi como en resultados experimentales y experienciales, siempre subjetivos y cambiantes, por lo tanto no es competente para conocer la naturaleza de las cosas (a propósito de esto véase René Guénon, Mélanges, Paris, Gallimard, coll. « Tradition », 1995, Tercera Parte: De algunos errores modernos, cap. VIII: « La ciencia profana ante las doctrinas tradicionales »).
[8] Alfred Metraux, « El hombre lleno de prejuicios es tan patético como su víctima », El Correo-UNESCO, vol. VI, Nros 8-9, Agosto-Septiembre 1953, p. 4.
[9] Esta aberrante lógica modernista forma parte de la “ideología del progreso”; como no es posible extendernos en este momento a fin de explicar las correlaciones subterráneas de esta ideología con otras del mismo género, lo abordaremos in extenso en un próximo estudio.
[10] Es de notar que la mayor parte de racistas son europeos y eurodescendientes, sin embargo también existen negro-africanos, afrodescendientes (particularmente de EEUU y Jamaica), extremo-orientales y amerindios, todos más o menos occidentalizados, profesando un “racismo a la inversa”, es decir para estos el “malo e inferior” es el “hombre blanco”. Esto como lo veremos más adelante es desde el punto de vista tradicional falso.
[11] A propósito de estas condiciones véase René Guénon, Mélanges, Paris, Gallimard, coll. « Tradition », 1976, Segunda parte, cap. IV: « Las condiciones de la existencia corporal » (articulo publicado originalmente en la revista La Gnose, Paris, janvier-fevrier 1912).
[12] De acuerdo a la doctrina hindú de los ciclos cósmicos, un Kalpa representa el proceso de desarrollo de un estado o grado de la Existencia universal. Asimismo hay que tener presente que « no puede hablarse literalmente de la duración de un Kalpa, evaluada según una medida de tiempo cualquiera, más que si se trata de aquel que se relaciona con el estado del que el tiempo es una de las condiciones determinantes, estado que constituye propiamente nuestro mundo »; por lo tanto, un Kalpa representa el desarrollo total de un mundo. Existen ciclos cósmicos al interior de un Kalpa, los que no son más que modalidades especializadas y restringidas de este. Como queda dicho, es un error querer determinarlos por su sola modalidad cronológica, puesto que hay que tener en cuenta que la sucesión temporal de estos ciclos no son otra cosa que « una imagen del encadenamiento, lógico y ontológico a la vez, de una serie “extra-temporal” de causas y efectos » (René Guénon, Formas tradicionales y ciclos cósmicos, cap. I). Al interior de nuestro Kalpa, Shrî-Shwêta-Varâha-Kalpa (“Era del Jabalí Blanco”), se desarrollan los Manvantaras y sus subdivisiones: « los Manvantaras o eras de Manús sucesivos, son catorce, formando dos series septenarias de las cuales la primera comprende los Manvantaras pasados y aquél en el que estamos actualmente, y la segunda los Manvantaras futuros » (René Guénon, op.cit., ibid.). Cada Manvantara es regido por un Manu o legislador primordial, y Vaivaswata, el presente Manu, es el séptimo de este Kalpa. Los Yugas o subdivisiones al interior de nuestro Manvantara son cuatro, « esta división cuaternaria de un ciclo es susceptible de aplicaciones múltiples, y se encuentra en muchos ciclos de orden más particular: pueden citarse como ejemplos las cuatro estaciones del año, las cuatro semanas del mes lunar, las cuatro edades de la vida humana; aquí también, hay correspondencia con un simbolismo espacial, relacionado en este caso principalmente con los cuatro puntos cardinales… [cada Yuga] está señalado por una degeneración con respecto al que le ha precedido; y esto que se opone directamente a la idea de “progreso” tal como la conciben los modernos, se explica muy sencillamente por el hecho de que todo desarrollo cíclico, es decir en suma, todo proceso de manifestación, al implicar necesariamente un alejamiento gradual del principio, constituye realmente, en efecto, un “descenso”, lo que además es también el sentido real de la “caída” en la tradición judeo-cristiana » (ibid.). Evaluadas en años ordinarios, las duraciones de los cuatro Yugas son: Krita-Yuga o Satya-Yuga = 25.920, Trêtâ-Yuga = 19.440, Dwâpara-Yuga = 12.960 y Kali-Yuga = 6.480 años, formando un total de 64.800 años, que es la duración de nuestro Manvantara y que corresponde a la antigüedad real de la presente humanidad.
[13] Carta de René Guénon a Gastón Georgel (fechada 29-12-1937) in Gastón Georgel, Les Quatre Âges de l’Humanité. Exposé de la Doctrine Traditionnelle des Cycles cosmique, Milan, Archè, 1976, p. 18.
[14] Las primicias de esta mezcla interracial lo estamos viendo en el expansionismo chino (que comienza a fines del siglo XIX); no es casualidad que estos representen actualmente una mayoría demográfica humana (por cada cinco seres humanos uno es chino), ni tampoco que su comercio ritme con el “reino de la cantidad” (por ejemplo, la enorme “cantidad” de sus productos manufactureros invasivos), etc. Esta posibilidad, desde un cierto punto de vista no es “anormal” puesto que en el pasado prehistórico ya ha existido: asi pues, en el ciclo cósmico anterior al actual (Kali-Yuga), es decir hablamos del Dwâpara-Yuga, la raza roja que predominaba mundialmente asimiló de grado o fuerza a ciertas etnias de la raza amarilla, las que se encontraba en decadencia y degeneración puesto que ésta raza había también tenido su predominio en un ciclo anterior al Dwâpara-Yuga, es decir en el Trêtâ-Yuga. Es de notar que esta mezcla interracial es aun visible en nuestros días en muchas partes del mundo, por ejemplo entre las etnias amerindias de la cuenca amazónica, de la región circumpolar boreal de la América del Norte, etc. Entiéndase bien que no hablamos de eso que los teóricos modernistas llaman: “construcción social de categorías étnicas” sino mas bien del “nacimiento” de las actuales razas humanas.
[15] A propósito de este “punto de vista profano” véase René Guénon, Mélanges, op.cit., ibid.
[16] Quizás pueda sorprender a ciertos de nuestros lectores que pongamos como referencia principal al Corán (Qur’an): aclaramos que hacemos esto debido a que este libro sagrado, sin lugar a dudas, es la última escritura revelada para la presente humanidad terrestre; además, hay que tener en cuenta de que el Corán tiene un carácter totalizador y sintético, razón por la cual confirma explícitamente lo indicado en los textos y mitos sagrados más antiguos.
[17] Prueba de ello lo encontramos en los textos sagrados hindúes pertenecientes a la clase de textos designados con el nombre de Smriti, particularmente en dos de los dieciocho grandes Purânäs: Lingä Purânä (libro 1, cap. XL) y Vishnu Purânä (libro 6, cap. I).
[18] Al respecto véase Popol Vuh, traducido del texto original, con una introducción y notas de Adrián Recinos, México, Fondo de Cultura Económica, Col. « Lecturas mexicanas no 25 », 1984, Primera parte, capítulos II, III y IV. Para ahondar la comprensión de este texto sagrado es preciso leer el comentario del sabio maya Domingo Martínez Paredez, El Popol Vuh tiene razón, teoría sobre la cosmogonía preamericana, México, Orión, 1976, 210p.
[19] Véase « Rito de los Cinco Soles » in Josefina Delgado y Alberto M. Perrone, Antología precolombina, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1970, 94p.
[20] Las razas humanas primordiales probablemente surgieron como adaptaciones de una primera humanidad primordial al final del primer Manvantara, al ritmo de las leyes cíclicas. Ahora bien, como existe una correlación necesaria y constante entre los ordenes cósmico y humano, según enseñan todas las tradiciones, es indudable de que el periodo de vida de una humanidad terrestre esté ligado a una determinada duración cíclica, la cual corresponde, según la doctrina de los ciclos cósmicos hindú, a un Manvantara que tiene una duración de 64.800 años: por lo tanto ésta es la antigüedad de una humanidad. Como nos encontramos en el séptimo de los catorce Manvantaras de nuestro Kalpa, entonces la primera humanidad primordial se plasmó en este bajo mundo hace aproximadamente 453.600 años (hay que tener en cuenta que se trata de años cíclicos y no cronológicos o lineales); luego de la cual se han sucedido otras humanidades hasta llegar a la presente humanidad, que apareció hace solo 64.800 años. Asimismo anotamos que al principio de cada Manvantara aparece una humanidad primordial en una determinada región geográfica: según los antiguos textos hindúes y mazdeanos la presente humanidad apareció en la región hiperboreal; de este punto habrían partida oleadas migratorias sucesivas para repoblar el planeta. Es probable que estas nuevas oleadas humanas se hayan encontrado con descendientes degenerados de humanidades anteriores, efectuándose hibridaciones y transferencias genético-culturales. Al respecto, es de notar que las diferencias morfológicas entre las razas humanas, como afirma Émile Massoulard, « son tan profundas que sería absurdo hacerlas remontar a menos de 40.000 años… en esta época las razas debían existir ya necesariamente sobre la tierra con sus características propias bien definidas » (Prehistoire et Protohistoire d’Egipte, Paris, Ed. Institut d’Ethnologie, 1949, p. 210). Esta opinión concuerda con el dato tradicional hindú: las razas humanas primordiales del actual Manvantara aparecieron al final del Krita-Yuga o Satya-Yuga, o sea hace unos 38.880 años (64.800 – 25.920 = 38.880).
[21] Este hadîth nos ha llegado gracias a un confiable mutasawufin de origen europeo, quien durante una breve estadía en Tunisia (África del Norte), lo escuchó personalmente de los labios de un venerable maestro del esoterismo islámico (at-tasawwûf al-islamî).
[22] En concordancia con esta realidad doctrinal de carácter tradicional, René Guénon confirma, en varios pasajes de su obra, que efectivamente las razas humanas primordiales fueron primitivamente cuatro. Anotamos de que cierto autor perennialista, al que no hay que confundir con un autor tradicional, sostiene ―sin dato tradicional de apoyo― que las razas humanas han sido originalmente tres: negra, amarilla y blanca; y que la raza roja no es propiamente una raza sino mas bien el resultado de la hibridación de las raza amarilla y blanca (véase Frithjof Schuon, Castas y Razas, capitulo: « El sentido de las razas »). Como vemos esta opinión perennialista, que se basa en las especulaciones del ideólogo racista Joseph Arthur de Gobineau (1853), va al encuentro de la enseñanza tradicional que asevera de que las razas primordiales fueron más bien cuatro y que de éstas se han originado las razas humanas actuales con sus múltiples etnias (al interior de cada una de ellas).
[23] Véase « Rito de los Cinco Soles » in Josefina Delgado y Alberto M. Perrone, op.cit., pp. 23-31.
[24] Linga Purâna, libro 1, cap. XL (a propósito de estas citaciones véase el articulo: « La “Edad oscura” o Kali Yuga, según los textos sagrados de la Tradición hindú », Serpiente Emplumada, Año 2, No 1, 21 Junio 2008, Solsticio de Invierno Austral 2008, pp. 35-40).
[25] Vishnu Purâna, libro VI, cap. I.
[26] Recensión del libro de Julius Evola, Mythe du sang.
[27] Al respecto de esta confusión véase el esclarecedor estudio de Carlos Roe Rubio, « Una apreciación doctrinal sobre las castas », Serpiente Emplumada, Año 2, No 1, 21 de Junio 2008, Solsticio de Invierno Austral, Lima-Perú, pp. 123-138.
[28] A propósito de la confusión de los términos “raza” y “casta”, un ejemplo nos permitirá tranzar de una vez por todas con esta confusión: es correcto usar la palabra “semita” para designar a judíos y árabes, a condición de saber que no se trata propiamente de dos razas, en el sentido que son derivadas de razas humanas primordiales, sino más bien de “líneas espirituales”. Ejemplo sobre lo que es una “línea espiritual”: los descendientes del Profeta Muhammad, nos referimos sobre todo a sus herederos espirituales (wârith muhammadî), pertenecen a una línea espiritual que tiene 1.450 años. Ciertos autores en lugar de líneas espirituales hablan más bien de “razas espirituales”, en realidad se trata de lo mismo: asi pues, ciertas familias aristocráticas europeas (nos referimos particularmente de aquellas que remontan su linaje a comienzos de la Edad Media) forman también parte de una determinada línea espiritual. Además de lo dicho, hay que tener presente que la palabra raza fue a menudo empleada en Europa para designar una línea espiritual y esto podría explicar muchas confusiones que existen sobre este propósito.
[29] Introduction générale à l’étude des doctrines hindoues, Paris, Guy Trédaniel Éditeur, 1997 [1921], pp. 15-16.
[30] Sobre los auténticos latinoamericanos véase, « ¿Existe verdaderamente la llamada “América Latina” asi como los susodichos “latinoamericanos”? », Serpiente Emplumada, Año 1, No 2, 23 de Diciembre 2007, Solsticio de Invierno Austral, Lima-Perú, pp. 43-58.
[31] Esta evidente verdad, de la que no somos su autor sino René Guénon, no tiene un carácter discriminatorio ni mucho menos reclamatorio contra los eurodescendientes (hispánicos, lusitanos, franceses o anglosajones), como absurdamente sostienen muchos eurodescendientes hispánicos, particularmente argentinos y uruguayos, quienes reclaman para sí el rotulo de “guenonianos” o “tradicionales”: nos parece que éstos deben ser más coherentes y congruentes con las ideas y concepciones que pretenden profesar. La verdad es verdad duela a quien le duela.
[32] Cuando hablamos de la “notoria deficiencia intelectual española” en realidad no exageramos: no existe ningún aporte intelectual español significativo a la Historia de las ideas. Es fácil advertir que desde hace siglos, los españoles y sus descendientes de ultramar son casi totalmente ajenos a los descubrimientos científicos, a las ideas y concepciones filosóficas y artísticas, a las invenciones tecnológicas, etc. Esto no es fortuito, pues se trata del bajo nivel que vehicula el ontos (ser) español si lo comparamos con el resto de europeos (salvo al de los portugueses que es similar). Dicho de otro modo, la crema de la intelectualidad contemporánea ―por hablar únicamente de la civilización occidental moderna―, a nivel filosófico, científico y artístico son principalmente, en este orden: franceses, ingleses, alemanes, estadounidenses, italianos y rusos. Esta realidad intelectual, en lugar de hacer rabiar debería más bien invitar a los “intelectuales” eurodescendientes hispánicos y amerindios occidentalizados a una seria autocrítica; por supuesto, esto no significa ni implica que sugiramos embarcarse en la intelectualidad moderna (sea francesa, inglesa, alemana u otra de la misma índole) sino mas bien que busquen regenerarse intelectualmente, es decir espiritualmente, gracias a una intelectualidad que vehicule el espíritu tradicional.
[33] Introduction générale à l’étude des doctrines hindoues, op.cit., ibid.
[34] Son muchos los europeos y eurodescendientes, particularmente en los llamados países ricos, quienes pretenden ser antirracistas, adoptando bebés de “países pobres”, en especial negro-africanos, amerindios y extremo-orientales o en su defecto casándose ―sobre todo― con negro-africanos occidentalizados o haciéndolos participar en actividades públicas (música, deportes, etc.) a fin de probar de que no son racistas: con esta actitud, los occidentales modernos no sólo manifiestan un total desprecio al particular genio racial de su grupo étnico sino que están orgullosos de su grosero materialismo practico asi como de ser pruebas vivientes de los efectos perniciosos de la educación moderna y en consecuencia de las teorías modernistas que le sirven de soporte.
[35] La Gran Triada, [1946], cap. XIII: « El Ser y el Medio ».
[36] Estas ciencias tradicionales son conocidas solo en razón a sus consonancias adivinatorias: esto constituye une prueba sobre su actual estado de corrupción y degradación.
[37] A propósito de este proceso etnogenético al interior de la raza europea véase: Andrew Gillett (ed.), On Barbarian Identity: Critical Approaches to Ethnicity in the Early Middle Ages, Turnhout, 2002, pp. 39–68; y, Walter Pohl, « Telling the Difference: Signs of Ethnic Identity » in Walter Pohl and Helmut Reimitz (eds.), Strategies of Distinction: The Construction of Ethnic Communities, 300–800, Leiden/New York, Brill, 1998, pp. 17–69; ver también: John Drinkwater and Hugh Elton (eds.), Fifth-century Gaul: A Crisis of Identity?, Cambridge, Cambridge University Press, 1992, pp. 75–83; y Herwig Wolfram, History of the Goths, Berkeley, University of California Press, 1988, pp. 150–171.
[38] En relación a las invasiones de las tribus germánicas existen estudios contemporáneos de importancia, a nivel universitario básico véase, Bertrand Lançon, Le monde romain tardif, IIIe-VIIe siècle ap. J.-C., Paris, Armand Collin Éditeur, coll. « Cursus », 1992, cap. 1 (en donde explica detalladamente la impronta invasora germánica).
[39] Es importante precisar que antes de las invasiones de las tribus germánicas, el espacio del imperio romano no era étnicamente homogéneo, pese a la primacía de las tribus latinas (sobre todo en la península itálica), en este habitaban también otras etnias europeas: el territorio de la actual Francia estaba poblada por galo-romanos; la península ibérica por celtibero-romanos; las islas británicas por bretones-romanos; etc. Los semíticos y negro-africanos que también habitaban el territorio del imperio, en realidad no contaban como etnias independientes sino eran comunidades o individuos y se concentraban fundamentalmente en las ciudades.
[40] Sobre el particular véase René Guénon, La crisis del mundo moderno, [1927], capítulo I “La edad sombría”.
[41] En 1927, René Guénon indicaba que durante la Edad Media habían existido comunicaciones mucho más seguidas entre europeos tradicionales y civilizaciones amerindias de lo que se piensa con América (La crisis del mundo moderno, op.cit., ibid.): esto ha sido corroborado por José Antonio Hurtado García, en La ruta T y D, Tenerife, Gobierno de Canarias, 1999, cap. 4 (este excelente libro es un resumen de su tesis de doctorado, Los mallorquines en Canarias en el siglo XIV, Universidad De La Laguna, Dpto. Historia: Catedra Historia Medieval, director Eduardo Aznar Vallejo); véase también del mismo autor: Colon y la carta templaria, Madrid, Editorial Espejo de Tinta, 2005. La presencia de musulmanes negro-africanos siglos antes del “descubrimiento” oficial de América por Cristóbal Colon ha sido demostrada por el Dr. Abdullah Hakim Quick en su tesis de doctorado: Deeper Roots. Muslims in Americas and the Caribbean From Before Columbus To the Present (a propósito de esta tesis véase la reseña hecha por Carolina Pérez Sebastián, Serpiente Emplumada, Año 1, No 1, 21 Junio 2007, Solsticio de Invierno Austral, Trujillo-Perú, pp. 109-113). [42] Se menoscaba esta especificidad, a través de una serie de hipótesis, muchas de las cuales actualmente han perdido su seriedad científica, como aquellas que afirman que los pueblos amerindios son de origen protomongol y que han llegado a las Américas por el Estrecho de Bering (Beringia); que la espiritualidad amerindia no es más que una particular expresión del chamanismo del Asia central; que el genotipo amerindio es el resultado de una hibridación de protomongoles y etnias blancas; que los pueblos amerindios son actualmente una minoría demográfica en proceso de asimilación y extinción; etc. El objetivo que se busca con estas hipótesis y prácticas racistas es borrar progresivamente toda traza de una raza milenaria cuyo originen genético-cultural se remonta hasta la raza roja.
[43] Ciertos eurodescendientes argentinos pretenden demostrar que los actuales amerindios derivan de un único linaje paterno fundador (al cual llaman “cromosoma Y amerindio”), que segun creen “colonizó” América desde Asia a través de Beringia hace 22.000 años (al respecto véase el articulo de Néstor Oscar Bianchi y Verónica Lucrecia Martínez Marignac, « Aporte de la genética y antropología molecular a los derechos de los indígenas argentinos por la posesión de tierras », Prodiversitas, Bs.As., Octubre-2001). El punto de partida de esta opinión son dos hipótesis, las cuales se han convertido en “dogmas científicos”: 1) el origen del hombre se encuentra en un antepasado prehomínido africano, el cual habría evolucionado y luego partido en oleadas sucesivas a poblar el resto del planeta; y, 2) el origen del poblamiento humano de las Américas es exógeno (la actual hipótesis del poblamiento temprano y la anterior hipótesis del poblamiento tardío). En realidad esta hipótesis no es nueva, fue propuesta por el cronista español SJ José de Acosta en el siglo XVI (quien propuso de que el “indio” pasó del Asia hacia el Nuevo Mundo). Anotamos que la opinión de los mencionados eurodescendientes argentinos no es diferente de las que han surgido a principios del siglo XX, las que son maquilladas de cuando en cuando para guardar su aire de seriedad científica. En otro estudio haremos las aclaraciones del caso, por lo pronto indicamos lo que afirman los sabios amerindios: en realidad si hubo migraciones, pero la mayor parte fueron en sentido contrario, es decir desde el continente Abya Yala (las Américas) hacia el continente euroasiático, las que se produjeron como una de las consecuencias derivadas del hundimiento de la Atlántida.
Es interesante el articulo.
ResponderBorrarCreo que hay mucho pa' aprender acerca de las razas humanas puesto que podemos decir que cada uno tiene su nota, su vibracion y con eso aporte algo a la experiencia humana.. no podemos negar que existen diferentes razas, es obvio que si.
Tambien es interesante analisar que la raza Judia a pesar de muchas vezes presentarse como "victima" del racismo tambien lleva como fundamento en su pensar el racismo o sea la idea que es el pueblo superior escojido por Dios... Los blancos, por falta de comprender el contexto historico de la apariencia de Jesus el Galileo y su mensaje, (hablo en contra del racismo judeo de muchas maneras) adoptaran el mismo racismo de los Judios.
Hay una falta de informacion dentro de la "cultura" Europea (si podemos decir que es una cultura) y una dificultad a la hora de enfrentar el problema debido a todo lo que paso antes, durante y despues de la segunda guerra... Y hay mucho disinformacion acerca de lo que realmente paso y que era el problema entre los Alemanes y los Judios.
Ahora es preciso que podemos escuchar una punta de vista diferente - la de los pueblos de Abya Yala cuyo pensar y modo de ser nunca ha tenido la atencion merecido - pero ahora llego su hora.