viernes, 9 de octubre de 2009

CRISTÓBAL COLON Y EL COMIENZO DEL GENOCIDIO AMERINDIO

Las personas que participaron en las celebraciones conmemorativas a la memoria de Cristóbal Colon (en 1992), han sostenido que las acusaciones de genocidio efectuadas contra éste no son más que “revisiones” deformantes de la historia. Estos afirman que cualquiera que haya sido el proceso desencadenado por el “descubrimiento”, no se puede atribuir la responsabilidad a su “descubridor”. Es mas, según ellos, sus logros sobrepasan de lejos a sus defectos; asi pues, para ellos bien que hayan podido ser “trágicos” o “desgraciados” ciertos aspectos de su herencia, sin embargo son largamente recompensados por las ventajas que el “descubrimiento” ha procurado, incluso a sus victimas, favoreciendo la plenitud de una “civilización superior” en las Américas[1]. Por nuestra parte podríamos utilizar, grosso modo, los mismos argumentos al respecto de Adolfo Hitler: gracias a él, después de todo, es que se han inventado el auto volkswagen y las autopistas; su presencia a la cabeza del gobierno alemán ha favorecido la propulsión del avión a reacción; ha conducido a importantes progresos en telemetría espacial; ha permitido, entre otros, poner las bases de la ingeniería genética. ¿Porqué entonces no celebrar sus auténticas realizaciones en provecho de la humanidad en lugar de extenderse también obstinadamente sobre las consecuencias genocidas de su política?
Sin embargo es necesario reconocer, para afinar la comparación, que Cristóbal Colon no ha sido jamás un Jefe de Estado. Seria entonces más justo de compararlo, no a Hitler, sino más bien al jefe de los SS, Heinrich Himmler. Con esto examinemos ahora los fundamentos de la aserción de los acusados de Denver, según la cual existe, entre Cristóbal Colon y Henrich Himmler, y entre la lebensraumpolitik (la conquista del “espacio vital”), y la “colonización del Nuevo Mundo” similitudes que no tienen nada de fortuito. Esta afirmación no tiene, de hecho, nada que ver con el “descubrimiento” de América en si misma, incluso si las razones que han presidido este “descubrimiento” no son, cuanto a ellas, totalmente sin relación con el sujeto. En efecto, Cristóbal Colon no se lanzó entusiastamente a la aventura de cruzar el Atlántico por altruismo o por motivos “puramente científicos”. El se puso en marcha, como lo indican claramente su bitácora, sus reportes y su correspondencia con la esperanza de descubrir riquezas en tierras extranjeras, y de apropiarse de estas por todos los medios posibles a fin de hacer fortuna y de enriquecer a aquellos que habían financiado su empresa viajera[2]. Entonces es manifiesto que Colon ha prefigurado, simultáneamente en sus ideas e intenciones, lo que se ha posteriormente producido. En relación con esto, Cristóbal Colon no solamente simboliza el proceso de “conquista” [invasion, ocupación y colonización] y de genocidio que finalmente terminó por diezmar las poblaciones aborígenes de las Américas, sino también Colon es por esto, en la medida que ha participado, personalmente responsable. Con todo, si su culpabilidad estuviera limitada a esto, los acusados lo considerarían mas como un simple gangster del genero de Al Capone y no como un homologo de Himmler.
El “viaje de exploración” de 1492 no es, sin embargo, y de lejos, el solo perjuicio que le sea imputable. En 1493, Cristóbal Colon retorna al “Nuevo Mundo” con una flotilla militar de diecisiete navíos, después de haber obtenido de la corona española las funciones de «virrey y [de] gobernador [de las pequeñas Antillas y de la América] continental », funciones que ejerció hasta el año 1500[3]. Une vez instalado en la gran isla que bautiza como Española (actualmente Haití y República Dominicana), no tardó en instaurar en esta una política de esclavismo (“la encomienda”) y en exterminar a las poblaciones amerindias taino[4]. Los métodos que Colon practicó lograron en aquel entonces una reducción masiva de los Tainos, quienes pasaron de ocho millones al comienzo de su régimen a alrededor de tres millones en 1496[5], y puede ser a 100,000 tainos cuando lo obligaron a Colon a partir de la Española. Pero la política que Colon había instaurado no acabo con su partida, de suerte que en 1514, un censo realizado por los mismos españoles registró a penas unos 22,000 tainos sobrevivientes en esta isla. Veintiocho años después, en 1542, no había más que doscientos individuos [del pueblo Taino][6]. Algunos años después esta población fue considerada como extinguida; igual suerte corrieron las otras poblaciones amerindias de la cuenca del Caribe, las que totalizaban quince millones de individuos en el momento en que estas fueron alcanzadas por primera vez por aquel que había recibido el título de Almirante del Mar Océano, Cristóbal Colon[7].
En la evidencia, esta política de extinción ha operado en las poblaciones amerindias una reducción muy comparable, en número real, a los doce o quince millones de víctimas (de la cual la mitad fueron judíos), que perecieron en los campos de concentración de Himmler. Es más, la proporción de la población de las Islas Caribe exterminada por los españoles en el espacio de una sola generación es muy superior a aquella de los judíos europeos exterminados por los nazis, la cual es generalmente evaluada en setenta y cinco por ciento[8]. Lo peor es que las cifras se aplican únicamente a la cuenca del Caribe; el proceso de exterminación operado en las Américas no hacia más que comenzar en la época en el que se cuenta las estimaciones, mientras que las estadísticas relativas al genocidio nazi han sido establecidas después de la caída del Tercer Reich. Es muy probable que más de cien millones de amerindios hayan sido “eliminados” en el momento de la larga empresa de “civilización” llevada a cabo por los europeos modernos en todo el continente americano[9].
Varios “especialistas responsables” han largamente sostenido que fueron, sobre todo, las epidemias y no las masacres o una política deliberada, las que habrían acarreado la exterminación de los aborígenes de las Américas concomitante a la invasion europea[10]. Esta afirmación contiene una cierta parte de verdad, bien que podamos igualmente afirmar que el hambre también tuvo, al fin de cuentas, consecuencias mortíferas. En este sentido, cuando examinamos las cifras, no hay que olvidar que un buen número de victimas de los campos de concentración nazi no han perecido por balas o en las cámaras de gas, sino que sucumbieron por el hambre o las epidemias de tifus, la disentería, y otras enfermedades del mismo género. En este sentido no podemos decir que sus guardianes nazis los han matado de manera directa, pese a ello, éstos fueron culpables de su muerte en la medida en que les han inflingido las condiciones para que el hambre y la proliferación de epidemias hagan su sucio trabajo[11]. La situación que reinaba bajo el régimen de Cristóbal Colon es indiscutiblemente comparable a esta: los pueblos amerindios que habitaron las tierras antes de su ocupación por este, fueron, desde su llegada, despojados de sus ricas plantaciones agrícolas antes de ser transformados en esclavos, enseguida fueron literalmente asesinados para aumentar la riqueza y la “gloria” de España[12].
Asimismo, es necesario no subestimar los métodos directos de exterminación. En su reciente libro, The Conquest of Paradise: Christopher Columbus and the Columbian Legacy, Kirkpatrick Sale expone los hechos de la manera siguiente: « El sistema de tributos instituido por el Gobernador [Colon] en el curso del año 1492, era un medio simple y cruel de saciar el apetito de oro de los españoles, poniendo en evidencia su aversión al trabajo. Cada Taino, a partir de catorce años de edad, debía, cada tres meses, entregar a los dirigentes una medida plena de oro, o en su defecto, en las regiones pobres en oro, veintidós libras de algodón pilado; aquellos que cumplían con esto recibían una especie de emblema, la que debían portar como señal alrededor del cuello para así probar que habían efectuado su pago; pero, los que no habían entonces pagado su tributo eran “castigados”, como lo dice discretamente [Fernando, el hermano de Cristóbal Colon]. Este castigo, como lo afirma no menos discretamente [Fray Bartolomé de] Las Casas, consistía en cortarles las manos y dejarlos sangrar hasta morir»[13].

Es extremadamente posible que, durante todo el periodo donde Cristóbal Colon ejerció sus funciones de virrey-gobernador, más de 10,000 amerindios hayan perecido, solamente en la isla "La Española", como consecuencia de este tratamiento, erigido en método sistemático. Encontramos en la Brevísima relación de Fray Bartolomé de Las Casas, como en otros libros de sus contemporáneos[14], numerosos relatos que atestan como los colonos españoles (los hidalgos) colgaban a los Tainos en masa, haciéndolos asarse a la parrilla o los quemaban en una hoguera (a menudo en número de doce o más), o bien despedazaban a sus bebés para alimentar a sus perros, y así por el estilo, todo esto a fin de inculcar a los indígenas Tainos una “conveniente actitud de respeto” hacia sus “superiores” los españoles: « [Los españoles] apostaban quien de ellos podían cortar a un hombre [taino] en dos o bien quien le cortaba la cabeza de un solo tajo de espada; o bien ellos les habrían los intestinos. Ellos sacaban a los bebés del vientre de sus madres, tirándoles de los pies, enseguida les rompían sus cabezas contra las rocas... ellos ensartaban sobre sus espadas los cuerpos de otros bebés, con aquellos de sus madres y de todos aquellos que se encontraban sobre su camino»[15].

No habríamos podido esperarse actos de salvajismo más implacables de la parte de un hombre de la tropa SS. Pero hay aun cosas mucho más peores. Todo esto se suma a las carnicerías masivas y continuas cometidas por los españoles: « De repente un español [sin mediar pretexto alguno] sacaba su espada. Entonces, sus cien compañeros mostraban las suyas y comenzaban a desgarrar las entrañas, a cortar de un tajo de espada y a masacrar [a un grupo de Tainos reunidos para tal propósito], hombres, mujeres, niños y ancianos, todos sentados delante de ellos, atacados por sorpresa y aterrorizados...Y en menos tiempo que se hubiera necesitado para cantar dos credos, todos fueron pasados a mejor vida. Realizado esto, los españoles penetraban en la gran casa vecina (la escena se había desarrollado delante de su puerta), y igualmente, a punto de espada, ellos se pusieron a exterminar a todos aquellos que se encontraban en su interior, hasta que un mar de sangre se extendió por todos lados, como después de la matanza de una manada de vacas»[16].

Fray Bartolomé de Las Casas prosigue su relato en otro texto: «[...] en esta época, cometíamos los peores crímenes y las mas grandes masacres, y esto diezmaban pueblos enteros... Sin haber hecho nada de mal, los Indios se encontraban de repente privados de sus reinos y de sus tierras, de su libertad y de su vida, de sus mujeres y de sus casas. Aquí morían todos los días, victimas del tratamiento cruel e inhumano de los españoles, aplastados contra el suelo bajo las pezuñas de sus caballos, pasados a filo de espada, despedazados y devorados por los perros. Un gran número de ellos eran quemados vivos o bien perecían después de haber sufrido todas las suertes de torturas inimaginables... [muchos se abandonaban a su suerte y los sobrevivientes] fugaban a las montanas [donde terminaban muriendo de hambre]»[17].

Estas descripciones son casi enteramente idénticas a aquellas hechas por William Shirer en el capitulo XXVII de su libro, The Rise and Fall of the Third Reich: A History of Nazi Germany[18], cuando describe las atrocidades sistemáticas cometidas por los nazis en el Oeste de la URSS. Pero a diferencia de las campañas de exterminación nazi durante la segunda guerra mundial, la carnicería perpetrada por Cristóbal Colon [y sus comparsas] en la Isla La Española es que esta continuó hasta que no quedó ningún Taino a masacrar.
Ward Churchill
(Articulo publicado en la revista semestral de estudios tradicionales, Serpiente Emplumada, Ano 1, Numero 1, Solsticio de Invierno Austral, 21 de Junio 2007, Trujillo-Peru, pp. 35-42; traducion de Intisunqu Waman del capitulo primero del libro de Ward Churchill, Indian Are Us?: Culture and Genocide in Native North America, Monroe, Common Courage Press, 1994, 381p.).
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NOTAS

[1] El estudio de los artículos publicados en Time y Newsweek entre los meses de junio y agosto de 1991, ilustra claramente este punto.
[2] Ver Journals and Other Documents on the Life and Voyages of Christopher Columbus, traducido y publicado bajo la dirección de Samuel Eliot Morison, New York, Heritage Publishers, 1963.
[3] La carta mediante la cual Cristóbal Colon fue investido de estas funciones, fue firmada por Fernando [de Aragón] y Isabel de Castilla el 28 de mayo de 1493, figura in extenso en: The Life the Admiral Christopher Columbus by His Son Ferdinand, traducida por el historiador canadiense Benjamín Keen, New Brunswick, Rutgers University Press, 1959, pp. 105-106.
[4] Las mejores obras que explican la política de Cristóbal Colon son: Troy Floyd, The Columbus Dynasty in the Caribbean, 1492-1526, Albuquerque, University of New Mexico Press, 1973; y Stuart B. Schwartz, The Iberian Mediterranean an Atlantic Traditions in the Formation of Columbus as a Colonizar, Minneapolis, University of Minneapolis Press, 1986.
[5] Sobre la cifra de ocho millones véase los eruditos trabajos de Sherbun F. Cook y Woodrow Borah, Essays in Population History, vol. I, Berkeley, University of California Press, 1971 (consultar especialmente el capitulo VI). La cifra de tres millones relativa al año 1496 ha sido establecida en el transcurso de un estudio conducido por Bartolomé de Las Casas en el curso de este mismo año; citado por: J.B. Thatcher, Christopher Columbus, vol. 2, New York, Putnam’s Sons Publishers, 1903-1904, pp. 348 y ss.
[6] Sobre el resumen de los archivos de los censos practicados por los españoles ver Lewis Hanke, The Spanish Struggle for Justice in the Conquest of America, Philadelphie, University of Pennsylvania Press, 1947, pp. 200 y ss.
[7] Sobre el conjunto de las estimaciones de la población amerindia existió antes de la llegada de Cristóbal Colon en la cuenca del Caribe véase: The Native Population of the Americas in 1492, publicado bajo la direccion de William Denevan, Madison, University of Wisconsin Press, 1976; Henry F. Dobyns, Their Number Become Thinned: Native American Population Dynamics in Eastern North America, Knoxville, University of Tennessee Press, 1983; y Rusell Thornton, American Indian Holocaust and Survival: A Population History Since 1492, Norman, University of Oklahoma Press, 1987. Encontramos informaciones suplementarias en la obra de Dobyns, Native American Historical, Bloomington/Indianápolis, University of Indiana Press, 1976.
[8] Estas cifras son utilizadas en un gran numero de estudios; entre los mas accesibles tenemos los de Leo Kuper, Genocida: Its Political Use in the Twentieth Century, New Haven, CT, Yale University Press, 1981.
[9] Ver Henry F. Dobyns, « Estimations American Aboriginal Population: An Appraisal of Techniques with a New Hemispheric Estimate », Current Anthropology, No. VII, 1966, pp.3 95-416.
[10] Sobre este tema se encontrara un estudio de conjunto en el trabajo de P.M. Ashburn, The Ranks of Death, New York, Coward Publishers, 1947. De igual manera véase John Duffty, Epidemics in Colonial America, Baton Rouge, Louisiana State University Press, 1953; asimismo, se encontrara amplios análisis en profundidad de la misma idea en Alfred W. Crosby, Jr., The Columbian Exchange: Biological and Cultural Consequences of 1492, Westport, CT, Greenwood Press, 1972; y Ecological Imperialism: The biological Expansion of Europe, 900-1900, Melbourne, Cambridge University Press, 1986.
[11] Reaching Judgment at Nuremberg, op.cit.
[12] Ver Tzvetan Todorov, La Conquête de l’Amérique, Paris, Éditions du Seuil, 1991.
[13] Kirkpatrick Sale, The Conquest of Paradise…, op.cit., New York, Alfred A. Knopf Publishers, 1990, p. 155.
[14] Lejos de ser un “historiador revisionista” como lo pretende Newsweek en su numero del 15 de Julio de 1991, Fray Bartolomé de] Las Casas fue el primer historiador del Nuevo Mundo; y no fue un “revisionista” por la simple razón de que no tuvo que revisar las tesis de ningún otro historiador. De hecho, este punto de vista es esgrimido por los historiadores oficiales y oficiosos que rechazan sus relatos, quienes hacen prueba de una actitud revisionista a fin de mantener una “interpretación políticamente correcta” de los eventos relatos por dicho fraile.
[15] Bartolomé de Las Casas, Très brève relation de la destruction des Indes, Paris, La Découverte, 1991.
[16] Fray Bartolomé de Las Casas, La destruction des Indes, Paris, Éditions Chandeigne, 1995.
[17] Citado por J.B. Thatcher, op.cit., p.348 y ss.
[18] Citaré por ejemplo una declaración escrita bajo juramento por el Oberggruppenführer SS Otto Ohlendorf: «El Einsatzgruppe [el grupo de intervención = de masacre] entraba en una aldea o en un pueblo y ordenaba a los mas eminentes ciudadanos judíos de reunir a todos los judíos de la localidad... después de lo cual, eran abatidos, sean parados o de rodillas, por los pelotones de ejecución. » Al respecto del mismo procedimiento aplicado por los espanoles contra las poblaciones amerindias tainas ver William Shirer, op.cit., New York, Simon and Schuster Publishers, 1960, p. 950.

2 comentarios:

  1. Es así como lo relata. La diferencia en mi opinión es que el actual pueblo aleman en cada acto publico reconoce que miran hacia el futuro, sin dejar de mirar al pasado del que asumen la responsabilidad de los hechos sucedidos.
    El pueblo español,con sus politicos y dirigentes en sus actos públicos, aún estamos esperando escuchar que España perpetró un genocidio sin igual en América del que en ningún caso están orgullosos y precisa ser dicho publicamente y reparado de la manera que se acuerde con dichos paises.

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