sábado, 13 de febrero de 2016

MUNDO: ¿QUÉ CELEBRAMOS? ¿QHAPAQ RAYMI O NAVIDAD? ¿INTI RAYMI O SAN JUAN?




Tras la violenta invasión europea a nuestro continente Abya-Yala se sucedieron una serie de cambios impuestos por la fuerza sobre nuestros pueblos tanto a nivel cultural, político, religioso, económico, militar, jurídico, etc.

Estos cambios se dieron de diferentes maneras y procesos, desde las más sutiles hasta las más abruptas y turbulentas. Sin duda que una que una de ellas se dio en el plano religioso cuyos representantes mediante la Santa Inquisición justificaron sus crímenes de lesa humanidad produ-ciendo la colonización espiritual de nuestros antepasados.

La expansión de la religiosidad occidental tomó la forma de sectas a medida que los conflictos internos en la Iglesia católica y el caos cristiano oficiales se iban agudizando irremediablemente.
En este proceso es en el que se inscriben por ejemplo la suplantación descarada de nuestras festividades, rituales y ceremonias religiosas, con otros nombres relacionados con la religión dominante, con otros elementos ceremoniales, con otros conceptos y visiones del mundo, y tratando de adecuar y hacer coincidir de modo sutil las fechas más importantes de las festividades andinas en nombre de un supuesto sincretismo religioso.

Y de esta híbrida mezcla emergieron nuevos rituales, nueva simbología, nuevas creencias, etc. que a decir verdad no son más que grotescas caricaturas de nuestras verdaderas tradiciones espirituales y religiosas, las mismas que en su mayoría son practicadas por la iglesia católica sobre la población criollo-mestiza principalmente en los centros urbano-citadinos en donde más influencia tuvo la invasión.
Sin embargo de todo esto, conforme pasaba el tiempo y de acuerdo a la tradición y transmisión oral andina, constatamos que en infinidad de nuestras comunidades originarias aun conservamos intacto la semilla pura de nuestra religiosidad, presta a echar nuevamente las raíces, a germinar y brotar como el maíz de la tierra. Esto en el propósito de mostrar lo que esencialmente representa para nuestro mundo andino el porqué de nuestra fe, de nuestra esperanza y de nuestro júbilo.

En nuestros sagrados Andes existen cuatro momentos importantes en el ciclo vital del maíz como referencia esencial, los que científicamente establecidos constituyen determinados puntos en el tiempo llamados equinoccios y solsticios, durante el lapso de un año, tiempo en el que nuestro planeta gira dando una vuelta entera alrededor del sol.
Entre estos solsticios se distinguen nuestras celebraciones del Inti Raymi y del Qhapaq Raymi, festividades que nuestros antepasados solían celebrar el 21 de Junio y el 21 de Diciembre de cada año, fechas en las cuales el sol alcanza su máxima distancia en su alejamiento del centro equinoccial de la tierra, llamado también el Inti-ñan o Inti-Watana, lo que significa la ceremonia de protección del Padre Sol, el Tata Inti, a fin de evitar que esta deidad suprema se aleje extremadamente de nuestro planeta y, contrariamente, permita la germinación y maduración de los frutos que nacen de nuestra Madre Tierra, la Pachamama, otra de nuestras divinidades supremas.
Nuestros sabios Amawta´as y Achachilas de los Andes nos enseñaron a venerar la Madre Tierra, porque ella constituye fuente inagotable de vida, que nos provee de alimentos, nos provee de medios para protegernos de los desastres naturales, nos provee del placer de convivir con nuestros congéneres, con la madre naturaleza y con los otros seres vivientes que habitan nuestro planeta.

Conforme a la naturaleza de nuestra cosmovisión, el equinoccio de septiembre simboliza la época de la siembra, tiempo en el que la tierra muestra su máxima pureza y fertilidad, tiempo en el que ella se muestra desnuda, virgen, con su color y aroma inconfundible, lista para recibir la semilla. Es la festividad del Kuya Raymi, dedicada al agradecimiento a la tierra y al mismo tiempo a la veneración de la feminidad (mujer), porque es ella quien entrega la vida al universo. Esta celebración ha sido superpuesta con la llamada fiesta de la Virgen María por parte de la invasión europea.

Con el transcurrir de los días, las semanas y los meses, la semilla sembrada es alimentada y protegida constantemente por su madre, la tierra, y en sus entrañas, esta semillita sufre una transformación grandiosa, el de la transición de la muerte a la vida, la semilla se transforma y pasa a ser una planta viva, es el momento en que celebramos el renacer de la muerte a la vida, hoy comúnmente celebrado como el día de los difuntos.
Entonces ya cuando la tierra en su desplazamiento sitúa al sol en su extremo derecho, o geográficamente hablando hacia el polo sur, se produce un otro solsticio, el 21 de diciembre. Para este tiempo, la semilla ha brotado del vientre de su madre, ahora ya es una planta, pequeñita y llena de vida. Los ojos de nuestros abuelos y abuelas expresan nítidamente el júbilo que sienten por su hermosura, su bondad, su fortaleza.

A este momento y visión los sabios y Amawta´as lo llamaron Inti Qhapaq Raymi, pues la influencia del sol, sumado a la de todo el cosmos renueva la vida a través de las semillas plantadas en el vientre virgen de la Tierra. Estas tiernas plantitas se comparan a la llegada del niño esperado, y que luego es arrullado en los brazos de sus padres.
Como nuestros niños, juguetones, sonrientes y alegres, las pequeñas plantas llegan a poblar la Tierra y ellas darán fruto, seguridad y bienestar a la siguiente generación. El ritual del Qhapaq Raymi o la gran fiesta de la nueva vida, ancestralmente se la celebraba con mayor majestuosidad que en los tiempos actuales. Pues como se trataba de una festividad dedicada a la continuación de la vida, estaba explícitamente dedicada a las nuevas generaciones, a los niños y jóvenes, que luego del gran ritual pasaban a formar parte viva, activa y sujetos de la sociedad en sí.

Cuenta la tradición oral, que los mayores engalanaban a las futuras generaciones con obsequios celebrando el ritual de la dotación simbólica a los recién nacidos, de prendas de vestir, los valores más preciados, los útiles y herramientas más esenciales para que ellos sean los continuadores de su compromiso natural adquirido en la vida y que los irían trasmitiendo de generación en generación. Este acto de ofrenda a los menores, se traducía en base al compromiso y la participación recíproca de todos los integrantes de la comunidad. Tal era la magnificencia de nuestras fiestas, que los invasores venidos de occidente a través de la imposición de símbolos y creencias, tuvieron que buscar modos para reemplazarlas con algo que también tuviera gran peso y esplendor material y espiritual conforme a lo que acontecía en este tiempo. Y esta imposición fue suplantando nuestras festividades.
Por ejemplo la Fiesta del Inti Raymi que se celebra cada 21 de Junio fue maliciosamente yuxtapuesta por la fiesta católica llamada San Juan, una muestra clara de esta intención es que por ejemplo las tradicionales danzas y formas musicales que se bailaban en esa fiesta en la región de Imbabura, fueron denominados “Sanjuanitos”, a fin de demostrar que eran ritmos dedicados a la fiesta San Juan.

Igual hicieron con la fiesta del Qhapaq Raymi, que lo celebramos el 21 de Diciembre. Pretendieron convencernos de que esta celebración era la misma a la que ellos denominaban la fiesta de la Pascua de Navidad, dedicada al nacimiento del niño Jesús considerado por ellos redentor de la humanidad, y que se la debía efectuar los días 24 y 25 de Diciembre. Igualmente los cánticos y danzas tradicionales de la época llamadas Cha´untunkis fueron denominados Villancicos de Navidad.
Así, bajo el nombre de sincretismo religioso se pretende yuxtaponer valores religiosos traídos de occidente. En la actualidad estas festividades son difundidas profusamente desde El Vaticano, hecho que es muy bien recibido por el mundo capitalista para estimular el florecimiento de la sociedad de consumo.

Este gigantesco proceso de usurpación y suplantación de símbolos y rituales originarios ha ocasionado la pérdida de la identidad de grandes grupos de hermanos y hermanas durante estas más de 5 centurias. En este tiempo del Pachakuti, estamos retomando el camino de la recuperación, estamos re-emprendiendo la senda de la emancipación espiritual, estamos pasando de la reflexión a la acción, a la defensa de nuestras vidas y la de todos los seres que habitan la tierra. Estamos emprendiendo el proceso de sanación del cosmos y la tierra.

Por Ivan Ignacio
(Miembro de la Nación Aymara del Qullasuyu / Bolivia)

(*) Este trabajo es de mi amigo y hermano Ivan Ignacio, con quien participamos en festividades tradicionales (Pow Wow) de nuestros hermanos de las naciones amerindias de Canadá y EEUU. Mi saludo: Intisunqu Waman.





continente Abya-Yala se sucedieron una serie de
cambios impuestos por la fuerza sobre nuestros
pueblos tanto a nivel cultural, político, religioso,
económico, militar, jurídico, etc.
Estos cambios se dieron de diferentes maneras y
procesos, desde las más sutiles hasta las más
abruptas y turbulentas. Sin duda que una que una
de ellas se dio en el plano religioso cuyos
representantes mediante la Santa Inquisición
justificaron sus crímenes de lesa religiosidad
produciendo la colonización espiritual de nuestros
antepasados.
La expansión de la religiosidad occidental tomó la
forma de sectas a medida que los conflictos
internos en la iglesia católica y el caos cristiano
oficiales se iban agudizando irremediablemente.
En este proceso es en el que se inscriben por
ejemplo la suplantación descarada de nuestras
festividades, rituales y ceremonias religiosas, con
otros nombres relacionados con la religión
dominante, con otros elementos ceremoniales, con
otros conceptos y visiones del mundo, y tratando
de adecuar y hacer coincidir de modo sutil las
fechas más importantes de las festividades
andinas en nombre de un supuesto sincretismo
religioso.
Y de esta híbrida mezcla emergieron nuevos
rituales, nueva simbología, nuevas creencias, etc.
que a decir verdad no son mas que grotescas
caricaturas de nuestras verdaderas tradiciones
espirituales y religiosas, las mismas que en su
mayoría son practicadas por la iglesia católica
sobre la población criollo-mestiza principalmente
en los centros urbano-citadinos en donde mas
influencia tuvo la invasión.
Sin embargo de todo esto, conforme pasaba el
tiempo y de acuerdo a la tradición y transmisión
oral andina, constatamos que en infinidad de
nuestras comunidades originarias aun
conservamos intacto la semilla pura de nuestra
religiosidad, presta a echar nuevamente las
raíces, a germinar y brotar como el maíz de la
tierra. Esto en el propósito de mostrar lo que
esencialmente representa para nuestro mundo
andino el porqué de nuestra fe, de nuestra
esperanza y de nuestro júbilo.
En nuestros sagrados Andes existen cuatro
momentos importantes en el ciclo vital del maíz
como referencia esencial, los que científicamente
establecidos constituyen determinados puntos en
el tiempo llamados equinoccios y solsticios,
durante el lapso de un año, tiempo en el que
nuestro planeta gira dando una vuelta entera
alrededor del sol.
Entre estos solsticios se distinguen nuestras
celebraciones del Inti Raymi y del Qhapaq Raymi,
festividades que nuestros antepasados solían
celebrar el 21 de Junio y el 21 de Diciembre de
cada año, fechas en las cuales el sol alcanza su
máxima distancia en su alejamiento del centro
equinoccial de la tierra, llamado también el Inti-
ñan o Inti-Watana, lo que significa la ceremonia
de protección del Padre Sol, el Tata Inti, a fin de
evitar que esta deidad suprema se aleje
extremadamente de nuestro planeta y,
contrariamente, permita la germinación y
maduración de los frutos que nacen de nuestra
Madre Tierra, la Pachamama, otra de nuestras
divinidades supremas.
Nuestros sabios Amawt´as y Achachilas de los
Andes nos enseñaron a venerar la Madre Tierra,
porque ella constituye fuente inagotable de vida,
que nos provee de alimentos, nos provee de
medios para protegernos de los desastres
naturales, nos provee del placer de convivir con
nuestros congéneres, con la madre naturaleza y
con los otros seres vivientes que habitan nuestro
planeta.
Conforme a la naturaleza de nuestra cosmovisión,
el equinoccio de septiembre simboliza la época
de la siembra, tiempo en el que la tierra muestra
su máxima pureza y fertilidad, tiempo en el que
ella se muestra desnuda, virgen, con su color y
aroma inconfundible, lista para recibir la semilla.
Es la festividad del Kuya Raymi, dedicada al
agradecimiento a la tierra y al mismo tiempo a la
veneración de la feminidad (mujer), porque es ella
quien entrega la vida al universo. Esta celebración
ha sido superpuesta con la llamada fiesta de la
Virgen María por parte de la invasión europea.
Con el transcurrir de los días, las semanas y los
meses, la semilla sembrada es alimentada y
protegida constantemente por su madre, la tierra,
y en sus entrañas, esta semillita sufre una
transformación grandiosa, el de la transición de la
muerte a la vida, la semilla se transforma y pasa
a ser una planta viva, es el momento en que
celebramos el renacer de la muerte a la vida, hoy
comúnmente celebrado como el día de los
difuntos.
Entonces ya cuando el tierra en su
desplazamiento sitúa al sol en su extremo
derecho, o geográficamente hablando hacia el
polo sur, se produce un otro solsticio, el 21 de
diciembre. Para este tiempo, la semilla ha
brotado del vientre de su madre, ahora ya es una
planta, pequeñita y llena de vida. Los ojos de
nuestros abuelos y abuelas expresan nítidamente
el júbilo que sienten por su hermosura, su
bondad, su fortaleza.
A este momento y visión los sabios y Amawt´as
lo llamaron Inti Qhapaq Raymi, pues la influencia
del sol, sumado a la de todo el cosmos renueva
la vida a través de las semillas plantadas en el
vientre virgen de la Tierra. Estas tiernas plantitas
se comparan a la llegada del niño esperado, y que
luego es arrullado en los brazos de sus padres.
Como nuestros niños, juguetones, sonrientes y
alegres, las pequeñas plantas llegan a poblar la
Tierra y ellas darán fruto, seguridad y bienestar a
la siguiente generación.
El ritual del Qhapaq Raymi o
la gran fiesta de la nueva
vida, ancestralmente se la
celebraba con mayor
majestuosidad que en los
tiempos actuales. Pues como
se trataba de una festividad
dedicada a la continuación
de la vida, estaba
explícitamente dedicada a las
nuevas generaciones, a los
niños y jóvenes, que luego
del gran ritual pasaban a
formar parte viva, activa y
sujetos de la sociedad en sí.
Cuenta la tradición oral, que
los mayores engalanaban a
las futuras generaciones con
obsequios celebrando el
ritual de la dotación
simbólica a los recién
nacidos, de prendas de
vestir, los valores más
preciados, los útiles y
herramientas más esenciales
para que ellos sean los
continuadores de su
compromiso natural
adquirido en la vida y que los irían trasmitiendo
de generación en generación. Este acto de
ofrenda a los menores, se traducía en base al
compromiso y la participación recíproca de todos
los integrantes de la comunidad.
Tal era la magnificencia de nuestras fiestas, que
los invasores venidos de occidente a través de la
imposición de símbolos y creencias, tuvieron que
buscar modos para reemplazarlas con algo que
también tuviera gran peso y esplendor material y
espiritual conforme a lo que acontecía en este
tiempo. Y esta imposición fue suplantando
nuestras festividades.
Por ejemplo la Fiesta del Inti Raymi que se
celebra cada 21 de Junio fue maliciosamente
yuxtapuesta por la fiesta católica llamada San
Juan, una muestra clara de esta intención es que
por ejemplo las tradicionales danzas y formas
musicales que se bailaban en esa fiesta en la
región de Imbabura, fueron denominados “San
Juanitos”, a fin de demostrar que eran ritmos
dedicados a la fiesta San Juan.
Igual hicieron con la fiesta del Qhapaq Raymi, que
lo celebramos el 21 de Diciembre. Pretendieron
convencernos de que esta celebración era la
misma a la que ellos denominaban la fiesta de la
Pascua de Navidad, dedicada al nacimiento del
niño Jesús considerado por ellos redentor de la
humanidad, y que se la debía efectuar los días 24
y 25 de Diciembre. Igualmente los cánticos y
danzas tradicionales de la época llamadas ChÂ
´untunkis fueron denominados Villancicos de
Navidad.
Así, bajo el nombre de sincretismo religioso se
pretende yuxtaponer valores religiosos traídos de
occidente. En la actualidad estas festividades son
difundidas profusamente desde El Vaticano, hecho
que es muy bien recibido por el mundo capitalista
para estimular el florecimiento de la sociedad de
consumo.
Este gigantesco proceso de usurpación y
suplantación de símbolos y rituales originarios ha
ocasionado la pérdida de la identidad de grandes
grupos de hermanos y hermanas durante estas
más de 5 centurias. En este tiempo del Pachakuti,
estamos retomando el camino de la recuperación,
estamos re-emprendiendo la senda de la
emancipación espiritual, estamos pasando de la
reflexión a la acción, a la defensa de nuestras
vidas y la de todos los seres que habitan la
tierra. Estamos emprendiendo el proceso de
sanación del cosmos y la tierra.

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