En el siglo XV, dos bulas papales crearon el marco para la dominación europea del nuevo mundo y de África. En el Romanus Pontifex, concedía autorización el Papa Nicolás V al Rey Alfonso V de Portugal en 1452, para declarar la guerra contra todos los que no fueran cristianos en todo el mundo y en Inter Caetera, concedida por el Papa Alejandro VI en 1493 al Rey y la Reina de España a raíz del viaje de Cristóbal Colón a la isla que llamó La Española, quedó oficialmente establecido el dominio cristiano del nuevo mundo. En esta bula se autorizaba la dominación de los habitantes autóctonos y de sus territorios, en todas las tierras recién descubiertas y por descubrir: España obtenía los derechos de conquista y dominio de una parte del planeta y Portugal de otra. Por el Tratado de Tordesillas (1494), suscrito después, se volvió a repartir el planeta. Las bulas papales nunca han sido revocadas, pese a que los representantes indígenas han pedido al Vaticano que considere la posibilidad de hacerlo y acepte sus errores.
Estas “doctrinas del descubrimiento” crearon las bases del “derecho de gentes” y el derecho internacional posterior. De este modo, se permitió a las naciones cristianas reclamar “tierras no ocupadas” (terra nullius) o tierras que pertenecían a “infieles” o “paganos”. En muchas partes del mundo, estos conceptos dieron lugar posteriormente a la situación en que se encuentran hoy muchos pueblos autóctonos: naciones dependientes o bajo tutela del Estado, cuya propiedad sobre sus tierras podría ser revocada, o “anulada”, por el gobierno en cualquier momento.
En el nuevo mundo, los colonizadores europeos blancos llegaron y se asentaron mediante procedimientos de fuerza. Los pueblos indígenas fueron apartados y marginados por los descendientes dominantes de los europeos. Algunos pueblos han desaparecido, o pueden desaparecer, según cálculos modernos, la población del siglo XV, o precolombina, de América del Norte era de 10 a 12 millones. Hacia el año 1890, se había reducido a aproximadamente 300.000. En América Latina, todavía existen poblaciones indígenas mayoritarias. Aunque los pueblos indígenas suelen estar en desventaja y siguen haciendo frente a la separación de sus tierras o las poseen de forma precaria.
Entre los pueblos africanos, hay grupos que siempre han vivido donde están, que han luchado por mantener su cultura, su idioma y su modo de vida, y que se ven obligados a separarse de sus tierras, al desplazarse sufren pobreza, marginación, en un medio donde desconocen los idiomas. Los pueblos cazadores y recolectores de la selva que habitan los bosques tropicales de África central, se ven amenazados por las políticas de conservación, la tala, la extensión de la agricultura, explotaciones mineras o petroleras y por las conmociones políticas y las guerras civiles. Los pueblos nómadas pastores, como los Masai de África oriental, luchan contra la intrusión de las prácticas agrícolas y de conservación en sus zonas. A medida que se les confina a espacios cada vez más reducidos, resulta cada vez más difícil para ellos mantener su ganado, especialmente en períodos difíciles, como las épocas de sequía. Se les está obligando cada vez más a trasladarse a zonas urbanas. Los bosquimanos, del África meridional en algunos casos han desaparecido, o están a punto de desaparecer, han perdido sus tierras tradicionales o han sido expulsados de ellas, pobres e incapaces de vivir el modo de vida que les es tradicional. Muchos se han quedado, y constituyen ahora la masa de trabajadores agrícolas mal pagados en haciendas asentadas en sus territorios tradicionales que son ahora propiedad de blancos o de otros africanos.
En Australia, Canadá y Estados Unidos, una práctica reconocida como discriminatoria y lesiva era la de obligar a los niños indígenas a dejar sus hogares. En Australia, la práctica se centraba en los mestizos. Los niños aborígenes eran arrebatados por la fuerza a sus padres y entregados a familias blancas que los adoptaban. Estos niños solían crecer desconociendo que en realidad eran parcialmente aborígenes. Hoy se les denomina la “generación perdida”.
En los Estados Unidos y el Canadá, se enviaba a los niños indígenas a internados de mala fama, que siguieron funcionando hasta muy avanzados los últimos decenios del siglo XX, donde su idioma, religión y creencias culturales eran objeto de burla. Se les prohibía hablar su lengua y con frecuencia se aplicaba el castigo físico para obligar al niño indígena a que aprendiera a hablar inglés. Se solía desalentar y hasta prohibir el contacto con los padres y la familia. En los primeros tiempos, se hacía la defensa de este proceder alegando que era en “interés supremo” del niño indio/aborigen para aumentar sus oportunidades en el mundo moderno. El objetivo era la asimilación. En zonas apartadas, algunos internados atrajeron a un tipo de profesorado y de funcionarios que explotaban a los niños. Hay maltrato físico y abuso sexual generalizados.
Las Naciones Unidas prestaron su atención a los problemas de los pueblos indígenas en el contexto de su labor contra el racismo y la discriminación. En 1970, la Subcomisión de Prevención de Discriminaciones y Protección a las Minorías (organismo subsidiario de la Comisión de Derechos Humanos), encargó al ecuatoriano Martínez Cobo, que realizara un estudio sobre “El problema de la discriminación contra las poblaciones indígenas”. El estudio se completó en 1984, y aportó documentación sobre la discriminación a los pueblos indígenas en los tiempos modernos y su precaria situación y el peligro de su existencia. Los indios no se inscriben en el Registro Civil, lo que equivale a que no tienen personalidad jurídica. No tienen obligaciones políticas, sociales o económicas. No votan, ni pagan impuestos”. El indígena está fuera del alcance de la Ley.
Países como el Canadá, Australia y los Estados Unidos han puesto empeño en resolver con los grupos indígenas las reclamaciones de tierras y en lograr la reconciliación por agravios del pasado, incluso los cometidos en nombre de la asimilación. En Escandinavia, los indígenas saami han establecido un foro parlamentario que trasciende sus fronteras nacionales. En África, los grupos indígenas apenas comienzan a movilizarse y adoptan posturas firmes de desafío a sus gobiernos. Pero mucho queda por resolver.
El Gobierno de Canadá presentó una Declaración de reconciliación, en la que manifestaba: « Pedimos sinceras disculpas a quienes han sufrido esta tragedia en los internados ». Lamentablemente, se ha hecho evidente que la solución de cuestiones con tanta carga emocional requerirá mucho tiempo y compromiso. Con más de 6.000 litigios en los que se está pidiendo indemnización por maltrato físico y abuso sexual, las iglesias que administran internados para el Gobierno del Canadá, y que son co-acusadas en estos pleitos, informan de que están al borde de la quiebra. Mientras tanto, algunas víctimas de esos abusos han cometido suicidio.
En otras partes de América del Norte, los Estados Unidos también están empeñados en resolver muchas reclamaciones de tierras. Algunas naciones indígenas han logrado establecer cierto grado de soberanía. Varias de ellas han establecido casinos que se han convertido en industrias multimillonarias que proporcionan empleos necesarios en zonas deprimidas económicamente, y no sólo a los residentes de la reserva.
El Gobierno Federal interpuso litigio contra el Estado de Nueva York por la adquisición y venta ilícitas de tierras pertenecientes a la nación Oneida, tierras que ocupan ahora miles de propietarios de viviendas. La nación Oneida ha insistido en que no tiene intención de apoderarse de desalojar a nadie. Todos los miembros de la Confederación Iroquesa, han reclamado también propiedades en el Estado de Nueva York y dado que la población de este Estado, es mucho más densa que en la mayoría de las demás zonas del “país indígena”, será difícil de resolver a satisfacción mutua de las partes.
La reserva de Pine Ridge, en Dakota del Sur, es el condado más pobre de los Estados Unidos de América. Los Estados del centro-oeste son también el lugar donde se manifiesta el racismo más obvio contra los indígenas americanos. De ordinario se aduce que la justicia tiene dos niveles, uno para los indígenas americanos y otro para los “blancos”. Mientras tanto, siguen produciéndose manifestaciones cotidianas de racismo contra indígenas americanos, que no se sorprenden cuando se les niega el servicio en una cafetería. Esas experiencias de los indígenas americanos no son conocidas por la inmensa mayoría de los ciudadanos de los Estados Unidos de América. Lo que acusa a los medios de información principales que ofrecen escasas noticias sobre el racismo de que son objeto los indígenas americanos.
¿Hasta cuándo?
Integrador Nacional de Descendientes de Indígenas Americanos, 2010
(Universidad Nacional de San Marcos, Lima-Perú)
Un buen resumen de las atrocidades cometidas desde las invasiones európeas hasta la fecha, por razas con tecnología guerrera contra minorías acogedoras y pacíficas.
ResponderBorrarHay que perseguir la revocación de las bulas papales, uniéndose. La union haciendo la fuerza no dudo que los pueblos spoliados lo conseguiran.
También hay que obrar para recuperar los territorios arrebatados e por lo menos impedir la polución ambiental cometida por explotadores irresponsables gracias a la colaboración interesada de nacionales.