martes, 3 de noviembre de 2009

DISIPEMOS LAS TINIEBLAS DE LA MODERNIDAD

Desde hace más de dos décadas vemos estupefactos que los grupos transnacionales de origen occidental así como sus auxiliares locales, todos venidos de sectores estratégicos para el dominio planetario (finanzas, electricidad, telefonía, armamento, informática, industria farmacéutica, industria petrolera e industria agro-alimentaria), también se han apoderado del sector de la información. Asi pues, notamos que los grandes medios de comunicación están actualmente en manos de estos grupos, ellos son los que realmente controlan la producción, la distribución, la comercialización y el libre acceso a la información. Es evidente que todo esto amenaza al pluralismo informativo asi como la diversidad cultural que existe en nuestro planeta; la lógica que hace que esta amenaza sea un hecho: la rentabilidad. Según estos grupos y por ende sus serviles auxiliares locales, todo aquello que se opone a la generación, sostenimiento y multiplicación de la rentabilidad no solo es obsoleto, retrógrado y antiprogresista sino incluso tiene un carácter terrorista. En otras palabras, todo lo que se opone a la mentalidad que impera en estos grupos, y que se expresa en su paranoico culto al reino de la cantidad, debe ser ignorado o ocultado (conspiración del silencio), asimismo debe ser sometido a sistemáticas campañas de desinformación o en su defecto debe ser presentado como si estuviera contra los más preciados “valores”, que según ellos, tiene la civilización occidental moderna (la democracia, el progreso, la libertad, la justicia, etc.)

Sin duda, estos grupos transnacionales de origen occidental así como sus auxiliares locales son los que marcan el paso de la calidad y el tipo de información a la que deben acceder los pueblos del mundo. Con contadas excepciones, los medios periodísticos nos presentan las noticias nacionales e internacionales, así como la diversidad cultural y el saber contemporáneo, en una forma que está lejos de corresponder con los hechos o de ser verdaderamente objetiva e imparcial. En realidad, lo que nos informan es solamente aquello que conviene a sus intereses y objetivos, y que además de ello, fortalezca su imagen del mundo, que es la que en resumidas cuentas estructura y dinamiza el tipo y modo de vida del Occidente moderno. Estos grupos, sus auxiliares locales y sus productos putativos occidentalizados son los que mejor vehiculan la mentalidad occidental moderna, la misma que ha producido una particular imagen del mundo (1), la cual por desgracia, impera como una verdad absoluta, desde hace más de cinco siglos, en nuestro planeta.

Por otro lado, es cierto que uno de los derechos más preciosos que tiene actualmente el ser humano, es el de comunicar libremente sus pensamiento y sus opiniones. Es más, son muchos los países en donde existe “libertad de expresión”, pero realmente esta no se encuentra plenamente garantizada, ya que no está acompañada de otro derecho que consideramos también fundamental: el derecho de ser bien informados. Desgraciadamente, este derecho fundamental es puesto, por ejemplo, en un serio peligro por la concentración y la manipulación de los medios y materiales informativos en el seno de grupos transnacionales de origen occidental y de sus auxiliares locales (2).

Todo esto que decimos desgraciadamente se agrava en razón directa a la creciente complicidad que existe entre los que ejercen el poder; quienes lamentablemente lo ejercen en representación de las mayorías nacionales. Esta sórdida complicidad es justificada con una retahila de mitos modernos que sugestionan a las multitudes (lo que aprovechan muy bien los políticos para llevar, como se dice: “aguas a su molino”): inversión extranjera, cooperación técnica y financiera internacional, generación de empleos, lucha contra la pobreza, soberanía nacional, democracia de participación plena, lucha contra el terrorismo, desarrollo social y económico... El resultado es bastante conocido: pueblos desinformados, envilecidos y hasta embrutecidos (3). Como bien debe comprenderse, no exageramos cuando hacemos esta reflexión, ya que todos vemos como los pueblos endosan sus "recursos de poder" contra sí mismos a cambio de esos mitos modernos (aderezados con sonrisas, regalos de comida, de ropa usada, de propinas, etc.), es decir, venden su dignidad y el futuro de las nuevas generaciones a cambio de realmente nada... Mientras tanto, los dirigentes gubernamentales y la clase política nativa engordan, al sugestivo y pegajoso ritmo de esos mitos; sus sacrosantas cuentas bancarias en los paraísos fiscales y sus bien aseguradas inversiones en el extranjero (casi siempre en EEUU, Canadá y Europa), no corren riesgos pueden ofrecer a las masas lo que sea. Estos dirigentes, en forma servil, genuflexa e irresponsable, se encargan de facilitar el régimen legal necesario asi como el marco represivo a fin de que estos grupos trasnacionales de origen occidental, sus auxiliares locales y sus asimilados continúen con sus nefastas actividades de exterminio, asimilación, exclusión, aculturación y depredación.

Todas estas contingencias no son creaciones de nuestra imaginación, ellas existen en forma objetiva; nos son contemporáneas, y de ninguna manera son, como muchos podrían suponer, el resultado o el producto del azar y la necesidad (4), en realidad, como lo vamos a demostrar a lo largo de nuestros trabajos, esto no es asi. Por un lado, estas contingencias expresan el estado de agotamiento final del descenso cíclico que afecta a la humanidad en su conjunto, y por otro lado, estas contingencias también son producto de una acción consciente, la misma que es vehiculada por una determinada imagen del mundo, la judeocristiana, la misma que en forma progresiva ha devenido, para mucha gente de todas las latitudes, una verdad sino la realidad en sí misma. Esta imagen del mundo constituye uno de los “activos motores” que impulsa y fortalece a la civilización occidental moderna desde su época auroral (de gestación y nacimiento) a principios del siglo XIV (5) hasta nuestros días.

Cuando hablamos de la imagen del mundo que tienen los occidentales modernos (europeos y eurodescendientes) asi como sus productos putativos occidentalizados, nos referimos a una imagen del mundo, la cual, por su origen y naturaleza, es de carácter antitradicional: es decir, su registro mítico de origen judeocristiano e indoeuropeo, es una mescolanza de elementos de carácter religioso (no metafísico como la mayoría de registros míticos tradicionales) y sobre todo de la ideologia cientista (producto de los vaivenes especulativos de ciertas individualidades). En realidad, esta imagen del mundo, es en esencia no solamente reduccionista de la realidad, sino totalitaria en el dominio de su aplicación práctica (ejemplos concretos: el cristianismo moderno y su agresiva prédica, el liberalismo y su desprecio a la vida humana y a la naturaleza, etc.). Si se observa atentamente, se puede constatar que la imagen del mundo de la civilización occidental moderna se sostiene, a pesar de aparentar lo contrario, en imposturas y falsificaciones míticas, científicas, filosóficas, artísticas y religiosas, entre estas destacan: el mito del progreso indefinido; la concepción antitradicional del evolucionismo (biológico, económico y cultural); el sutil argumento de que el Occidente moderno tiene una suerte de “exclusividad en la validez del saber”; la absurda y aberrante concepción que afirma de que el Principio supremo tiene un “hijo” o un “pueblo elegido”; la insensata creencia que sostiene de que solamente el registro mítico de origen semítico-indoeuropeo es la fuente de toda imagen del mundo; etc. Es claro y patente que estas imposturas y falsificaciones son las que sostienen el anormal modo y estilo de vida que impera en el mundo moderno. En consecuencia, el actual estado del mundo no es producto, como generalmente suelen argumentar los occidentales y sus asimilados, de una maldición divina (religiosidad cristiana) ni de ningún evolucionismo socio-histórico (marxismo) ni mucho menos de la acción de la “invisible mano del mercado” (como sostiene el liberalismo y sus variantes neo-liberal y ultra-liberal); evidentemente, este estado de cosas ha sido y es impuesto al resto de la humanidad por la agresiva mentalidad moderna que vehiculan, de manera “privilegiada”, los occidentales y sus productos putativos (6).

Desafortunadamente este tipo particular de anormal mentalidad, actualmente no se encuentra solo circunscrita al Occidente ni a los occidentales modernos (7), esta es incluso gustosamente asumida por individuos que no son racialmente de origen europeo, y a quienes calificamos de “asimilados” o “productos putativos del Occidente” : estos actúan como agentes vectores de esa especie de epidemia psíquica que se llama modernidad (8). Entre estos asimilados tenemos, y para desgracia de sus pueblos y culturas, a mandatarios de países, embajadores, ministros de estados, gobernadores, congresistas y hasta premios nobeles. Esto que afirmamos, podemos comprobarlo observando la realidad mundial y regional, pensamos que de la docena de ejemplos que tenemos dos ejemplos serán suficientes: en el continente africano y en el continente americano (Abya Yala, las Américas). Es de anotar que las personas que dirigen los asuntos públicos en África del Norte (Marruecos, Egipto, Libia, Tunicia y Argelia) son árabes occidentalizados, entre estos y sus ex-amos occidentales existe poca o ninguna diferencia, y el hecho de que hablen el árabe o que estén sumergidos en un ambiente cuasi-tradicional (en este caso musulmán) no los libera de que vehiculen, de manera consciente o inconsciente, la mentalidad occidental moderna (9). En el resto del continente africano, tenemos en general casi el mismo cuadro; si bien es cierto que quienes dirigen los asuntos públicos son gente que pertenecen tanto racial como culturalmente a la raza negra, sin embargo, la mayor parte de estos dirigentes nativos no son ni más ni menos que siniestros títeres e instrumentos que sirven de canales a fin de expandir, entre sus pueblos y culturas, la imagen del mundo y los intereses occidentales (especialmente de franceses y anglosajones), por lo tanto, es claro que de nada les vale a los pueblos y culturas que sus dirigentes sean racialmente como ellos, es decir negros. En la realidad, esta clase dirigente nativa es un flagelo al servicio del Occidente, en contra de sus pueblos y sus culturas (10).

En el continente Abya Yala observamos que los eurodescendientes son los que realmente detentan el poder temporal (11) e incluso hasta la representatividad de la autoridad religiosa; en la actualidad estos se valen de amerindios occidentalizados a fin de aparentar pluralismo cultural y democrático (12). Para desgracia de sus milenarios pueblos y culturas, estos occidentalizados confirman con su sola presencia y su servil comportamiento, el continuismo y la agresiva asimilación a la que son sometidos, desde hace más de cinco siglos, los pueblos originarios del continente Abya Yala.

Por lo dicho, es evidente que la agresión permanente del Occidente moderno contra el resto de la humanidad no es de carácter exclusivamente militar. La manipulación religiosa y psicológica, el arma económica y más recientemente, la guerra ideológica y mediática, son otros tantos medios de combate que configuran la ofensiva occidental para el dominio mundial, y cuyo objetivo final es siempre el mismo: el control de las vidas, de las conciencias y de las voluntades. Es claro y patente que los occidentales modernos así como sus asimilados, buscan, por todos los medios, que aparentemente seamos “nosotros mismos” los que generemos “en forma automática” esa conducta deseable, la cual es imprescindible para la correcta administración planetaria. En casi todos los países del continente Abya Yala, y a pesar que muchos ingenuos creen el cuento de la “soberanía nacional”, los gobiernos nacionales, especialmente los que patéticamente se denominan latinoamericanos, actúan como delegaciones administrativas del imperio occidental moderno en actual reinante variante anglo-americana; la soberanía de estos países es solamente virtual no efectiva, esta termina donde comienza los omnímodos intereses del imperio. La aplicación de la guerra ideológica y mediática tiene, en estos países, un carácter específico, el cual es reflejo de la falsificación de la realidad operada tras 515 años de imposición, discriminación y de la dictadura de una particular imagen del mundo (13).

Frente a tal situación ¿qué hacer? Evidentemente no se trata de reformar a la modernidad con la modernidad, ya que es una imposibilidad en sí misma (14). No se trata de ningún modo de « imitar al Occidente moderno a fin de alcanzar su tan preciado “bienestar material”, el cual no es más que el resultado de la expoliación, inferiorización y explotación de los pueblos no occidentales, así como de la depredación de nuestro planeta; además el susodicho “bienestar material” reduce al ser humano a no ser más que una parte activa o pasiva de los circuitos de producción y consumo, es decir un número reemplazable por razones de Estado o por la misteriosa mano invisible del mercado » (15).

A fin de que no seamos tontos útiles al servicio de la modernidad, lo primero que debemos hacer es empezar a comprender lo que realmente es la modernidad: sus tenebrosos orígenes, su perniciosa estructura ideológica, su dinámica envolvente y asimiladora así como los desastrosos resultados que ha producido en el planeta y en los pueblos no occidentales. Indudablemente, comprender lo que realmente es y significa la modernidad, es empezar a revivificar nuestra ancestral mentalidad tradicional, es empezar a comprender que la solución se encuentra en nuestras manos y que no necesitamos la imagen del mundo ni las soluciones del Occidente, que sólo nos hacen dependientes y nos alienan. Es poner al descubierto que la civilización occidental moderna se encuentra fundada en la imposición, la violencia, la discriminación, la guerra y la dictadura de un pensamiento único.

Con estas acotaciones aspiramos, primeramente, contribuir a un necesario esclarecimiento de orden intelectual, también queremos proporcionar un marco teórico de carácter tradicional, lo que significa poner al desnudo todos los vanos intentos de “maquillaje adaptativo” (16) que llevan a cabo los occidentales y sus productos putativos occidentalizados a fin de modernizar los mundos tradicionales amerindios (17). Para cumplir este rol y delicada función, la revista Abya Yala proporcionará una información de calidad que coadyuve con la transformación radical que reclaman las gentes de nuestro vasto Pueblo-continente. En este sentido, publicaremos artículos que estimulen la reflexión y el análisis crítico del orden establecido por el occidente moderno; así mismo, estudios e investigaciones sobre las formas tradicionales particulares de la humanidad con especial énfasis en las milenarias tradiciones amerindias. Esperamos que todo esto contribuya a disipar las tinieblas de la modernidad...

Intisunqu Waman


(Artículo publicado en la revista trimestral, Abya Yala, Vol. 1, No 1, Solsticio de Verano Boreal - 2003, Montreal-Canadá, pp. 15-30).
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NOTAS:

(1) Los occidentales modernos han sido educado con la idea de que existe una sola imagen del mundo, la suya, la cual refleja y explica la realidad; asimismo, que todas las imágenes de los pueblos no-europeos son simples y primitivas aproximaciones. Claro que esto es una simple pretensión, que se vale del cientismo y de la decadencia cristiana. Cabe asimismo señalar que todos los pueblos tradicionales del mundo se fundan en un determinado registro mítico sobre el cual construye su personalidad, su espiritualidad, su racionalidad, su ciencia, su arte; la proyección de este registro mítico es lo que se denomina imagen del mundo. Ahora bien, existen tantos registros míticos como razas y pueblos existen sobre nuestro planeta; asi pues, tenemos registros míticos de origen semítico, chino, indo-europeo, polinésico, amerindio, negro-africano, etc., y es evidente que ninguno de ellos es mejor o superior al otro.
(2) Al respecto sugerimos la lectura del artículo de Janine y de Greg Brémond « La liberté d’édition en danger », in Le Monde Diplomatique, Enero del 2003, p. 4; estos autores muestran los peligros de la monopolización de las medios de información. Por su lado, François Ruffin, en su excelente artículo « Le Centre de formation des journalistes saisi par l’argent-roi » , (Le Monde Diplomatique, Febrero del 2003, pp. 26-27), explica como se forman periodistas en serie, a un menor costo profesional, al final del susodicho proceso de formación, la mayor parte de ellos, al amparo de una buena remuneración, lo único que suelen hacer, pese a que generalmente dan la impresión de una locuaz inteligencia, es repetir las grandes líneas pre-establecidas por los propietarios de los medios periodísticos, radiales y televisivos.
(3) La “mentira” es la herramienta de trabajo de los aparatos de desinformación de las potencias occidentales; ella es utilizada discrecionalmente; ésta tiene en cuenta que muchos son los “actores sociales” (en países como Perú, Guatemala, México, Colombia, Bolivia, Ecuador, etc.), que se prestan muy bien a sus objetivos, ello gracias a siglos de ignorancia inducida desde el poder por los regímenes coloniales y neo-coloniales, al subdesarrollo de la inteligencia y al hiperdesarrollo de la estupidez y el conformismo.
(4) Por el momento no nos extendemos mas sobre la causalidad de estas contingencias, solo aludimos este importante tema, el cual será motivo de amplias explicaciones a lo largo de futuros números de nuestra revista.
(5) Historiadores medievalistas como Jacques Le Goff, Jean Delemeau, Regine Pernaud y Alain de Libera entre otros, concuerdan en que la civilización occidental moderna, “emerge” o comienza a “configurarse” como tal debido a la confluencia de una serie de hechos históricos traumáticos que acontecen en la Europa occidental durante el siglo XIV. Según René Guénon, el siglo XIV marca el verdadero final de la Edad Media, no es pues la toma de Constantinopla en 1453 por los otomanos, la que marca este final, como usualmente mencionan los manuales escolares (al respecto véase René Guénon, La crise du monde moderne, Paris, Gallimard, colección Folio/Essais, 1994, pp. 34-35). A fin de comprender como se ha estructurado y cómo funciona la agresiva mentalidad que vehiculan los occidentales modernos (europeos y eurodescendientes), es imprescindible comprender bien lo acontecido durante el siglo XIV, este siglo marca una “bisagra épocal de carácter descendente”: en ésta época el Occidente tradicional rompe con su tradición y se transforma, de manera progresiva, en el “Occidente moderno”; esto es comúnmente presentado por los modernistas como un progreso pero la verdad es más bien lo contrario, se trata de una irreversible regresión, de una decadencia... Este importante tema, será también, en razón a su enorme importancia, abordado en futuros trabajos.
(6) Desde hace más de 500 años, el occidente moderno se dedica a combatir, mediante la fuerza bruta de sus armas o mediante su hipócrita acción “cristianizadora”, la imagen tradicional del mundo que poseen los pueblos amerindios, esto en razón a que estas cosmovisiones se transforman en elementos desestructurantes de la imagen del mundo que sustentan a la modernidad; estas cosmovisiones tradicionales son combatidas con saña porque ponen en tela de juicio el modo de ver el mundo y la pseudo-convicción que tienen los occidentales modernos y occidentalizados de que existe un solo modo correcto de ver el mundo, el suyo.
(7) Precisamos que Occidente es la parte occidental del continente Euro-asiático, es decir Europa (sea ésta oriental o occidental), y son occidentales todos aquellos individuos que han salido de Europa a partir de fines del siglo XV. Así pues, son occidentales todos aquellos individuos que emigraron hacia otras partes del planeta, y no importa, como afirma René Guénon, que hayan pasado varios siglos de dicha emigración, en razón a que estos individuos presentan la misma mentalidad que sus congéneres que continúan viviendo en Europa. Ciertamente, el hecho de que los euro-descendientes se encuentren fuera de su espacio originario (Europa) desde algunos siglos, no ha modificado en nada los caracteres fundamentales de la mentalidad occidental moderna, sino más bien ha ocurrido que ciertas características nefastas de sus tendencias raciales se expresan en forma más brutal fuera de su cuadro geográfico. Así pues, los anglosajones de los EEUU, Canadá, Australia y Nueva Zelandia son mucho más agresivos y fanáticos que los anglosajones de Inglaterra. De igual manera, muchos de los auténticos “latinoamericanos”, es decir los verdaderos descendientes de españoles, portugueses, italianos y franceses, se caracterizan por ser extremadamente mentirosos, ladinos, cínicos, patéticos y emocionalmente inestables: estos euro-descendientes manifiestan de manera clara y neta el abusivo prolongamiento de la mentalidad moderna que han heredado de sus antepasados (con las contadas excepciones del caso para confirmar la regla). Aclaramos que no comprendemos en la categoría de “latinoamericana” a las poblaciones que constituyen las mayorías nacionales de países como México, Guatemala, Belice, Honduras, Nicaragua, El Salvador, Panamá, Ecuador, Bolivia, Perú, Venezuela, Colombia y Paraguay, debido a que estas poblaciones, en estricto sentido, son mayoritariamente amerindias, es decir estas poblaciones no son “occidentales” sino mas bien “poblaciones occidentalizadas”.
(8) Es de vital importancia hacer una diferenciación entre lo que es tradición y modernidad, hay mucha gente, incluso entre quienes se autodenominan “tradicionales”, “líderes indígenas”, etc., que equivocadamente identifican tradición por usos y costumbres, y modernidad con los adelantos tecnológicos contemporáneos (sobre el particular ver Intisunqu Waman, Tradición y Modernidad, una perspectiva amerindia, Barranquilla, Editorial Mejoras, colección « Pachakuti », 2002, especialmente el capítulo « La Tradición primordial y sus formas tradicionales » ). Por otro lado, los académicos modernistas, de manera consciente o inconsciente, identifican “moderno” con “avanzado”, “desarrollado”, “superado”, “adelantado”, etc. Para otros, ciertos términos como “occidentalización” tienen en sí mismo una suerte de carácter salvífico; así pues, para estos « el término occidentalización puede en sí mismo aportar un esclarecimiento a estas cuestiones [del atraso social y cultural que presentan, según la óptica occidental, las sociedades no occidentales]. No es la primera vez en la historia que las sociedades han sido confrontadas a otras sociedades “avanzadas” [es decir las occidentales] y han aprendido a adaptarse. Cada una de esta confrontaciones era, en un sentido, un tropezón o un contacto con la modernización ». (J.A. Brill & C. Leiden, The Middle East Politics and Power, Boston, 1974, pp. 48-49). En este ejemplo, constatamos la sospechosa oposición que siempre hacen, en sus escritos y discursos, ideólogos y políticos, entre “sociedades atrasadas o subdesarrolladas” (pueblos no occidentales) y “modernización” (Europa, Canadá y EEUU), esta dialéctica no puede faltar en sus peroratas partidistas : en sus inflamados discursos, vemos como los oradores se autosugestionan y sugestionan a las multitudes al expresar como un monótono estribillo lo siguiente : « ... vamos a modernizar las fuerzas armadas y la policía... vamos a modernizar la administración pública... vamos a modernizar la producción nacional... vamos a modernizar las telecomunicaciones..necesitamos ser sociedades mucho más modernas, etc. », así pues, “modernizar” es tomado y asumido por estos embaucadores como sinónimo de futuro bienestar para sus pueblos, quienes se sienten como fascinados por esta palabra... La verdad es otra: estos embaucadores solo están acumulando recursos de poder vía la sugestión colectiva de las masas. Con esto, la clase política nativa no sólo demuestra su obtusa percepción de la realidad sino también su crasa ignorancia así como su incompetencia y su servilismo ideológico de carácter neo-colonial.
(9) Por ejemplo, Muammar Kadhafi, quien jefatura autocráticamente el gobierno de Libia desde hace mas de 33 años; este instauró en su país, sobre la base de las ideologías occidentales, un Estado laico de carácter populista, con el paso del tiempo y viendo la imposibilidad de arrasar con el fundamento tradicional de la sociedad libia, en 199, ha retomado en forma oficial el corpus jurídico islámico (al respecto véase Marie-Pier Frappier « Les métamorphoses de Kadhafi », L’Esprit Simple, Marzo del 2003, vol.5, N° 2, p. 5). Es importante precisar que en los países del África del Norte (de mayoría árabe-bereber) ha estrepitosamente fracasado el nacionalismo árabe de carácter multiconfesional y laico de inspiración occidental moderna (marxista), esto ha contribuido a la emergencia de corrientes fundamentalistas islamistas: ambas, el nacionalismo árabe y el fundamentalismo islamista son, pese a que muchos creen lo contrario, de inspiración occidental moderna, y no tienen nada que ver con el Islam tradicional (véase Marc Ferro, Le Choc de l’islam, XVIII – XXI siècle, Paris, Éditions Odile Jacob, 2002) Es bastante conocido para no insistir más en ello de que Egipto, Argelia, Tunicia, y Marruecos son gobernados por autócratas pro-occidentales.
(10) Para constrastar lo que afirmamos, sugerimos la lectura por ejemplo del artículo « Armées africaines, assassins de la démocratie : tu m’engraisses, je te protège ["Ejercitos africanos, asesinos de la democracia: tú me engordas yo te protejo"]», en la revista Génération (Yaoundé), Nº 71, 10 juin 1996, en donde se denuncia como políticos y militares negro-africanos son embrutecidos por las potencias occidentales con la finalidad de que éstos vean en sus propios pueblos y culturas a los enemigos de la “civilización”. La experta en asuntos del África negra, Collette Braeckman en su libro Terreur africaine, Paris, Éditions Fayard, 1996, pp. 32-84, explica como los expertos occidentales “forman”, en el África oriental, occidental, central y del sur, ejércitos de asesinos al servicio de los intereses occidentales (véase también de la misma autora Lumumba, un crime d’Etat, Bruxelles, Editions Aden, colección « Sur des charbons ardents » , 2002). Por su lado, el intelectual africano François-Xavier Verschave en su libro Noir silence, Paris, Éditions des Arènes, 2001, denuncia la ignominia e infamia de muchos regímenes negro-africanos, a los cuales denuncia como pro-occidentales, y que estos están en realidad contra sus propios pueblos y culturas. Una conclusión preliminar se impone: de nada vale que quien gobierna sea de la misma “raza” o del mismo “grupo étnico” si su perspectiva existencial y su visión del mundo es la misma que prima en el Occidente moderno.
(11) Los eurodescendientes, sean conservadores o liberales, de izquierda o derecha, cultivados o ignorantes, son siempre quienes usufructúan el poder temporal, y cuando excepcionalmente ocurre lo contrario, como es el caso por ejemplo de Perú (el ex-presidente Alejandro Toledo Manrique es amerindio “químicamente puro” pero occidentalizado hasta la médula del hueso... por lo tanto de nada vale que este sea amerindio), de Ecuador y de Guatemala (hay ministros de origen amerindio al servicio del Occidente). Indudablemente, estos son utilizados para tapar lo evidente: embobar a las mayorías nacionales en estos países que son amerindias; además de lo dicho, estos occidentalizados ejercen sus funciones gubernamentales como fieles protectores del “orden establecido” hace más de cinco siglos por el invasor europeo, evidentemente en absoluta contradicción con las milenarias tradiciones de las que se reclaman, por simple oportunismo político, ser miembros.
(12) No exageramos con nuestra afirmación, puesto que según el sociólogo estadounidense Peter L. Berger, los indígenas no occidentales que han recibido una educación superior de tipo occidental, forman no solamente una sub-cultura internacional globalizada, sino que cuando retornan “triunfalmente” a sus países constituyen « el principal vector de las creencias y de los valores progresistas heredados del Siglo de las Luces. [De igual manera] ellos son muy influyentes, y controlan las instituciones que suministran las definiciones “oficiales” de la realidad. » (Le réenchantement du monde, Paris, Bayard, 2001, pp. 25-26).
(13) A propósito de la anormal mentalidad que impera en Occidente, Adolfo Pérez Esquivel, nobel de la Paz, escribe, por supuesto sin comprender bien ni los orígenes ni la dinámica de la violencia occidental, lo siguiente : « Estamos frente al pensamiento sin sentimiento, que es una tragedia, es el vaciamiento de valores éticos y espirituales que han llevado a la humanidad a este punto sin retorno, provocado por los responsables que desataron esta guerra, buscando justificativos para apropiarse de los recursos de Irak y continuar sus políticas de expansión mundial... La hipocresía llega a límites insospechados. Han hecho abstracción del ser humano y de los pueblos, y para lograr sus objetivos no les importa ser genocidas; han vaciado sus palabras, sus discursos, de contenido, y los cubren de mentiras para ocultar el horror y las muertes. » Con las cursivas queremos que nuestros lectores observen algunas de las características que son propias del accionar de la mentalidad occidental moderna; esta forma de actuar que tienen los occidentales modernos no es reciente, la historia mundial y regional de los últimos cinco siglos nos muestra no cientos sino miles de ejemplos sobre dicho accionar. Por lo menos una otra conclusión preliminar se impone: estamos frente a un mismo patrón de comportamiento, el cual es específico de la raza europea (europeos y euro-descendientes, donde quiera que se encuentren: nos referimos sobre todo a esa mayoría blanca que está orgullosa de las masacres, usurpaciones, mentiras, robos y violaciones perpetradas por sus ancestros). Así pues, no se trata de justificar el comportamiento de este particular grupo humano afirmando que este patrón de comportamiento es el mismo para toda la humanidad, como gustosamente parece sugerir Pérez Esquivel. Lo que si reconocemos es que este patrón de comportamiento occidental actúa como una suerte de epidemia psíquica que contagia y ayuda a someter al resto de grupos humanos.
(14) Asi pues estamos convencidos que es imposible de que el cristianismo moderno, al cual no hay que confundir con la tradición cristiana, puesto que emerge y se forma a partir del siglo XIV, y ha sido el alma de la invasión, colonización y del actual neo-colonialismo occidental; asimismo, el liberalismo, el evolucionismo, el socialismo, el marxismo, el indigenismo e indianismo, el neo-liberalismo, el desarrollismo, el humanitarismo, el democratismo, el altermundialismo, etc., no son ni más ni menos que expresiones recicladas de la mentalidad occidental moderna y tienen por objeto darle un “rostro humano” a la modernidad. En otras palabras : la modernidad no puede reformar a la modernidad; pensamos que la única forma eficaz de lucha contra la modernidad es: asumir enteramente nuestras propias tradiciones espirituales; retornar a nuestros propios modelos societales; substituir las decadentes lenguas occidentales (español, inglés, francés y portugués) por nuestras milenarias lenguas amerindias (lakota, náhuatl, maya, quechwa, aymara, guaraní, mapuche...); luchar contra el depredador individualismo occidental mediante nuestras formas tradicionales de reciprocidad y participación comunal, etc.
(15) Intisunqu Waman, op.cit., p. 191.
(16) Entre estos “maquillajes adaptativos” tenemos al indigenismo (literario y socio-antropológico) y al indianismo de cuño universitario; al neochamanismo (aberrante mezcla sincrética de elementos de varias tradiciones espirituales de oriente y occidente con supuestas “espiritualidades indígenas”); al desarrollismo (llámese económico-social, integral, sostenible, etc. Éstos son sólo armas neo-coloniales a fin de que occidentales, euro-descendientes y occidentalizados prosigan con su supuesta misión “civilizadora”.
(17) Pese a que no participamos en asuntos políticos, sin embargo esto no significa que dejemos de lado los estudios que desnudan al imperio mundial construido por los occidentales modernos, y entre éstos al anglo-americano por ser el factor determinante, por no decir único, en la estrategia actual de dominio planetario. Por supuesto que esta actitud nos llevará a recoger una cosecha de odio por parte de europeos, eurodescendientes y occidentalizados, lo cual nos importa en realidad bien poco. En relación a los que llamamos “occidentalizados”, estos son amerindios que actúan, en el mejor de los casos, por simple ignorancia y conformismo, otros lo hacen, por estar subidos (aunque sea en última fila) en el carro triunfal del amo occidental. Estos son peligrosos elementos oportunistas que cierran filas a favor del neo-colonialismo y en contra de sus mismos pueblos y culturas. Estos oportunistas, forman una pandilla de agentes al servicio del imperio occidental, ni estos ni los euro-descendientes nos van a quitar la sonrisa, el humor o el apetito, por mucho que se agiten, farfullen o amenacen. Bueno, decimos todo esto a fin de poner los puntos sobre las íes, y lo hacemos sin odios ni rencores, no nos podemos permitir esto, nuestro trabajo es demasiado serio para caer en un apasionamiento cualquiera y si somos enérgicos con los “occidentalizados” es porque ellos, de alguna manera, son los que hacen posible el señorío antitradicional del Occidente moderno.

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