jueves, 5 de noviembre de 2009

RECENSIONES DE LIBROS Y REVISTAS

Vine Deloria, Jr., God is Red. A Native View of Religion, Fulcrum Publishing, Golden (Colorado), 1994, 313 páginas.


En este libro, el autor nos revela el conflicto que opone la espiritualidad amerindia y la religión cristiana. Como bien lo indica el título del libro, literalmente Dios es rojo, es decir la divinidad es piel-roja. El proyecto del autor consiste en proponer una suerte de rol mesiánico de las tradiciones amerindias para las Américas, en especial para la América del Norte. Vine Deloria Jr. demuestra que las tres religiones semíticas (judía, cristiana y musulmana) han llevado a la humanidad a un profundo callejón sin salida, en el cual ella se encuentra actualmente. Nuestro autor se apoya sobre el ejemplo de las numerosas masacres asi como otras injusticias infligidas por el “hombre blanco” (espanol, portugues, francés, anglosajon y sus descendientes), quien siempre se identifica como siendo “cristiano” cuando muchas veces se trata, en el mejor de los casos, de un materialista con máscara religiosa: éste es quien ha impuesto su religiosidad a los amerindios para justamente demostrar su supuesta superioridad intelectual.

En su exposición, nuestro autor de origen Sioux, insiste sobre la concepción diferente que tienen del tiempo, de la historia, de las relaciones interpersonales y de la importancia del cosmos, tanto el cristianismo, particularmente el moderno, como la espiritualidad amerindia. En otras palabras, entre la religión cristiana y la espiritualidad amerindia no existe, por lo menos en el plano formal, ningún punto de encuentro pese a los vanos esfuerzos que hacen actualmente las teologías llamadas de la liberación y de la inculturación.

Aquí resumo algunos puntos esenciales de su exposición:

Entre los pueblos amerindios, la historia como desplazamiento del tiempo no cuenta tanto como el espacio. Es el espacio natural quien determina la forma del ritual o de las ceremonias. En otras palabras, la experiencia espiritual de los amerindios en un determinado espacio es la que determina la forma del ritual o de la ceremonia. Este espacio es investido de poderes sagrados en sí-mismo porque, según los amerindios, es la Tierra la que porta por definición lo sagrado. El autor afirma que los amerindios tienen un superior conocimiento de la geografía íntima de la Tierra (geografía sagrada).

Según Deloria Jr., los pueblos amerindios tienen un mejor conocimiento de los cambios y cataclismos de la Tierra desde el comienzo de los tiempos. La experiencia de lo sagrado guía a todo pueblo amerindio a fin de que encuentre las medidas que van a ayudarlo a vivir sin problemas en una situación dada asi como a proteger el sitio que le es confiado por lo sagrado.

Entre los pueblos amerindios no encontramos una historia como la de Adán y Eva para justificar la presencia del mal en el mundo ni la necesidad imperiosa de combatir a dicho mal. El universo amerindio es fundamentalmente “bueno”, y éste procura toda la abundancia que necesita un pueblo a fin de que éste pueda encontrar su plenitud, y asi vive en armonía con todos los seres. No hay animales terriblemente peligrosos o maléficos ya que todas las formas de vida colaboran profundamente con este universo. Asi pues, los amerindios dirán que las piedras, los animales y los vegetales son también pueblos, naciones o comunidades.

Los amerindios no intentaran controlar jamás las creencias de los otros puesto que este no es el propósito de sus tradiciones. Según los amerindios, el Principio supremo jamás toma la forma de un ser humano, y si estos lo antropoformizan es por necesidad de hacerse comprender por el "hombre blanco", entonces lo llaman “Gran Padre”, “Señor”, “Creador”, etc. Esto se debe, entre otro, a que los amerindios no se representan al Principio supremo y sus hierofanias de la misma manera; hay tantas formas de representación de la "divinidad" como pueblos amerindios existen en el continente Abya Yala. Para los amerindios el Principio supremo es un Gran Misterio, sin nombre e incognocible, el cual se manifiesta gracias a su presencia benévola que guía sus pasos. Ellos no tienen una relación individual con la "divinidad", a pesar de esto tienen el conocimiento de su presencia benévola que protege a su comunidad, a su pueblo o a su nación.

Para los amerindios, la muerte tampoco les resulta algo amenazante, puesto que comprenden que se trata de otra etapa de la Vida.

Finalmente, el autor sostiene de que el universo espiritual amerindio se encuentra en total contradicción con el universo religioso del cristianismo moderno (cualquiera sea su forma o variante sectaria), debido a que este propone la existencia de un pecado original como causante de los males (linda forma de desresponsabilizarse de la maldad existente); a Jesús como único “salvador” de la humanidad (lo que se presta al monopolio sobre lo sagrado y al exclusivismo occidental); de la confesión y absolución de los pecados (esta practica ha contribuido a las masacres perpetradas por los invasores y colonos europeos durante su expansión colonial y su actual consolidación neocolonial mundial); de la resurrección y de la vida eterna (de hecho se trata de una suerte de materialismo transpuesto, de un morboso prolongamiento de la individualidad humana mas allá de la muerte, lo cual es metafisicamente falso); etc., es decir de ideas y concepciones que en resumidas cuentas han perdonado y aun perdona asi como tolera los peores crímenes y destrucciones que han cometido y cometen los europeos, eurodescendientes y occidentalizados contra los pueblos no europeos y la naturaleza.

Lise Archambault
(Recensión publicada en la revista trimestral, Abya Yala, Vol. 1, No. 1, Solsticio de Verano Boreal - 2003, Montreal-Canadá, pp. 99-101).

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